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¿Un futuro sin pensiones?

Luis Pérez Serichol

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Imaginen... Llega la edad de jubilación, dejan de ingresarles la nómina y no hay ninguna pensión que cobrar al mes siguiente. Un escenario realmente desolador.

La inmensa mayoría de quienes tenemos que trabajar para poder vivir no tendríamos ahorros suficientes como para seguir viviendo de ellos el resto de nuestra vida. No tendríamos otra opción que seguir trabajando mientras nos quedase algo de fuerza y a esa edad ¿quién nos iba a contratar? Solamente conseguiríamos trabajos mal pagados con los que comprar algo de comida y tomarnos un cortado de vez en cuando pero, desde luego, no para llegar a fin de mes.

Trabajos low cost, como se dice ahora. ¿Y luego, cuando ya no nos quede fuerza alguna? Si se hiciese cargo de nosotros algún familiar pues mal que bien podríamos ir escapando, y si no, al albergue municipal, si acaso… Y ni pensar en una residencia pública porque, si ahora hay una gran lista de espera, ya se pueden imaginar lo que que pasaría con tanta gente mayor en la calle. Es decir, volveríamos a los tiempos, no tan lejanos por cierto, en los que no había seguridad social.

LAS RAZONES DE LA RESIGNACIÓN

¿Eso puede pasar en un futuro más o menos cercano? No podemos saberlo. Dependerá de las decisiones políticas que se tomen, bien para preservar el sistema o bien para dejarlo morir, y eso va a depender de la presión que ejerzamos sobre las instituciones responsables de tomar esas decisiones y del cuidado que pongamos a la hora de elegir a nuestros representantes.

Pero lo cierto es que, si preguntamos a cualquier joven con menos de cuarenta años, nos contestará que cuando se jubile no va a cobrar pensión, que a él o a ella no les van a llegar. Y sin embargo, salvo escasas excepciones, hay una especie de resignación que les impide salir a la calle con sus mayores para protestar por ese futuro de miseria al que se consideran abocados.

Posiblemente la razón de ese pesimismo esté en los incesantes mensajes que aparecen continuamente en los medios de comunicación proclamando que la sociedad española no puede soportar por más tiempo un Sistema Público de Pensiones de reparto como el nuestro, con el argumento repetido hasta la saciedad de que tenemos la población más envejecida del mundo y el índice de natalidad tan bajo que cada vez un menor número de trabajadores y trabajadoras tendrán que soportar a un mayor número de pensionistas.

TENSIONES FINANCIERAS

Es cierto que la Seguridad Social atraviesa actualmente por graves tensiones financieras, pero la razón no está en que vivamos más años o en que el índice de natalidad sea muy bajo, como insisten en hacernos creer los agoreros que profetizan la insostenibilidad del sistema, generalmente economistas directamente vinculados a fondos privados de pensiones, sino en otros factores provocados por decisiones políticas, como las dos últimas reformas laborales que, como es sabido, han abaratado el despido y han desarticulado el mercado laboral, dejando a los trabajadores en una gran indefensión, lo que ha precarizado la contratación, provocando una drástica caída de salarios y generando un gran fraude laboral. Eso es realmente lo que ha determinado que los ingresos de la Seguridad Social sean, en los últimos años, muy inferiores a los gastos y no la mayor expectativa de vida de la población española.

INGRESOS Y GASTOS

Ante esta realidad, las soluciones adoptadas (Ley de Modernización del Sistema de la Seguridad Social en 2011, de Zapatero, y Ley Reguladora del Factor de Sostenibilidad y del Índice de Revalorización del Sistema de Pensiones de la Seguridad Social en 2013, de Rajoy) no han tenido otro objetivo que reducir los gastos del sistema y por tanto reducir las pensiones, en lugar de intervenir sobre los ingresos, garantizando los derechos de los actuales y futuros pensionistas.

ALGUNAS ALTERNATIVAS

Durante estos dos últimos años, en los que las movilizaciones de pensionistas han puesto a las pensiones en el primer plano del debate social y político, diversos analistas han aportado alternativas que garantizarían un aumento inmediato de los ingresos del sistema, como la posibilidad de destopar las bases de cotización.

Actualmente la cotización máxima es la de quienes ganan 4.070 euros al mes, lo que quiere decir que por encima de esa cantidad no se cotiza a la Seguridad Social, y en consecuencia, los salarios más altos están parcialmente exentos de cotización, mientras que los más bajos han de cotizar íntegramente. Parece lógico que, en una situación de menos ingresos, se destope esa base máxima, lo que aportaría más de 7.000 millones al sistema.

Otra medida inmediata, que parece muy lógica, debería ser la de eliminar las exenciones fiscales a las empresas por la contratación indefinida, que además de injustificada, se ha mostrado ineficaz, lo que aportaría otros 1.800 millones.

UN DERECHO CONSTITUCIONAL

Si después de estos y otros posibles ajustes, sigue habiendo déficit en el sistema, su equilibrio debe garantizarse con los presupuestos del Estado, como hacen muchos otros países de Europa.

Es el Estado quien tiene la obligación de garantizar las pensiones (art. 50 de la Constitución: “Los poderes públicos garantizarán, mediante pensiones adecuadas y periódicamente actualizadas, la suficiencia económica a los ciudadanos durante la tercera edad), y no olvidemos que la Constitución es la norma superior de convivencia y por tanto lo que habría que establecer es si, como sociedad, nos estamos gastando mucho en pensiones y, en ese caso, habría que bajarlas, o por el contrario gastamos poco y lo que habría que hacer sería subirlas.

Es decir, si el Estado dispone de recursos suficientes para garantizar las pensiones, y evidentemente los tiene. España dedica a pensiones, según la última estimación, un 10% de su producto interior bruto, muy por debajo de la media de la Unión Europea, en torno al 12%. Según la Comisión Europea, España gastará en 2050 el 14%, lo que hoy gastan países como Francia, Italia o Austria.

LAS PENSIONES SON SALARIO

A la juventud que piensa que no va a cobrar pensión cuando les llegue la edad de jubilación les estamos diciendo, con nuestro ejemplo, que no se resignen y que peleen por ellas, que no olviden que las pensiones son salario. Un salario diferido. Durante la vida laboral cotizamos para que, cuando nos llega la edad de jubilación, el Estado lo reporte en forma de prestaciones por jubilación.

Nuestro sistema de pensiones debe seguir siendo un gran acuerdo solidario entre generaciones: trabajo decente para trabajadores y trabajadoras jóvenes y pensiones dignas para quienes ya se han jubilado.

*Vicepresidente y portavoz de la Asociación para la Defensa de las Pensiones Públicas de Canarias

Imaginen... Llega la edad de jubilación, dejan de ingresarles la nómina y no hay ninguna pensión que cobrar al mes siguiente. Un escenario realmente desolador.

La inmensa mayoría de quienes tenemos que trabajar para poder vivir no tendríamos ahorros suficientes como para seguir viviendo de ellos el resto de nuestra vida. No tendríamos otra opción que seguir trabajando mientras nos quedase algo de fuerza y a esa edad ¿quién nos iba a contratar? Solamente conseguiríamos trabajos mal pagados con los que comprar algo de comida y tomarnos un cortado de vez en cuando pero, desde luego, no para llegar a fin de mes.