Espacio de opinión de Tenerife Ahora
El horizonte de lo posible
Para confeccionar un correcto manual de política económica, nada mejor que basarlo en una de las innumerables citas que nos ofreció Winston Churchill, cuando dijo que “…el éxito no es definitivo. El fracaso no es Letal. Es el valor para continuar lo que cuenta…”. A lo que podríamos añadir que cada caída vale como un paso más en el aprendizaje. Pero no todo el mundo se comporta así. Hay personas, e incluso organizaciones, que se hunden en la adversidad sin tener el menor atisbo de una pizca de resiliencia. Ahora bien, la falta de ella no es genética. La resiliencia, como todo, se aprende. Y para desarrollarla, nada mejor que practicarla.
El primer ejercicio consiste en no situarse de forma perpetua en el futuro. Es decir, no estar planteándose día y noche la pregunta “… ¿qué pasaría si? …”. En lugar de estar en una continua interrogación, mejor tener confianza en lo propio, dotando de eficacia y eficiencia a cada una de las cosas que desarrollamos. Para ello hay que rodearse de un entorno adecuado de sapiencia y estrategia, pues de lo contrario la probabilidad de éxito se empequeñece.
A partir de aquí, hay que desplegar nuestras dotes de creatividad. La mejor forma de acertar es probar una y otra vez y, si haciendo lo mismo llegamos a resultados indeseables, pues cambiemos la estrategia y apostemos por hacer cosas nuevas, osadas… porque, aunque se diga que los experimentos, mejor con gaseosa, hay situaciones de extrema gravedad en donde hay que poner la totalidad de la verdad por delante en lugar de solo medidas electoralmente aceptables.
Ahora bien, hay momentos en donde hay que asumir el fracaso y la decepción. Es de esa forma como no nos haremos falsas ilusiones. Y cuando suceda este hecho, mejor trocear la adversidad, porque puede que nos quede muy grande. Eso sí, todo ello sin perder un ápice de voluntad de forma que dejemos de centrarnos en los malos escenarios para focalizar nuestra atención en el desarrollo de los objetivos hacia el horizonte de lo posible.
¿Y mañana qué? Pues mañana hay que seguir apostando por cambiar el contexto que no nos permite llevar a cabo las resoluciones por las que apostamos, porque no se trata de predecir el futuro, sino de condicionar el que más nos interesa, porque las prioridades cambian y, con ellas nuestro marco de decisiones. Es por ello por lo que el manual que debemos confeccionar está en continua mutación en aras de adaptarlo a las condiciones en donde queramos desarrollarlo. Así que asumamos los retos, no como situaciones adversas, sino como metas que nos proponemos alcanzar, ya sea disminuir drásticamente la tasa de paro o simplemente que un grifo deje de gotear. Por ello es obvio el priorizar, el aceptar y el replantear las decisiones como parte de un camino que no solo está en un continuo comienzo, sino que realmente no termina nunca.
Para confeccionar un correcto manual de política económica, nada mejor que basarlo en una de las innumerables citas que nos ofreció Winston Churchill, cuando dijo que “…el éxito no es definitivo. El fracaso no es Letal. Es el valor para continuar lo que cuenta…”. A lo que podríamos añadir que cada caída vale como un paso más en el aprendizaje. Pero no todo el mundo se comporta así. Hay personas, e incluso organizaciones, que se hunden en la adversidad sin tener el menor atisbo de una pizca de resiliencia. Ahora bien, la falta de ella no es genética. La resiliencia, como todo, se aprende. Y para desarrollarla, nada mejor que practicarla.
El primer ejercicio consiste en no situarse de forma perpetua en el futuro. Es decir, no estar planteándose día y noche la pregunta “… ¿qué pasaría si? …”. En lugar de estar en una continua interrogación, mejor tener confianza en lo propio, dotando de eficacia y eficiencia a cada una de las cosas que desarrollamos. Para ello hay que rodearse de un entorno adecuado de sapiencia y estrategia, pues de lo contrario la probabilidad de éxito se empequeñece.