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Opinión - Cada día un Vietnam. Por Esther Palomera

Lea siempre antes de firmar

Lea usted siempre todo lo que firme. No se fíe de nadie. Es probable que alguien lo intente engañar, ya sea porque le mientan o porque no le digan toda la verdad. Lea todo lo que firme, especialmente si va usted a una oficina bancaria a suscribir una hipoteca. Allí es habitual que intenten colarle, por ejemplo, una cláusula suelo, lo que viene a ser una sutil forma de robarle sin que se entere. Pero ojo, revise bien el documento. En las estafas no es habitual el uso de las mayúsculas o la negrita. Las trampas siempre se escriben en letra pequeña.

Las hipotecas las carga el diablo, también cuando las promueven las administraciones públicas. Lea usted bien, sobre todo, si es un joven rebosante de ilusión que quiere acogerse a una ayuda del gobierno de turno para tener su primera vivienda. Es probable que en alguna parte del texto se cuele una expresión del tipo “según disponibilidad presupuestaria”. Si esto ocurre, y usted firma, se arriesga a tener que pasar años delante de la consejería correspondiente para reclamar el dinero que un día le prometieron.

Lea bien todo lo que firme, incluso si es usted una infanta. Que su padre sea rey puede ser motivo suficiente para que un oportunista venga a aprovecharse de su inocencia. Da igual a cuántos colegios privados haya ido, lo van a engañar. No se enamore, porque entonces puede ocurrir que su marido monte una empresa para defraudar y usted no se entere. No coja ese bolígrafo sin antes preguntar de dónde viene el dinero. No espere a que sea la Justicia la que escriba una sentencia que diga en mayúsculas que es usted una ingenua.

Tenga especial cuidado si se dedica a la política. Si, por ejemplo, es usted un alcalde y forma parte del consejo de administración de la caja de ahorros de su provincia, lea bien las actas de las sesiones. Puede darse la casualidad de que usted haya faltado a la reunión anterior por culpa de un viaje de ocio, que el placer es lo primero, y dos empresarios aprovechen para obtener un crédito con el que comprar la principal playa de su municipio. Si usted no lee el acta, pero la firma, dará la sensación de que está de acuerdo con la operación y dentro de unos años, quién sabe, algún fiscal lo puede acusar de haber participado en un pelotazo de libro.

Para evitarlo, lea también los informes de los técnicos de su casa, tal vez alguno lo avise de que pueden recuperar la playa por tres veces menos del dinero que piden los constructores, los mismos a los que permitió comprar las parcelas por no fijarse en el acta de la caja de ahorros. No tire usted por tierra toda su carrera política por no leer, que va a parecer que se dedica a enriquecer a determinados empresarios sin recibir nada a cambio.

Lea usted bien los informes de los técnicos aunque sea un simple concejal. No se fíe de su alcalde. Si a la junta de gobierno del ayuntamiento al que pertenece llega una petición de una licencia urbanística, pregunte por el dictamen del jurista municipal. Revise párrafo a párrafo su escrito, pero especialmente fíjese en lo que pone al final, en las conclusiones. Si dice algo así como “propuesta desfavorable”, no firme nada. Si lo hace, si solo está allí por la dieta y la cosa no va con usted, el tiempo puede sentarlo en un banquillo bajo acusación de ser un profesional de la prevaricación. Hacerse el tonto es posible que lo salve, pero recuerde que no es usted una infanta y se arriesga a una condena que evitará que pueda volver a viajar en un coche oficial.

Hay que leer siempre y no solo antes de firmar. Estar informado es la mejor herramienta que posee un ciudadano para defenderse ante los abusos. Lea usted todo lo que pueda; así será más difícil que alguien lo engañe. No baje la guardia nunca, especialmente en época de elecciones. Lea mucho cuando le llegue el momento de votar, no vaya a ser que le termine gobernando un partido permisivo con la corrupción, que rescate a los bancos que lo estafaron con la cláusula suelo o que defienda a una infanta que no sabe lo que firma.

Lea usted siempre todo lo que firme. No se fíe de nadie. Es probable que alguien lo intente engañar, ya sea porque le mientan o porque no le digan toda la verdad. Lea todo lo que firme, especialmente si va usted a una oficina bancaria a suscribir una hipoteca. Allí es habitual que intenten colarle, por ejemplo, una cláusula suelo, lo que viene a ser una sutil forma de robarle sin que se entere. Pero ojo, revise bien el documento. En las estafas no es habitual el uso de las mayúsculas o la negrita. Las trampas siempre se escriben en letra pequeña.

Las hipotecas las carga el diablo, también cuando las promueven las administraciones públicas. Lea usted bien, sobre todo, si es un joven rebosante de ilusión que quiere acogerse a una ayuda del gobierno de turno para tener su primera vivienda. Es probable que en alguna parte del texto se cuele una expresión del tipo “según disponibilidad presupuestaria”. Si esto ocurre, y usted firma, se arriesga a tener que pasar años delante de la consejería correspondiente para reclamar el dinero que un día le prometieron.