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El matonismo del alcalde Bermúdez

Sr. Alcalde, su fallida apuesta por mantener en pie el mamotreto a toda costa no le debe quitar el sueño, no señor. Nadie le puede recriminar que no hiciera todo lo humanamente posible para que ese monumento a la corrupción coronara por los siglos de los siglos la cabecera de playa. Puede estar orgulloso de estar a la altura, si no superar, las alevosas componendas de su antecesor en el cargo en materia urbanística y, de manera muy especial, a la hora de tensar los límites de lo legal en el cumplimiento de la sentencia que ordenaba su derribo. Ahí nos quitamos el sobrero por su osadía, eliminar todos los escollos que en formato de informes contundentemente ajustados a derecho se oponían a sus intenciones solo está a la altura de alguien que, como usted, está dispuesto a hacer lo que sea para contentar a sus patrocinadores.

Qué decir de su empeño en presionar e impresionar a esas díscolas funcionarias que pretendían que la actuación urbanística del ayuntamiento discurriera por los cauces que marca la Ley. Aunque para ser justos no podemos dejar de citar, con los honores que se merecen, a los concejales que fielmente le han acompañado en esta cruzada, me refiero al Sr. Garcinuño y a su conmilitón Díaz-Estébanez que tanto bien han hecho a la causa. Del primero destacaría su soltura para crear problemas inexistentes entre el personal de la institución, así como su escrupulosidad quirúrgica para cesar a funcionarios de reconocido prestigio. A Estébanez lo adornan múltiples virtudes, que van desde la versatilidad hueca de su verbo hasta la retranca más agresiva contra el disidente, pasando por su rutilante clarividencia para saber a quién complacer. Pero sigamos con lo nuestro.

Esa idea suya de demoler el mamotreto, objeto de deseo del levantisco Garcinuño, con tan exquisito cuidado es también otra forma de amarlo. Separar el duro acero del gris hormigón, deconstruir la zeroliana estructura como si se tratara de una delicada reliquia para coleccionistas exigentes, le hará ganar tiempo –seis meses, nada menos– para disfrutar de la vida inútil del adorado adefesio que tanto ha defendido antes de su conocido final. Pero que le quiten lo bailado, un tiempito más esquivando la Ley.

“Ley, ¿qué ley? Aquí sólo vale la que nos beneficia, a ver si se enteran de una vez”. Ese parece ser el claro mensaje que ha lanzado a los suyos tras el auto de la jueza de lo Penal Nº 5 que le obliga a derribar el edificio en su totalidad y de manera inmediata. Pena que la ley del Suelo no haya sido aprobada, con ella sería mucho más fácil mantenerlo en pie; pero si el Estado de Derecho le obliga a cumplir la ley, usted sabe cómo eludirla ¿no? Con sus compinches del PP se redacta un Plan Parcial que no sólo restituya la ilegalidad preexistente, sino que en un pispás se podrá construir otro mamotreto con el doble de aparcamientos, con el doble de ganancias para los de siempre y sanseacabó. En su berlusconiana puesta en escena sólo le faltó eso de “¡Que estoy muy loco, hostias!”, porque primero advirtió –y amenazó a los ingenuos que creen que la justicia debe ser igual para todos– que se hará lo quieran sus santas gónadas. Una muestra más de su bien ganado prestigio de arrebatado defensor de “lo nuestro”.

Dicen que gobernar es priorizar entre distintas políticas públicas y ahí usted siempre lo ha tenido clarísimo. Frente a quienes pretenden que cualquier dinero empleado en resucitar ese monumento a la corrupción debe ser utilizado para paliar los estragos producidos por la crisis en los colectivos más vulnerables de nuestro pueblo usted, fiel a su credo y a la historia de su partido, les dice “no, lo prioritario es el mamotreto”. Frente a los que le proponen buscar una solución de consenso para Las Teresitas, usted, pletórico y cargado de razones incomprensibles, les dice “no, primero el mamotreto, Plan Parcial mediante, y luego se verá”. Y, voilà: se saca de la chistera un paseíto innecesario, con el que eliminar los 350 aparcamientos gratuitos que necesita para generar la necesidad del neo-mamotreto de pago. Otra cosa es que la gente no trague con una tomadura de pelo como ésta, pero usted lo sigue intentando por tierra, mar y aire.

Llegados a este punto, y a pesar del auto que ordena poner fin a su fabulosa campaña de sabotaje a la sentencia, presentíamos que nos iba a sorprender con algo. No nos ha defraudado, con su indisimulado caudillismo sigue intentado burlar a la Justicia una vez más montando otro enredo dilatorio. Ahora -sin sonrojarse, como los que saben mentir- es capaz de afirmar que al ayuntamiento no tiene por qué ser el ejecutor de la demolición, a pesar de haber defendido durante años que el truncado edificio es patrimonio municipal. Que ha cumplido con la redacción del proyecto de demolición ordenada por el Juzgado, pero son los condenados los que la deben llevar a cabo. Y vuelta a empezar, las defensas y allegados, junto al grupo de gobierno municipal, reiniciaran otra brutal campaña de exculpación preventiva de los delincuentes, los condenados se declararán insolventes, intentarán que se redacte otro proyecto de derribo, bla, bla, bla…

Pero lo mismo no. A lo mejor su brillante trayectoria como diseñador de vericuetos para sortear la leyes ha llegado a su fin. Ya sabe, se puede engañar a algunos todo el tiempo y a todos algún tiempo, pero no se puede engañar a todos todo el tiempo, aunque usted sea un maestro en la materia e intente imponer su autoridad o sus caprichos recurriendo a las amenazas y a otras formas de manipulación más o menos verosímiles. Con este colosal escándalo se está situando usted solito en los pantanosos terrenos cercanos, muy cercanos, a la prevaricación y/o el desacato, tenga cuidado con los resbalones.

Sr. Alcalde, su fallida apuesta por mantener en pie el mamotreto a toda costa no le debe quitar el sueño, no señor. Nadie le puede recriminar que no hiciera todo lo humanamente posible para que ese monumento a la corrupción coronara por los siglos de los siglos la cabecera de playa. Puede estar orgulloso de estar a la altura, si no superar, las alevosas componendas de su antecesor en el cargo en materia urbanística y, de manera muy especial, a la hora de tensar los límites de lo legal en el cumplimiento de la sentencia que ordenaba su derribo. Ahí nos quitamos el sobrero por su osadía, eliminar todos los escollos que en formato de informes contundentemente ajustados a derecho se oponían a sus intenciones solo está a la altura de alguien que, como usted, está dispuesto a hacer lo que sea para contentar a sus patrocinadores.

Qué decir de su empeño en presionar e impresionar a esas díscolas funcionarias que pretendían que la actuación urbanística del ayuntamiento discurriera por los cauces que marca la Ley. Aunque para ser justos no podemos dejar de citar, con los honores que se merecen, a los concejales que fielmente le han acompañado en esta cruzada, me refiero al Sr. Garcinuño y a su conmilitón Díaz-Estébanez que tanto bien han hecho a la causa. Del primero destacaría su soltura para crear problemas inexistentes entre el personal de la institución, así como su escrupulosidad quirúrgica para cesar a funcionarios de reconocido prestigio. A Estébanez lo adornan múltiples virtudes, que van desde la versatilidad hueca de su verbo hasta la retranca más agresiva contra el disidente, pasando por su rutilante clarividencia para saber a quién complacer. Pero sigamos con lo nuestro.