Desfilamos en estos últimos tiempos por un estrecho filo que nos pone a prueba como sociedad, como ese conjunto de ciudadanos cuyo fin es prosperar y hacerse mejores unos a otros. Ese filo es la tortuosa senda que nos separa del caos y del fracaso, de la ira y de la confrontación. Los acontecimientos de estas últimas semanas con la llegada de miles de migrantes a nuestras costas no está sino haciendo aún más fino el camino sobre el que se asientan nuestros pies, cansados y doloridos tras un año extremadamente extenuante para todos. Las escenas que vemos a diario tienen su máxima expresión en el puerto de Arguineguín, donde cientos de seres humanos se agolpan en unas condiciones que pocos de nosotros seríamos capaces de soportar.
Estos seres humanos, estos hombres y mujeres, han experimentado en sus carnes todos los miedos que abominamos, todos los infiernos a los que soñamos no caer. En esos rostros están esculpidos a fuego los males que Hobbes sintetizó en su universal “homo homini lupus” (El hombre es un lobo para el hombre) dentro de su obra “El Leviatán” y para la que se inspiró tras leer el Asinaria de Plauto.
En el puerto de Arguineguín, y en muchos otros puntos de nuestra volcánica geografía desfilan sombras sin dueño, seres humanos que ven como un gobierno absolutamente indecente como el de Pedro Sánchez les condena a vagar en una prisión con vistas como son nuestras islas. Y es que tal y como decía la canción, “de que le sirve al cautivo, tener grilletes de oro, y de plata el enrejado, si le falta libertad”
Nos debatimos ahora los ciudadanos de bien entre los que quieren hacer de Canarias una prisión para ellos y los que quieren devolverlos al mar que devora a sus iguales día tras día. Me niego a aceptar eso, me rebelo y alzo mi voz para decir que ya basta. Que esas sombras sin dueño tienen cara, ojos, e incluso, aún en la mayor de las penurias, una sonrisa.
El futuro debe pertenecer a quienes se esfuerzan porque todos seamos dignos, a quienes se enternecen ante el llanto del exhausto, a los que ven esperanza donde otros agitan el fantasma del miedo, al que ayuda a quien llega buscando un futuro dejando atrás todo cuanto amaba.
Canarias tiene un problema, lo tiene España, y lo tiene Europa. No aceptaré ninguna distinción en este punto. Algunos juegan a la ruleta rusa de capitalizar las risas e individualizar los sinsabores y amarguras. Todos tenemos un problema gravísimo, un problema en el corazón de Europa, porque sí, nosotros también somos el corazón de Europa, algo que parece que aún hay que explicar, y que deja claro el lamentable nivel político que sufrimos.
Que le quede claro a quienes tienen que entenderlo, Canarias está a cero kilómetros de Madrid, y a cero kilómetros de Bruselas. Europa creció derribando muros de vergüenza, no la enterremos levantándolos de nuevo. Canarias es tierra solidaria y amable, Canarias es un universo volcánico en donde el salitre es la cura, jamás la herida.
Debemos unir nuestra voz en las islas para hacer ver que el modelo que se aplicó en Lesbos o Lampedusa fue un auténtico fracaso, y que no tiene por qué ser diferente en nuestro territorio.
Y también desde esta tribuna quiero brindar mi máxima colaboración al presidente del Gobierno de Canarias; y es que no solo es el momento de los políticos, es el momento de los que nos abochornamos ante el obsceno desfile de sombras sin dueño.