Espacio de opinión de Tenerife Ahora
De salarios y ganancias
Quien piense que los salarios son solo un coste, tiene parte de razón. Pero también son una posible y futura fuente de ingresos si lo que queremos es una paridad de compra lo suficientemente alta como para rentabilizar lo invertido en los bienes y los servicios que ofrecemos. Según esa dicotomía, las ganancias en competitividad pueden generar cierta miopía sobre aquellas personas que siempre apuestan por un coste laboral mínimo. Esta actitud tiene su razón de ser cuando se representa a una economía netamente exportadora, con una demanda interna a la que puedes menospreciar porque tu cliente principal está más allá de tus fronteras.
Ahora bien, si tienes que generar una cierta cohesión económica y social propia, no puedes poner salarios de miseria para que tu estructura interna (tanto pública como privada) pueda mantenerse con ciertas cotas de dignidad. En este sentido, a 30 de septiembre de 2016 se ha asistido a la cuarta desaceleración mensual consecutiva en materia de salarios pactados en los convenios colectivos, que se alejan del 1,5% que se sugería en el Acuerdo Interconfederal de Negociación Colectiva.
Tenemos que se amplía la brecha entre los convenios de los sectores y los de las empresas (+1,11% y +0,71%, respectivamente), aunque dichos convenios de las empresas apenas representen el 6,15% de la totalidad de personas cubiertas por acuerdos sobre condiciones laborales. Sectorialmente hablando, los servicios de carácter privado son en los que se está procediendo a pactar revisiones salariales más altas, habida cuenta del proceso de evolución que tiene dicho sector.
Sobre qué es lo que tiene que retribuir un salario, pues creemos que hay un cierto consenso respecto a la evolución de su productividad. Ésta, en el sistema productivo español, es la verdadera asignatura pendiente, tanto por los niveles de formación exigidos a la población activa como por el tipo de estructura económica, basada en funciones de producción intensivas en trabajo. Por ello, principalmente, los salarios y el empleo no han tenido un comportamiento similar al de la inflación sin tener que recurrir a medidas drásticas, entendiendo como inflación la tasa de rentabilidad y de retorno de las diferentes inversiones en las empresas, apareciendo aquí el concepto de poder adquisitivo.
Lo cierto es que las relaciones laborales tienen como principal válvula de corrección la amortización de los puestos de trabajo y no la modificación sustancial de las condiciones salariales. ¿Se podría haber salvado más empleo? Seguro que sí, pero también es más complicado saber vender la solidaridad entre las diferentes clases sociales.
José Miguel González Hernández
Economista
Quien piense que los salarios son solo un coste, tiene parte de razón. Pero también son una posible y futura fuente de ingresos si lo que queremos es una paridad de compra lo suficientemente alta como para rentabilizar lo invertido en los bienes y los servicios que ofrecemos. Según esa dicotomía, las ganancias en competitividad pueden generar cierta miopía sobre aquellas personas que siempre apuestan por un coste laboral mínimo. Esta actitud tiene su razón de ser cuando se representa a una economía netamente exportadora, con una demanda interna a la que puedes menospreciar porque tu cliente principal está más allá de tus fronteras.
Ahora bien, si tienes que generar una cierta cohesión económica y social propia, no puedes poner salarios de miseria para que tu estructura interna (tanto pública como privada) pueda mantenerse con ciertas cotas de dignidad. En este sentido, a 30 de septiembre de 2016 se ha asistido a la cuarta desaceleración mensual consecutiva en materia de salarios pactados en los convenios colectivos, que se alejan del 1,5% que se sugería en el Acuerdo Interconfederal de Negociación Colectiva.