'La verdad duele'

- Un monstruo viene a verme (2016)

- Dirección: J. A. Bayona

- Guión: Patrick Ness

- Reparto: Lewis MacDougall, Sigourney Weaver, Felicity Jones, Liam Neeson, Toby Kebbell, Geraldine Chaplin, James Melville.

Lo primero de todo: quien vaya a ver esta película que sepa que va a llorar…, y a lágrima viva. Solo unos pocos, muy pocos, podrán decir estoicamente que consiguieron ver la peli sin soltar una sola lágrima.

Esto es así porque la historia que cuenta J. A. Bayona no es para menos: la soledad de un niño de 12 años (Lewis MacDougall) atrapado en un mundo de dolor y tristeza por la enfermedad terminal de su madre (Felicity Jones), la incompatibilidad absoluta con su abuela (Sigourney Weaver) y el abuso de sus compañeros en el colegio. Su angustia, su desasosiego y su agotamiento psíquico hacen que venga a visitarlo un monstruo que le cuenta tres historias. Eso sí, con una sola condición, que luego él le cuente su verdad…

Se trata de una historia que llega, que te toca la fibra más sensible del corazón, te atrapa y hace que se te ponga un nudo en la garganta y, si eres de los sensibleros, que media hora después de haberla visto, ya en tu casa tranquilamente y si vuelves a pensar en ella, te vuelvas a emocionar. Pero esa sacudida de sentimientos se consigue en los últimos minutos de la película, en el desenlace, en la tragedia llevada a su extremo más amplio…, cuando Connor, el protagonista, cuenta su verdad. Pero hasta que llega ese momento, la cinta se me hace un poco lenta y previsible, correcta, bien interpretada, pero demasiado rígida en su intercambio de los mundos de la realidad y la ficción.

La estructura de la película la deja clara el monstruo al llegar: “Te voy a contar tres historias”. Y así es. El filme intercambia esas narraciones con la vida de Connor: cómo le afectan en su día a día y cómo le ayudan a madurar y a enfrentarse a la situación tan terrible que le ha tocado vivir. Por eso, la parte más interesante es el mundo de la fantasía y cómo, con unas técnicas de animación aparentemente sencillas, pero conmovedoras, el director español nos sumerge en su fantasía nada maniquea, donde no todo es blanco o negro.

En la otra parte, la vida real, lo mejor es la actuación de la grandísima Sigourney Weaver, que da una lección de interpretación brutal, en una acción que mezcla distancia, dolor, comprensión y amor. Y cómo no hablar del trabajo hecho por el debutante Lewis MacDougall, que se mete a todos los espectadores en el bolsillo desde el minuto uno. Su sinceridad interpretativa la ha conseguido, sin duda, gracias a la mano maestra de Bayona, que una vez más consigue con su dirección grandes interpretaciones de los jovencísimos actores, como ya pasara en sus dos películas anteriores, El orfanato y Lo imposible.

Un monstruo viene a verme es, por tanto, un canto a la llegada de la madurez, pero a la madurez precoz, sin anestesia, para la que no estás preparado y nadie te avisa de lo que te espera; en la que el arte y la fantasía son tus vías de escape, tu forma de evadirte y de poder afrontar la dura realidad que te ha tocado vivir. Y para qué negarlo: el director catalán sabe moverse muy bien en este ámbito, aunque esta vez se le haya ido un poco la mano el desenlace, excesivamente lacrimógeno.