En plena crisis habitacional (desde hace décadas, en realidad), de creación de viviendas protegidas o sociales y de alquileres en Canarias y España, reconforta saber que, en el pasado, hace casi tres siglos, hubo personajes tinerfeños dignos de múltiples películas o series por su historia pero con conciencia social, de clase o simplemente empatía, humanismo y bonhomía. Es el caso del célebre corsario lagunero Amaro Pargo, uno de los más importantes de la historia de España en el siglo XVIII, a medio camino entre las Islas y El Caribe, que sirvió al primer rey Borbón (Felipe V), que amasó una gran fortuna invertida en múltiples propiedades en Tenerife, pero que alquilaba pajares o casas pajizas a gente humilde por muy poco a cambio: un par de gallinas o diez reales al año, cifra ridícula en 1730.
Eso es lo que compartió, por primera vez, Manuel De Paz, catedrático de Historia de América de la Universidad de La Laguna (ULL), en una conferencia durante la noche del pasado martes en la Sociedad Económica de Amigos del País, en Aguere. De Paz es, seguramente, el mayor experto en la figura de Amaro Pargo junto al también historiador y colaborador en sus obras sobre el comerciante Daniel García Pulido. El martes anunció y explicó diversas novedades sobre un personaje que no para de deparar sorpresas y descubrimientos. Entre otras, la existencia de una escritura de 1731 que recogerán en un nuevo tomo de la colección sobre Pargo de estos historiadores, titulado Camino de la costa, en la que se alude al tributo que debe pagar Antonio Rodríguez Fiallo consistente en “dos gallinas que me es obligado a pagar”. Se trata de un “vecino de Tegueste por razón de un sitio y solar que, en él, le di al dicho tributo de dos gallinas como consta de la escritura otorgada en siete de noviembre de mil setecientos treinta y uno”, tal y como reza literalmente en la escritura desvelada el martes por De Paz.
Según el catedrático de la ULL, “la bondad de personajes como nuestro corsario se desliza, en efecto, en cuestiones casi anecdóticas como la de las casas pajizas que, mediante modestos alquileres de diez reales anuales o unas pocas gallinas, permitían vivir con cierta decencia a la gente del pueblo. Algunas de estas viviendas, que encantaban a los turistas que visitaban las Canarias a principios del siglo XX –explicó en su conferencia-, se siguieron conservando y utilizando casi hasta nuestros días. La historia, grande y modesta, se esconde muchas veces enredada en los pequeños detalles de la existencia humana. Y se hace perentoria cuando lo que se pretende es rescatar, desde perspectivas académicas, la figura de Amaro Pargo y de su saga familiar del anecdotismo, el oportunismo y la falta de rigor académico y científico; rescatarla, en fin, de los márgenes de la historia”.
En su última conferencia, que llenó la sede de La Económica, y en algo que seguramente explica este humanismo de Amaro y su empatía hacia los más desfavorecidos, más allá de sus hondas creencias religiosas, influyó sus orígenes humildes en una familia de campo de La Laguna. Eso sí, con un padre que comerciaba con tabaco que importaba de América (del Caribe), lo que lo ligó al puerto de Santa Cruz de Tenerife e hizo que sus hijos (Amaro y sus hermanos) se vinculasen desde pequeños al océano hasta que el futuro corsario se definiese a sí mismo en 1707 como “capitán de mar y guerra”, tal y como recalca De Paz.
Amaro Pargo (Amaro Rodríguez Felipe) nació en 1678 y falleció en 1747 (en ambos casos, en la llamada Ciudad de los Adelantados). Su vida tiene tanto interés histórico y potencial para novelar (de ahí muchos mitos falsos que intentan desmontar investigadores serios como De Paz o García Pulido). De su faceta como inversor en tierras e inmuebles en Tenerife, destaca lo que adquirió en Tegueste, Valle de Guerra y Tejina -pueblos de La Laguna-, así como en La Esperanza, zona de El Rosario, “donde Amaro invirtió bastantes recursos, realizó cambios en los terrazgos, aprovechó y contribuyó a la correcta utilización del acuífero y, por supuesto, amasó una importante fortuna en tierras, aguas y recursos agrarios que legó a sus herederos, quienes los disfrutaron durante generaciones”, según apuntó el martes De Paz.
No obstante, el investigador anunció que García Pulido está estudiando a fondo lo que tuvo en la comarca en la que se ubica la llamada “Casa del Pirata (en Machado, El Rosario, pero cerca de Candelaria: en pleno camino hacia la basílica), cuyo interés patrimonial y la necesidad de evitar drásticamente su evidente ruina parece, en efecto, un proyecto digno de ser tenido en cuenta. Este tema lo ha venido trabajando García Pulido desde el punto de vista histórico y estoy seguro de que ofrecerá resultados relevantes en próximas fechas, aparte de su interés patrimonial, que con buen criterio se quiere recuperar”, anunció.
Sus orígenes guanches
De Paz se guardó para el final de su conferencia otro descubrimiento reciente de gran relevancia. Aunque no ahondó mucho, recordó que, en el tomo 18 de la colección sobre Amaro, titulado Candelaria entre guanches y el último en editarse, analizan “las propiedades y los intereses económicos y espirituales que tenía nuestro protagonista en relación con el enclave histórico de la Patrona de Canarias. También aludimos a la ascendencia aborigen de algunas familias de la comarca, a los acuerdos y privilegios que poseían los descendientes de los guanches a la hora de llevar las andas de Nuestra Señora de Candelaria y a otras cuestiones de interés. Actualmente –remarcó-, se está realizando un estudio genealógico y documental de los ancestros de Amaro Rodríguez Felipe que ha corrido a cargo, singularmente, de Daniel García Pulido y que, de momento, arroja una ascendencia aborigen para Amaro Pargo, al menos en dos líneas de ancestros”.
El catedrático no quiso detallar mucho más, aunque anunció que, “cuando tengamos todos los datos, los daremos a conocer de manera documentada, tal como venimos haciendo desde hace ya casi una década”. No obstante, esta confirmación de la ascendencia aborigen de Amaro Pargo aporta más interés sobre una figura que, como demostró esta última conferencia, no para de sorprender con nuevos datos, que se reflejarán en los números 19, 20 y 21 de la colección, que están ahora en imprenta y que llevan por título: La Esperanza de don Amaro, Camino de la costa y Tornaviaje.
Un ejemplo de novedad es el hermano desconocido de Amaro y de José Rodríguez Felipe, llamado Pedro, quien aparece en el testamento de su madre, Beatriz Tejera Machad. Este documento data del 10 de octubre de 1719 y presenta esta entrada: “fallesio sin dexar hijos ni subsecion lexitima”. Según explicó De Paz el martes, el padre, Juan Rodríguez Felipe, “no le menciona en su testamento individual del 28 de junio de 1714 (Héroe y forajido, 2017, pp. 59-60), pero, en el testamento mancomunado de ambos progenitores (dictado apenas un mes después del anterior), es decir, el 24 de julio de 1714, se le menciona con algún detalle entre sus varios hijos e hijas: ”Pedro Rodriguez Phelipe, que fallesio ya [h]a algunos años“. Según su investigación, han podido documentar a Pedro ”a principios del siglo XVIII colaborando estrechamente con su hermano Amaro en sus aventuras oceánicas, viajando a La Habana y a Campeche, y, asimismo, abonando también, en nombre de sus progenitores, la dote de monja de su hermana Juana de San Vicente para su ingreso en el convento de Santa Catalina de Siena de La Laguna“.
En su intervención, también analizó la captura de Amaro y sus hombres por una flotilla inglesa cerca de Cuba. Según consta en un expediente abierto por la vicaría caraqueña, entre los amigos y testigos del corsario “figuraba su paisano Leandro de Mesa, quien manifestó que habían viajado a Indias hacía más de diez años a bordo del barco de Amaro Pargo, conocido por el alias de El Gavilán, es decir, el navío nombrado Nuestra Señora de Los Remedios, Santo Domingo y Santa Águeda, que, efectivamente, se aprestaba para partir de Tenerife en el verano de 1707 con destino a La Habana, en paralelo con el Santa Rosa que mandaban, a su vez, Julián Felipe y Francisco de Acuña. Pero no llegaron a su destino, pues fueron apresados en aguas de Baracoa, próximos ya a La Habana, por dos convoyes británicos provenientes de Jamaica”.
Más aportaciones
Asimismo, De Paz considera muy “improbable que Amaro Pargo pudiera participar, a pesar de la voluntad literaria de algunos autores, en la defensa de Santa Cruz de Tenerife del ataque de Jennings en noviembre de 1706” al encontrarse entonces en Cuba, ahondó en la figura de otro corsario canario (en este caso palmero) de gran relevancia (como ya ha publicado Canarias Ahora), Juan del Hoyo, “temido de los ingleses y amigo personal de Amaro”, así como sobre “imposibilidad material de que José Rodríguez Felipe, hermano carnal de Amaro Pargo, participara en el ataque al barco holandés en aguas del Caribe a principios de 1722”.
Además, cree muy sólido que reclutara a gente en Tenerife para sus viajes a América, siempre y cuando no alistara a marineros o soldados “de la Armada de la guarda de la carrera de las Indias, flota de Nueva España ni presidios de ella”. Para ello, alude a la presencia de tres tinerfeños que llegaron con Amaro a América y que, luego, hicieron labores de corso bajo las órdenes del capitán vizcaíno José de Orella.