En el ajuar funerario de tumbas del Egipto predinástico se colocaban peines y agujas de pelo que muestran cómo en la época ya había lendreras con un diseño idéntico al actual, peines de uso similar a la peineta española y decorados, como aquellos que portan un perro de raza muy parecida al podenco canario.
La egiptóloga Candelaria Martín del Río ha estudiado los peines y agujas de pelo del período predinástico y dinástico temprano en el Alto Egipto para su tesis, que comenzó en 1998 y que leyó en febrero en la Universidad de La Laguna bajo la dirección del profesor titular de Egiptología Miguel Ángel Molinero.
La investigadora explica en una entrevista a EFE que se interesó por este asunto cuando estudiaba junto a Eduardo Almenara la colección de vasos egipcios depositada en el Museo Municipal de Bellas Artes de Santa Cruz de Tenerife.
Al investigar en fondos de museos y documentación para establecer el origen de estos vasos Martín del Río se dio cuenta de que en el ajuar funerario asociado a las cerámicas había paletas, peines y agujas de pelo que se mezclaban “con gran confusión” en la datación y en su clasificación, y sin darles excesiva importancia “pese a ser un material muy rico”.
Cuando comenzó a estudiar este tipo de ornamentos apenas contaba con la descripción de 50 piezas y al final de su tesis han sido casi mil “procedentes de los cinco continentes, desde las universidades de Tokio y Kioto a Sudáfrica, Estados Unidos, Sudamérica y media Europa”, para lo que ha sido de gran ayuda la información de los museos disponible en internet.
La investigadora decidió centrar su área de estudio en el Alto Egipto, el espacio que va del Delta hacia la región de Nubia, y en el período predinástico -aproximadamente 5000 aC- hasta el 2800 aC, el equivalente a la tercera dinastía.
Precisa Candelaria Martín del Río que en el mundo egipcio los objetos no se decoran por un puro afán de arte sino por un concepto simbólico: todo lo que se representa tiene un por qué.
En su investigación encontró que había una gran diversidad de peines y agujas de pelo tanto con decoración como sin ella, lo que le ha ayudado a establecer una tipología que puede ayudar a datar otras piezas incluidas en el mismo ajuar.
“Todo lo que se ponga en un ajuar funerario es relevante. Algo depositado en una tumba era valioso para el difunto e importante desde el punto de vista simbólico o utilitario”, puntualiza la investigadora.
Entre estos utensilios había también pinzas y agujas de pelo de metal y tenacillas para rizar el pelo e incluso piezas con el mismo diseño que los actuales peines “tenedor” de púas largas. Explica que algunos peines se usaban como las peinetas españolas, incrustados en el pelo de forma que sobresalía su superficie decorada como un ornamento por encima de la cabeza.
Esto podría ser un símbolo de estatus o de protección y parece que era un utensilio que usaban tanto hombres y mujeres adultos como niños. En cuanto a las agujas uno de los motivos de decoración que ha identificado la investigadora es el de perros y en concreto, de una raza muy similar al podenco canario.
En los objetos estudiados aparecen algunos sin decoración y otros ornamentados con formas geométricas, antropomorfas y zoomorfas y en este último caso, abundan aves, bóvidos, bovinos, jirafas, hipópotamos, asnos, serpientes y rinocerontes. Sin embargo tanto en agujas como en peines no aparecen animales frecuentes en la decoración de cerámicas y paletas, como peces, ranas, felinos y elefantes.
Otro aspecto sorprendente fue el constatar cómo las lendreras eran exactamente iguales a las que se utilizan hoy en día y la egiptóloga subraya que hay una procedente de una tumba real en Abidos y confeccionada en una inusual piedra denominada serpentina.
También había otras realizadas con hueso, cuerno o marfil y destaca Martín del Río que los piojos eran un problema muy serio en el antiguo Egipto, incluso de alcance mortal porque las infecciones cutáneas podían devenir “en algo terrible”, por lo que utilizaban pócimas y las lendreras se diseñaron siempre con el mismo formato hasta el final de la historia de esta civilización.
Había además peines con púas “simuladas” que se llevaban colgados con un doble sistema de sujeción, por lo que podrían ser un rascador para las infecciones de piel.
En este período se utilizaban postizos de pelo humano y de hecho en una tumba de Hieracómpolis se encontró a una mujer que mantenía su pelo natural y un aplique con una trenza muy larga, pero no pelucas de la tipología de épocas posteriores.
Para la investigadora ha sido “apasionante” trabajar para su estudio con los diarios de Petrie y otros excavadores de principios del siglo XX y subraya que quiere contribuir a “recuperar la vida de estos materiales que a veces quedan descontextualizados en los museos”, a veces en cajas por no saber cómo catalogarlos.
Por ello su investigación podría ayudar a precisar la cronología de estos materiales y exponerlos correctamente, y la egiptóloga destaca además que aún hay “mucho campo para trabajar” en el estudio de los peines y agujas antropomorfos y en la función simbólica de todos estos objetos, dada la falta de fuentes escritas que lo aclaren, lo que le confiere un carácter “enigmático” al Egipto predinástico.