- Título: Rey Arturo: La leyenda de Excalibur (2017)
- Dirección: Guy Ritchie
- Guión: Joby Harold, Guy Ritchie, Lionel Wigram (basada en una historia de David Dobkin y Joby Harold)
- Reparto: Charlie Hunnam, Astrid Bergès-Frisbey, Jude Law, Djimon Hounsou, Eric Bana, Aidan Gillen, Freddie Fox, Craig McGinlay, Tom Wu
En esta ocasión, nos encontramos ante uno de los grandes errores cinematográficos del año. Un fracaso de calidad, en todos sus aspectos, porque la nueva película del director Guy Ritchie es un completo ejercicio de onanismo al propio ego.
El resultado de esta cinta es una parodia involuntaria de su trabajo tras la cámara. Con el éxito de su Sherlock Holmes y la calidad de aquella trilogía que comenzara con Lock & Stock, significa un retroceso brutal -incluso desde sus últimas y cuestionables películas- el que haya caído en una dirección tan absurda como la que nos podemos encontrar en Rey Arturo.
No solo porque convierte a los caballeros de la mesa redonda en simples vándalos de los suburbios británicos, algo tan propio de él y que raya en el menosprecio a la inteligencia del espectador, sino porque incluso parece creer haberse ganado el derecho a ser tan intocable como para realizar un largometraje sin sentido ninguno en el que se abusa de una música que jamás viene a cuento, un montaje tan idiotizante que lo mastica absolutamente todo y unos diálogos tan básicos que hacen perder el tiempo y el dinero a quien acuda al cine a verla.
Con la sensación de incluso de habernos quedado cortos tras escribir estas líneas sobre el director, nos vemos obligados a exponer el otro gran defecto de este filme: el apartado de la interpretación. Otra broma. Charlie Hunnam interpretando el mismo personaje que le dio la fama, el de Jax Teller en la serie Hijos de la anarquía pero claro, britanizado hasta las costuras y sin carisma alguno.
También podemos hablar de Astrid Bergès-Frisbey y su lamentable papel, limitado a poner la misma cara que se le puede quedar a los espectadores: la de una persona que parece que cae enferma en cada plano en el que aparece. O si lo prefieren, podemos comentar lo mucho que se parece el rol de Aidan Gillen a su personaje de Meñique en Juego de Tronos; cómo Jude Law parece abierto a dar una pésima impresión sin vergüenza ninguna a cambio del cheque de turno, o cómo un actor que prometía tanto como Eric Bana (Munich, Black Hawk derribado) ha terminado agradeciendo participaciones tan nefastas como en esta ocasión.
Patética, olvidable y no existía ninguna razón para esta impresionante combinación de despropósitos en una misma cinta, con una historia que no merecía ser de nuevo rescatada, o al menos no tan pronto. A no ser, claro está, que Rey Arturo: La leyenda de Excalibur solo sea una suerte de videobook con el que todos sus protagonistas y director necesiten mostrarse de puertas afuera con la única intención de seguir en el candelero. Si es así, vaya starsystem más rancio se nos está quedando a los espectadores y cinéfilos.