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Bocacangrejo, el pueblo de Tenerife que 'mató' sus célebres corazones pintados para ahuyentar al turismo masivo

Álvaro Morales

Santa Cruz de Tenerife —
24 de septiembre de 2024 22:13 h

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Tras tres años de idilio, a principios de este mes de septiembre se le rompió el corazón al núcleo costero de Bocacangrejo, en el municipio de El Rosario, lindero con Santa Cruz de Tenerife y en la periferia suroeste del área metropolitana de la Isla. A Rafael Marichal (Rafa), un vecino de 73 años, le dio un buen día de 2021 por comenzar a decorar una parte del caminito junto al mar del primer tramo de casas, tan caótico como la acumulada autoconstrucción que marca este típico ejemplo de ocupación de suelo en muchas zonas de Canarias antes de los planes urbanísticos que trataron de ordenar un poco.

Lo hizo alrededor de la pequeña playita de callaos de esta parte y recurriendo a intensos colores y corazones de distintos tamaños que, poco a poco, por el boca a boca y, sobre todo, por efecto de las implacables redes sociales, convirtieron a Bocacangrejo (combinación de nombres que la señalética de tráfico separa: Boca Cangrejo) en un referente turístico mundial y una visita casi obligada de mucha gente que quería inmortalizarse junto a este museo al aire libre salpicado de sal marina, sol y sombras de las casas anexas.

Unas casas todas distintas, todas con padres y madres del sacrificio, de las obras habituales de fines de semana (“tenderete pa’ echar la plancha”, como se dijo tantas veces en esos años 70, 80 y 90), para disponer de primeras o segundas residencias junto al Atlántico en una aplastante sensación de vivir casi en un auténtico oeste urbanístico en su momento.

Fue tal el éxito de la idea de Rafa, fue tal la fama de su alegre sello, que el barrio acabó hastiado de la imparable presencia de visitantes de Canarias, del resto de España y de muchos países que solo preguntaban por los corazones para sacarse las fotitos de rigor. Muchos vecinos, de hecho, sabían a lo lejos que les cuestionarían por dónde estaban los corazones y el propio Rafa regalaba pulseras hechas por él, y también viralizadas en redes, como recuerdo añadido. El fenómeno fue tal que el pueblo acabó conociéndose como “el de los corazones”, con millones de visualizaciones de vídeos grabados en TikTok o Instagram. Algo muy chocante para muchos de los residentes o dueños que gozaron de la tranquilidad de antaño de Bocacangrejo, pese a las demandas de servicios y algunos inconvenientes que sufrieron durante tiempo, así como la amenaza de demolición de casas por parte de Costas o la Agencia del Medio dado lo ocurrido en otras zonas similares por carecer, en muchos casos, de las preceptivas licencias, tal y como pasó en núcleos del anexo municipio de Candelaria. 

Claro que algunos consumían en el restaurante de este barrio de El Rosario; claro que hay vecinos a los que los corazones y turistas no molestaban y que lo echan de menos, y claro que al municipio, en parte, le interesaba porque, justo al lado, se encuentra la playa de La Nea (de considerables dimensiones y fina arena negra volcánica) y el puerto deportivo y las diversas zonas de baño de Radazul (más pequeñas y recreadas, pero muy coquetas), con mucha mayor oferta gastronómica.

Sin embargo, la mayoría de dueños o residentes de Bocacangrejo, donde se ha ido asentando también el alquiler vacacional en una paradoja igualmente típica, explotaron porque, encima, la vía de acceso no tiene salida, los aparcamientos son muy limitados, los colapsos de coches eran crecientes e insoportables en la estrecha vía de doble sentido, sobre todo los fines de semana, y la tranquilidad de antaño simplemente había desaparecido sin visos de recuperación.

Una reacción anónima que lo cambia todo 

La situación llegó a casi un punto extremo y quedó reflejada en un ataque anónimo y vandálico a parte de las paredes decoradas con palpitantes corazones, que fueron tachados con spray rojo y negro en un claro grito de “hasta aquí”, cobarde por no explicitarse la autoría (se especuló con dos encapuchados), pero sintético y efectivo. Esto fue denunciado en los medios y las redes como algo intolerable, insensible y casi funesto, pero el debate se intensificó y Rafa, tajante y denunciado por sus pinturas en espacios públicos y otros, decidió cortar por lo sano, recurrir a pintura gris (para el suelo y escalones) y blanca (paredes), y borrar durante dos noches gran parte de su exitosa y atípica obra, dejando solo una pequeña zona (ver fotos) con corazones aún impolutos. Y es normal, es justo por fuera de su casa.

Aunque en el resto del paseo y paredes ahora grisáceas y blancas se han quedado marcados los perfiles de los corazones otrora multicolores, la sensación es de fundido a negro, de fin de la alegría, de panza burro (nombre que se le da en las Islas a la acumulación intensa de nubes grises o negras por condensación, sobre todo en zonas como el Valle de La Orotava). Eso sí, la tranquilidad ha vuelto a Bocacangrejo y siguen yendo visitantes a ver lo que fue, lo que queda y lo que puede desatarse en cualquier otro lugar de un Archipiélago maravilloso que, sin embargo, y en un fenómeno casi mundial, sufre cada vez más las consecuencias del turismo masivo, los efectos perversos o ambivalentes de las redes sociales y la reacción comprensible o, al menos, con base, de unos residentes “locales” que, sabedores de la importancia vital del turismo (35% del PIB canario y 40% del empleo), en muchos casos gritan que “así no”, tal y como quedó claro en las más que exitosas manifestaciones del pasado 20 de abril, con unas 200.000 personas en las calles de todas las Islas, aunque especialmente en Santa Cruz de Tenerife.

Rafa no quiere hablar con nadie. Se encierra en su casa y en el pueblito saben que lo está pasando mal. Alguien le rompió el corazón y su alegría multicolor, pero las lecciones de este cuento de triste final, en gran parte, deben servir para reflexionar sobre el turismo que se quiere y la convivencia con los residentes y el propio arte improvisado y popular de gente sensible y con visiones diferentes y alegres de la existencia.

Bocacangrejo ha perdido gran parte de sus corazones, aunque eso es solo una forma de verlo si realmente se vive de corazón.