Canarias entera ha puesto sus ojos sobre Tenerife, la isla más golpeada por la COVID-19 en estos momentos. El Gobierno regional ha decretado medidas más restrictivas en las últimas semanas, entre ellas su cierre perimetral desde este sábado, 19 de diciembre, y por los próximos 15 días. Sin embargo, las limitaciones no están surtiendo efecto y se impone el relato de que “si la curva no baja, es porque los ciudadanos no están siendo responsables”.
Hay quienes vinculan esta falta de solidaridad a la “fatiga pandémica”, un concepto que la Organización Mundial de la Salud (OMS) define como “desmotivación para seguir las recomendaciones de protección y prevención que aumenta con el tiempo”. Un cansancio poblacional tras más de diez meses conviviendo con un patógeno invisible que ha acabado con la vida de más de un millón y medio de personas en todo el mundo. Se habla de haber “bajado la guardia”, de “relajación”, de una “distensión social” que provoca el mayor volumen de contagios.
La psicóloga May Bernal relaciona las emociones asociadas a este fenómeno con “la desmotivación, el cansancio, la desesperanza, la tristeza, la frustración, la continua incertidumbre y con ello, la ansiedad”. Bernal afirma que “el ser humano es capaz de soportar mucha carga emocional y de modificar su comportamiento habitual si con ello tenemos una recompensa. Ese es el problema”. No ha habido una recompensa visible. La crisis sanitaria se ha prolongado en el tiempo y “no se llegan a ver los resultados”. Las reuniones sociales con amigos o familiares, “todo lo que antes se hacía de manera natural, ahora es todo un reto”. “Existe la sensación de que todo esfuerzo es inútil, de que por mucho que modifiquemos y cumplamos las normas no derrotamos al enemigo”, asevera.
Para el antropólogo de la Universidad de La Laguna (ULL) Jose Antonio Batista las explicaciones sociológicas que explican por qué el virus se expande en Tenerife son “poliédricas”, y por este motivo es difícil trazar una razón “unicausal”.
Batista sentencia que “no se pueden justificar comportamientos incívicos por la fatiga pandémica”, al tiempo en que entiende que “la gente pueda estar cansada de las incertidumbres diarias” ante el descontrol del virus o las nuevas restricciones.
En esta misma línea se sitúa José Luis Arocha, especialista en medicina familiar y máster en salud pública, quien denuncia que ha habido una falta de precisión en la ejecución de las medidas y un proceso educativo en el que no se ha informado bien a la ciudadanía.
La desinformación, uno de los grandes problemas
Durante la pandemia, las personas han recibido mensajes capciosos y ambivalentes que inducen a la confusión. Han tenido que decidir quién es un “allegado” para las fiestas navideñas, recoger las responsabilidades que ha delegado Sanidad para las próximas fechas, estar al día y entender cuándo aportar una PCR o antígeno en aeropuertos, a qué marco normativo atenerse, entre otras cosas. Esta realidad genera una sensación de “estar en una tómbola”, sentencia Bernal, que “hace plantearnos si realmente merece la pena cumplir con tanta restricción”. La profesional afirma que la falta de coherencia a la hora de tomar decisiones “lleva al incumplimiento de las normas”. También la imposición de las restricciones, sin una negociación previa, trae consigo el efecto de “rebeldía” en algunos tipos de personalidad. El excesivo número de restricciones “puede generar un efecto reverso y es el de no cumplir ninguna”.
Arocha apunta que “hay un defecto de comunicación. La gente no sabe qué hacer. Cuando hablamos de toque de queda, por ejemplo, estamos poniendo el foco en un horario muy concreto, como si el virus solo se transmitiera durante esas horas. Eso no es así. La infección también se puede dar en una cafetería a las 12.00 del mediodía”, indica el experto en Salud Pública, quien considera que la planificación de cara a las fiestas navideñas podría haberse hecho (y explicado) mejor. “Sé que es difícil, pero lo mejor sería casi confinarnos. La mayoría de los casos se están dando en los ámbitos sociales y familiares. Es complicado para el Gobierno controlar la ingente cantidad de horas que se pasará en las casas”.
Una sociedad cada vez más individualista
Quienes más han sufrido el ensañamiento han sido los jóvenes. Los más “irresponsables”, según muchos. Lluis Serra, catedrático en epidemiología y portavoz del comité científico del Gobierno de Canarias, ha señalado a los estudiantes de la Universidad de La Laguna como el foco fundamental del aumento de contagios. Sin embargo, los datos no le respaldan del todo. En Tenerife el virus está repartido, igual que en el resto del Archipiélago. Los casos activos que no han requerido hospitalización se dividen en un 13,81% para las personas de entre 20-29 años, 14,62% para 30-39, 17,78% (40-49) y 14,35% (50.59), según los datos de la página cvcanarias.com. Los jóvenes no acaparan las infecciones, pero sí se han visto muy limitados por la continua puesta en vigor de restricciones, apunta Marta Cabrera, psicóloga y miembro del Colegio Oficial de Psicología de Tenerife.
“Las instituciones han sido un poco incongruentes con sus mensajes, inexactas. El ser humano es un ser social. Y desde ahí también hay que tomar medidas. Nos hemos limitado a evitar la propagación del virus, pero no hemos atendido al ser humano”, asegura Marta Cabrera. Y es ahí donde algunas personas “han llegado a un punto” en el que se han visto animadas a despreciar las normas. “Hay fatiga pandémica por el cambio de reglas y por permanecer en esta situación. El ser humano o se acomoda o se rebela”.
Cabrera cree que los mensajes tienen que ser concisos y fijos en el tiempo. De nada vale decir una cosa hoy y otra mañana. Destaca que dentro de las consultas se está viendo una polarización en la población: personas con mucho miedo que salen menos y se confinan incluso más de lo establecido, y personas “negacionistas” que se están saltando las medidas. Ambas, eso sí, “necesitan atención”. “Hay que atender las necesidades de las personas. Esto no es una cuestión de delegar responsabilidades. Creo que igual esta situación viene arrastrando déficits de hace años que hemos analizado: una sociedad menos respetuosa e individualista, y esto son carencias que se han puesto en relieve durante la pandemia, al igual que la importancia de la salud mental”. Cabrera aclara que hace referencia a una minoría, que la gran mayoría cumple las normas y que lo importante es “atender el cuidado de los ciudadanos y saber qué necesitan”.
Jose Antonio Batista cree que el incumplimiento de las restricciones se debe, en parte, a que la sociedad es “muy individualista” que premia primero el disfrute personal. En este sentido, señala al sistema económico como uno de los motivos de peso por el que la propagación del virus no se ha frenado tan rápidamente como se pretendía. “El miedo a que falle la economía, que en Canarias depende del turismo y del sector servicios, ha llevado a crear un falso debate: ¿Salud y bienestar o economía?”.