La acusada de dejar morir a su hijo de tres años por desnutrición y por no prestarle los cuidados debidos ha afirmado este lunes ante la Audiencia de Las Palmas que no se siente responsable de su muerte, porque, dados los problemas económicos que tenían, hizo lo que pudo para curarlo y alimentarlo.
La procesada, Yurena S.A. y su marido, Isidro Yeray S.R., se enfrentan a una condena de 15 años de prisión por un delito de homicidio por omisión, ya que el fiscal tiene el “convencimiento” de que ambos dejaron morir al niño por desnutrición y no le prestaron atención médica en sus tres años y cinco meses de vida, pese a que nació con el labio leporino y sufría bronconeumonía crónica.
Según ha expuesto el fiscal César Casorrán al Jurado al inicio de la vista, los dos acusados “desatendieron de forma deliberada y consciente” y abandonaron de forma “cruel” a su hijo, al que nunca vacunaron ni llevaron al médico para tratar los problemas de salud que presentaba, al contrario que a su hermana.
El fiscal considera que recibió un trato “discriminatorio” con respecto a la niña, un año mayor que el fallecido, pues esta sí recibió asistencia sanitaria, estaba bien nutrida y escolarizada, ha recalcado.
La causa final de la muerte del niño, que presentaba una “extremada falta de higiene”, fue una broncoaspiración favorecida por la fisura del paladar, deshidratación y malnutrición, según consta en la autopsia, en la que se indica también que se encontraba en un estado “crónico de desnutrición y deshidratación con atrofia muscular” y presentaba múltiples úlceras, escaras, laceraciones y cicatrices.
Por ello, el fiscal ha mantenido que los acusados actuaron de forma “inhumana y contra toda lógica”.
La madre, sin embargo, ha relatado que su “niño era fuerte y feliz” hasta el día en que se levantó enfermó y “corrió con él” al médico al notar que su cuerpo estaba frío y respiraba con dificultad, el 2 de febrero de 2013, día en que falleció.
La madre esa tarde llamó al 1-1-2 y, tras no dar resultado las indicaciones que recibió telefónicamente del médico y ver que su hijo empeoraba, acudió con su pareja y su otra hija al centro de salud de Artenara, desde donde fue trasladado el niño en ambulancia hasta el de Tejeda, al que llegó ya cadáver sobre las 23:10 horas, después de que se le tuvieran que practicar maniobras de reanimación en el trayecto.
Yurena S.A. ha señalado que desconocía que su hijo sufriera bronconeumonía y que tuviera la malformación congénita del labio leporino, pues al nacer le dijeron que estaba sano. Ella le dio siempre lo que pudo, al igual que a su hija, dentro de las posibilidades que tenían, ha insistido varias veces durante su declaración.
La procesada ha contado al tribunal que cuando falleció su hijo vivían de forma muy precaria en una casa cueva, en el municipio de Artenara, en Gran Canaria, con agua y luz pero sin un baño en condiciones, así como que su pareja entonces y hoy marido, estaba en paro al igual que ella.
Ha explicado que en los meses previos al fallecimiento del niño solo recibía 70 euros al mes del subsidio de desempleo y su familia les facilitaban la comida, por lo que ha recalcado que los niños “nunca se quedaron sin comer”, aunque ella en algún momento sí, pero no sus hijos.
La madre ha sostenido que no dio importancia a la delgadez que presentaba el niño, que al morir pesaba nueve kilos, porque en su familia hay casos de extrema delgadez, como le ocurre a su hijo mayor, de otra pareja, que con 14 años pesa 45 kilos.
Así mismo, ha indicado que el problema que tenía el niño en la nariz fue a causa de una caída que sufrió a los dos años, lo que le provocó una herida que nunca se curó y que en los últimos quince días de su vida empeoró.
Ha manifestado que no llegó a llevarlo al médico por miedo a que pensaran que se lo había provocado ella, si bien, por consejo de su madre, tenía intención de llevarlo a un médico privado.
En cuanto a las numerosas heridas que presentaba el cuerpo del niño en el momento de su fallecimiento, la acusada ha dicho que carecían de importancia y las ha atribuido a que jugaba con sus perros y a la vegetación que había en los terrenos aledaños a la casa, mientras que las múltiples picaduras de pulgas, las atribuyó a los mosquitos, que también las sufrían el resto de la familia.
Los abogados del matrimonio han afirmado que el niño murió de muerte natural, como así consta en su autopsia y que, en todo caso, se trata de una falta leve por imprudencia.
Han añadido que los servicios sociales que ha atendido a la familia a raíz del suceso han constatado que se trata de una pareja normal y, de hecho, el matrimonio mantiene la custodia de la niña y ella también la de su hijo mayor, que se crió y vive con la abuela materna.