La portada de mañana
Acceder
Feijóo pide que el Gobierno asuma la gestión de la DANA mientras Mazón se resiste
El esfuerzo colectivo para no dejar nada sin rastrear en el parking de Bonaire
Opinión - Feijóo entierra a Mazón. Por Esther Palomera

Toni Espadas: “El contacto con la población local es lo mejor que te ofrece viajar por África”

Uno de los retos a los que se enfrenta el viajero es que el viaje se convierta en el único fin del mismo. Con todo lo que eso implica: disfrutar del trayecto, aprender de lo que uno se encuentra en el camino o aprovechar las oportunidades de conocimiento que te ofrecen las gentes con las que uno se cruza. El fotógrafo Toni Espadas (Barcelona, 1969) encontró en África el escenario para poner en práctica ese modelo de viaje que es mucho más que ir y volver. Y a través de la agencia Rift Valley Expeditions no sólo consiguió ganarse la vida, sino también abrir la mente de muchos viajeros y viajeras e inculcar ese concepto de viaje que necesita dejar atrás las prisas, los prejuicios y los remilgos. Hace algunas fechas, Espadas publicaba un decálogo de consejos para viajar a África, disfrutar al máximo de la experiencia y dejar una huella positiva en el destino. Sostenibilidad, respeto, apuesta por los agentes y hosteleros locales… Estos son algunos de los pilares del modelo de turismo que oferta este fotógrafo reconvertido en agente de viajes. Y de eso, precisamente, hablamos con él. De su pasión por África, de lo que el continente puede ofrecernos como destino y de lo que las viajeras y viajeros podemos hacer para que nuestra aventura sea inolvidable y nuestra huella positiva. 

¿Por qué África?

Ha sido la consecuencia de muchas experiencias. Tengo dentro ese espíritu viajero y llevo viajando por el mundo desde que pude salir solo con 18 años. Y aunque había estado por Marruecos y Egipto, tuve la oportunidad, con veinte y pocos años, de visitar Senegal y Mali. Y me fascinó. Y seguro que es el viaje más duro, más difícil y el peor organizado de los que he hecho nunca. Pero pese a todo lo mal que lo pasé, ese viaje me marcó para siempre. Me generó mucho interés.

¿Qué pasó en ese viaje para que te enamoraras de esa realidad?

Tuve la oportunidad de visitar el País Dogón, un lugar que ahora está muy difícil y complicado para ir. Y aún me acuerdo cuando llegué a la Falla de Bandiagara y pude ver todo el territorio; la experiencia que viví en este lugar, conviviendo tres o cuatro días con los dogoneses, me marcó para siempre. Eso despertó un interés etnográfico y antropológico que he llevado hasta el día de hoy. Para acabar trabajando allí y viajando para conocer esos pueblos. África es especial en eso. He tenido la oportunidad de viajar por Asia, por Sudamérica… Y son lugares que me encantan. Pero para mí África tiene un punto por su gente que me ha enganchado más que otros lugares.

¿De qué manera crees que debemos afrontar un viaje a África para que no nos puedan los prejuicios y perjuicios?

Es un tema complejo. Cuando hablamos de África estamos hablando de 54 países. Y cada uno tiene su idiosincrasia, sus circunstancias y su gente. Así que el primer error es generalizar. Y algo que se comete mucho y más en África que en otros continentes. Tenemos el Norte; el Sahel; tienes Sudáfrica, que tiene muchas similitudes con Europa y después destinos como Etiopía, que es el lugar dónde yo empecé y tuve ese flechazo que me planteó la posibilidad de trabajar aquí. Y es que la gente se enamora de África por muchos aspectos: los safaris, las culturas tribales ancestrales… Hay gente que se enamora de los alojamientos idílicos que hay en Botsuana y otros países. Hay muchos tipos de enamoramiento. En mi caso está claro que ha ido relacionado con esas experiencias personales que yo he vivido con la gente. Y yo siempre aconsejo que los turistas estén abiertos a esos contactos y a la interacción con la población local, que en mi opinión es lo mejor y la parte más importante de mis viajes. Conocer esas culturas y esas tradiciones tan distintas a la nuestra. 

Está claro que África es un mosaico gigantesco, pero la percibimos como una…

Sí. Es verdad. Y es un error que nosotros, en nuestro día a día, tratamos de explicar. Hay mucha gente que nos dice, quiero hacer un viaje a África y la primera pregusta es: ¿Qué te interesa? ¿Te interesa ver fauna? ¿Te interesa ese contacto cultural con la población local? ¿Te interesa conocer temas antropológicos? Es un error meter este mosaico en un solo paquete. Y también injusto, porque no la hacemos con otros lugares.

África para principiantes y de manera responsable. Quizás ese es el tema más importante para crear ese enamoramiento del que nos hablas…

Sí. Antes de viajar a África lo primero y fundamental es saber cuál es tu interés, qué es lo que buscas, y a partir de ahí escoger un destino u otro. Si tu interés es conocer y contactar con pueblos tradicionales, la recomendación sería ir a unos países, y si lo que te apasiona es la fauna salvaje y los parques nacionales, tendrás que elegir otro tipo de destino. Pensar en qué es lo que uno busca en su viaje a África y escoger el país que más se adapte a ese interés puede ayudar mucho a que el viaje sea un éxito. El exceso de información y las redes sociales pueden hacer que, en ocasiones, el viajero se frustre porque no encuentra en el destino las expectativas que se ha formado visitando esas páginas.

Una de las bases de tu trabajo en África es explorar lo local… ¿Cómo puede el viajero no experimentado basar su viaje en este tipo de oferta en la era del Todo Incluido?

Hasta en los lugares más turísticos en los que se han ido construyendo esos complejos tú puedes tener experiencias maravillosas. En cualquier país africano lo puedes conseguir. Pero sí que es verdad que es importante saber y tener claro cuál es tu interés; porque acorde con éste puedes escoger un destino u otro. Hace 22 años yo viajé a Etiopía, que es un destino que yo tenía muy idealizado porque había visto algunas fotos de algunas etnias del país y tenía muchas ganas de conocerlas: ver a las mujeres mursi, con esos platos labiales. Me atraía mucho saber porqué esta gente hace estas cosas. Y en aquel primer viaje fui a buscar eso. Y fue un viaje difícil, con muy poca información y poco presupuesto. Y aún así vine enamorado de ese viaje: y quise explicar a los amigos y conocidos que esto es una maravilla y que hay que verlo. Y al final acabé trabajando en ello. Con tiempo y con respeto puedes acceder a estos pueblos, aprender mucho y retroalimentarte de su conocimiento. La clave es interactuar y que ese contacto sea positivo para las dos partes. Y ahí el principal enemigo es el tiempo. Tenemos muy poco tiempo para interactuar con esas personas y a veces tenemos como límites el tiempo y las cámaras de fotos…

El fetichismo de la imagen…

Las cámaras pueden ser un freno a esa interacción, porque tenemos esa obsesión de conseguir buenas imágenes. Y nos olvidamos de esa persona que hay detrás de la foto. La verdad es que me fastidia lo que no te puedes imaginar. A veces tienes esa sensación de que al final la gente está viajando por eso más que por el hecho de estar disfrutando del viaje en sí. A mí me encanta hacer fotografías y la fotografía me ha ayudado a conocer cosas a las que seguramente no hubiera accedido sin una cámara. Pero tengo muy claro que hoy en día, y por ese fetichismo del que hablas, la gente está viajando más por el hecho de explicar dónde estoy, qué estoy haciendo o qué estoy comiendo que por un interés real de conocer. Y me da mucha pena. Y al final ves gente que no disfrutan del viaje y que cogen el móvil y ponen la cara de sonreír para decir: aquí estoy, compartiendo con esta gente. Y la realidad es que eso que dicen no está pasando. Hay gente que vuelve a casa con 8.000 fotos y no se han enterado de qué etnia es esta o que están haciendo. Se quedan con esa parte superficial porque tienen el tiempo que tienen. Yo hablo desde un punto de vista privilegiado porque paso muchos meses al año en África y tengo más tiempo y tranquilidad para interactuar con la gente. Pero el turista que hace un viaje de doce días no tiene ese tiempo. Así que puedo ponerme en su pellejo. Pero aún así intento explicarles y pedirles que se olviden un rato de la cámara y que se sienten con ellos a hablar. Porque lo mismo que nosotros tenemos curiosidad de conocerlos, ellos también la tienen de conocernos a nosotros y aprender. Hay que generar ese ambiente.

Una de las cosas en las que insistes en ese decálogo de comportamiento para viajeros es que no hay que hacer en África lo que no harías en casa. Y ahí sale el complejo del ‘salvador blanco’.

Totalmente. Es un tema muy complejo y yo sólo voy a dar mi opinión. Todo ese tema del ‘salvador blanco’, de donante o de querer ayudar no viene con mala intención. Nunca hay una mala intención. Pero es verdad que en lugares como Etiopía uno ve las consecuencias de esta actitud a lo largo de estos veinte y tantos años que llevo trabajando allí. Los coches van parando y van dando cualquier cosa: da igual si son bolígrafos, caramelos o dinero. Da igual. Al final ves que hay chavales que dejan de ir a la escuela porque saben que a horas determinadas pasan los coches con turistas que van de un lado a otro y que paran para dar cosas. Y ves que hay gente que viaja con las maletas llenas de cosas para dar. Es algo que pasa continuamente aunque advirtamos que no hay que hacerlo. Y es algo muy difícil de gestionar, porque tampoco sé qué derecho tengo yo a impedir eso. Yo puedo aconsejar y hablar, desde mi conocimiento, de las consecuencias que tiene este tipo de comportamientos pero la gente tiene esa necesidad de ayudar.

Hablas de turismo responsable; pero tenemos la experiencia de un turismo que depreda territorio, recursos y termina diluyendo las culturas locales. ¿De qué manera se puede crear una oferta turística responsable que respete los recursos y las culturas tradicionales africanas?

Puede existir un turismo responsable. Y es verdad que podemos entrar en contradicciones, pero hay maneras de viajar más respetuosas y sostenibles. Yo soy un defensor del grupo pequeño y creo que el mejor de los viajes posibles es el que se hace para conocer a otros pueblos, otras culturas, etnias, tradiciones… Y no sólo es el tipo de viaje que más me gusta, sino que creo que es el que más impacto positivo genera en el destino. No es lo mismo que meter una caravana de todoterrenos por el Massai Mara o el Serengueti, aunque la fauna ya está más que acostumbrada a este tipo de turismo. Pero cuando visitamos aldeas, hacer las cosas de una u otra manera puede facilitar que esa experiencia sea positiva para ambas partes: para los turistas y para ellos. La clave está en viajar con grupos pequeños, con tiempo, con un buen guía que te ayude a salvar la barrera del idioma. Yo no veo incompatible turismo y responsabilidad. 

¿De qué manera preparas tú las expediciones para que ese impacto sea positivo?

Lo primero de todo es tener equipos locales. Nosotros tenemos oficinas en la mayoría de países africanos en los que operamos y es gente que trabaja en la misma línea que yo. Hablamos mucho del impacto que genera el turista o la agencia, pero también dentro de África hay quien no comulga con este modelo de turismo. Hay personas muy clasistas y muy poco respetuosas. El punto clave es que la gente local tenga esa filosofía de respeto y sostenibilidad. Hay guías muy interesados en la naturaleza y que ven ese mundo tribal como algo atrasado. Y justamente es en ese punto, el de la diversidad cultural, en el que más hincapié hacemos. 

Háblale a ese viajero o viajera que nunca ha ido a África. ¿Por dónde debe empezar?

Vuelvo a lo esencial. ¿Qué es lo que te interesa? ¿Qué quieres conocer? Mucha gente te dice que es su primer viaje a África o también tenemos ese perfil no viajero que quiere hacer su viaje de novios. Y África suena exótico. Lo normal para los primerizos es escoger Kenia y Tanzania: y todo en diez días. Un error porque son dos países enormes y con muchísimas cosas para ver. Y está muy bien si lo que tú pretendes es ver la Naturaleza y animales. Pero o eres muy aficionado a la fauna o cuando llevas cuatro días seguidos de safari ya ni te giras para ver las cebras y lo que quieres es llegar a un lugar con internet para ver el móvil. Yo creo que si te gusta la fauna está muy bien empezar por Kenia y Tanzania; y si buscas algo más profundo y contacto humano hay otros muchos países como Benín. Este es un país que me fascina, dónde la gente es muy agradable y culturalmente es muy interesante. O Etiopía, que es un destino que te enamora. Yo siento verdadera pasión por Etiopía y he convencido a mucha gente para visitar un país que te enamora. Y yo tengo muy claro porque es: es por la población, por como son de acogedores y todo lo que hacen para hacerte sentir bien. Pero reitero. Todo depende del interés de cada uno. 

Una de las bases de tu trabajo en África es explorar lo local… ¿Cómo puede el viajero no experimentado basar su viaje en este tipo de oferta en la era del Todo Incluido?

Hasta en los lugares más turísticos en los que  se han ido construyendo esos complejos tú puedes tener experiencias maravillosas. En cualquier país africano lo puedes conseguir. Pero sí que es verdad que es importante saber y tener claro cuál es tu interés; porque acorde con éste puedes escoger un destino u otro. Hace 22 años yo viajé a Etiopía, que es un destino que yo tenía muy idealizado porque había visto algunas fotos de algunas etnias del país y tenía muchas ganas de conocerlas: ver a las mujeres mursi, con esos platos labiales. Me atraía mucho saber porqué esta gente hace estas cosas. Y en aquel primer viaje fui a buscar eso. Y fue un viaje difícil, con muy poca información y poco presupuesto. Y aún así vine enamorado de ese viaje. Y quise explicar a los amigos y conocidos que esto es una maravilla y que hay que verlo. Y al final acabé trabajando en ello. Con tiempo y con respeto puedes acceder a estos pueblos, aprender mucho y retroalimentarte de su conocimiento. La clave es interactuar y que ese contacto sea positivo para las dos partes. Y ahí el principal enemigo es el tiempo. Tenemos muy poco tiempo para interactuar con esas personas y a veces tenemos como límites el tiempo y las cámaras de fotos…

El fetichismo de la imagen…

Las cámaras pueden ser un freno a esa interacción, porque tenemos esa obsesión de conseguir buenas imágenes. Y nos olvidamos de esa persona que hay detrás de la foto. La verdad es que me fastidia lo que no te puedes imaginar. A veces tienes esa sensación de que al final la gente está viajando por eso más que por el hecho de estar disfrutando del viaje en sí. A mí me encanta hacer fotografías y la fotografía me ha ayudado a conocer cosas a las que seguramente no hubiera accedido sin una cámara. Pero tengo muy claro que hoy en día, y por ese fetichismo del que hablas, la gente está viajando más por el hecho de explicar dónde estoy, qué estoy haciendo o qué estoy comiendo que por un interés real de conocer. Y me da mucha pena. Y al final ves gente que no disfrutan del viaje y que cogen el móvil y ponen la cara de sonreír para decir: aquí estoy, compartiendo con esta gente. Y la realidad es que eso que dicen no está pasando. Hay gente que vuelve a casa con 8.000 fotos y no se han enterado de qué etnia es esta o que están haciendo. Se quedan con esa parte superficial porque tienen el tiempo que tienen. Yo hablo desde un punto de vista privilegiado porque paso muchos meses al año en África y tengo más tiempo y tranquilidad para interactuar con la gente. Pero el turista que hace un viaje de doce días no tiene ese tiempo. Así que puedo ponerme en su pellejo. Pero aún así intento explicarles y pedirles que se olviden un rato de la cámara y que se sienten con ellos a hablar. Porque lo mismo que nosotros tenemos curiosidad de conocerlos, ellos también la tienen de conocernos a nosotros y aprender. Hay que generar ese ambiente.

Una de las cosas en las que insistes en ese decálogo de comportamiento para viajeros es que no hay que hacer en África lo que no harías en casa. Y ahí sale el complejo del ‘salvador blanco’.

Totalmente. Es un tema muy complejo y yo sólo voy a dar mi opinión. Todo ese tema del ‘salvador blanco’, de donante o de querer ayudar no viene con mala intención. Nunca hay una mala intención. Pero es verdad que en lugares como Etiopía uno ve las consecuencias de esta actitud a lo largo de estos veinte y tantos años que llevo trabajando allí. Los coches van parando y van dando cualquier cosa: da igual si son bolígrafos, caramelos o dinero. Da igual. Al final ves que hay chavales que dejan de ir a la escuela porque saben que a horas determinadas pasan los coches con turistas que van de un lado a otro y que paran para dar cosas. Y ves que hay gente que viaja con las maletas llenas de esas cosas para dar. Es algo que pasa continuamente aunque advirtamos que no hay que hacerlo. Y es algo muy difícil de gestionar, porque tampoco sé qué derecho tengo yo a impedir eso. Yo puedo aconsejar y hablar, desde mi conocimiento, de las consecuencias que tiene este tipo de comportamientos. Pero la gente tiene esa necesidad de ayudar.

Hablas de turismo responsable; pero tenemos la experiencia de un turismo que depreda territorio, recursos y termina diluyendo las culturas locales. ¿De qué manera se puede crear una oferta turística responsable que respete los recursos y las culturas tradicionales africanas?

Puede existir un turismo responsable. Y es verdad que podemos entrar en contradicciones, pero hay maneras de viajar más respetuosas y sostenibles. Yo soy un defensor del grupo pequeño y creo que el mejor de los viajes posibles es el que se hace para conocer a otros pueblos, otras culturas, etnias, tradiciones… Y no sólo es el tipo de viaje que más me gusta, sino que creo que es el que más impacto positivo genera en el destino. No es lo mismo que meter una caravana de todoterrenos por el Massai Mara o el Serengueti, aunque la fauna ya está más que acostumbrada a este tipo de turismo. Pero cuando visitamos aldeas, hacer las cosas de una u otra manera puede facilitar que esa experiencia sea positiva para ambas partes: para los turistas y para ellos. La clave está en viajar con grupos pequeños, con tiempo, con un buen guía que te ayude a salvar la barrera del idioma. Yo no veo incompatible turismo y responsabilidad.

¿De qué manera preparas tú las expediciones para que ese impacto sea positivo?

Lo primero de todo es tener equipos locales. Nosotros tenemos oficinas en la mayoría de países africanos en los que operamos y es gente que trabaja en la misma línea que yo. Hablamos mucho del impacto que genera el turista o la agencia, pero también dentro de África hay quien no comulga con este modelo de turismo. Hay personas muy clasistas y muy poco respetuosas. El punto clave es que la gente local tenga esa filosofía de respeto y sostenibilidad. Hay guías muy interesados en la naturaleza y que ven ese mundo tribal como algo atrasado. Y justamente es en ese punto, el de la diversidad cultural, en el que más hincapié hacemos.

Háblale a ese viajero o viajera que nunca ha ido a África. ¿Por dónde debe empezar?

Vuelvo a lo esencial. ¿Qué es lo que te interesa? ¿Qué quieres conocer? Mucha gente te dice que es su primer viaje a África o también tenemos ese perfil no viajero que quiere hacer su viaje de novios. Y África suena exótico. Lo normal para los primerizos es escoger Kenia y Tanzania: y todo en diez días. Un error porque son dos países enormes y con muchísimas cosas para ver. Y está muy bien si lo que tú pretendes es ver la Naturaleza y animales. Pero o eres muy aficionado a la fauna o cuando llevas cuatro días seguidos de safari ya ni te giras para ver las cebras y lo que quieres es llegar a un lugar con internet para ver el móvil. Yo creo que si te gusta la fauna está muy bien empezar por Kenia y Tanzania; y si buscas algo más profundo y contacto humano hay otros muchos países como Benín. Este es un país que me fascina, dónde la gente es muy agradable y culturalmente es muy interesante. O Etiopía, que es un destino que te enamora. Yo siento verdadera pasión por Etiopía y he convencido a mucha gente para visitar un país que te enamora. Y yo tengo muy claro porque es: es por la población, por como son de acogedores y todo lo que hacen para hacerte sentir bien. Pero reitero. Todo depende del interés de cada uno. 

Apostar siempre por los agentes locales: un modelo turístico que deja huella y crea riqueza en el destino.

Generar economía genuinamente local. Ese es uno de los pilares fundamentales que se encuentra en todos y cada uno de los proyectos personales y profesionales de Toni Espadas. En 2010 funda Endoethiopia PLC, una empresa para recibir turistas del mercado en español en la que empezó a poner en práctica esa forma de entender el turismo. Aquella primera oficina fue el germen de Rift Valley Expeditions, una empresa que cuenta con oficinas en España, la propia Etiopía, Tanzania, Gabón, Uganda, Benin y Kenia y que cuenta con una amplia nómina de guías locales. La estrategia diseñada por Espadas y su equipo para generar ese impacto positivo en las economías locales incluye alojamientos, restaurantes, contactos en las aledas… Toda una red de proveedores y prestadores de servicio locales que incide en esa idea de turismo responsable que genere economía en las propias comunidades.

Después está lo que cada uno puede hacer para que ese viaje tenga esa huella positiva. Y el que viaja puede hacer mucho al respecto. Ya hemos hablado de cuestiones clave como el respeto, la necesidad de informarse a la hora de elegir un destino o las consecuencias de ir regalando por ahí caramelos o bolígrafos. Lo importante es que el viaje sirva por igual a las dos partes que participan en él. Y para eso hay que elegir bien con quién se va y cómo se va. Y la clave es apostar por agencias que promueven la economía local (que a su vez respeten los derechos laborales de los trabajadores; que sean sostenibles desde el punto de vista medioambiental y que respeten las culturas tradicionales). Y desde el otro lado responder con la liberación de prejuicios a la hora del viaje y con evitar difundir estereotipos negativos cuando volvamos a casa.