La provincia de Córdoba (la de Argentina) atesora un oasis de montañas y ríos que surgen de las planicies pampeanas como por arte de magia. Hay mucho que ver aquí; muchísimo. Pero las distancias hacen que este lugar quede fuera de los circuitos tradicionales del turismo internacional en el país austral. Pero es uno de los puntos de descanso preferido por los locales, que llegan hasta este rincón situado a casi 800 kilómetros de Buenos Aires buscando naturaleza y una cultura particular que se originó gracias a la inmigración masiva de gentes llegadas desde Alemania, Austria y Suiza. Mucho antes habían llegado los jesuitas dejando verdaderas joyas históricas como el patrimonio hidráulico (que incluye acueductos, presas del siglo XVII y acequias) o misiones magníficas como la de Alta Gracia y Jesús María (ambas incluidas en el listado del Patrimonio Mundial de la Unesco). Y aún de más atrás son las huellas del pueblo comechingón (los hênîa y los kâmîare) que dejaron rastros que aún pueden verse en lugares como Los Reartes (dónde puedes ver sus característicos morteros tallados en grandes rocas). Pero la historia de la que te vamos a hablar a continuación se inició en 1932, cuando dos alemanes llegaron a la zona para montar un negocio maderero.
Montañas y agua. Esa son las características fundamentales que marcan al Valle de Calamuchita. Este verdadero paraíso se encuentra enmarcado por las Sierras Chicas, al este y las Sierras Grandes, al oeste, formando un corredor de poco más de 50 kilómetros en el que desaguan numerosos ríos. Dicen que su nombre significa ‘muchos árboles’ y no es mentira. La abundancia de agua y las alturas (que alcanzan los 2.790 metros en el Cerro Champaquí) han creado un ecosistema en el que se combinan los bosques en las montañas y las grandes dehesas en el fondo del valle. Otra consecuencia de la abundancia en aguas es la presencia de grandes embalses que añaden muchísimo atractivo a un paisaje espectacular. En este escenario uno se encuentra con muchísimas sorpresas. Al norte de Calamuchita quedan lugares imponentes como el Camino de Altas Cumbres y la Quebrada del Condorito, que sirven para acceder al oeste del valle (otro mundo que empieza a dar algunos apuntes del mundo andino que se acerca). Pero eso ya es otra historia.
Un aserradero, un barco de guerra y chucrut.- Lo de Villa General Belgrano puede catalogarse como una verdadera carambola histórica. El origen contemporáneo de la villa fue un emprendimiento agrícola-forestal ideado por dos empresarios alemanes que empezaron a ofrecer grandes lotes de tierras a familias germanas. El impulso definitivo a la germanización del área fue el internamiento en Argentina de los náufragos del acorazado alemán Graf Spee tras la Batalla del Río de la Plata (diciembre de 1939). Muchos se instalaron en el pueblo y otros tantos hicieron lo mismo tras la guerra con sus mujeres e hijos tras la invitación de sus antiguos compañeros de armas. Y la huella de esas familias sigue viva en la arquitectura, la gastronomía, la elaboración de la mejor cerveza artesanal del país y en festividades como el Oktoberfest. Esta fiesta vinculada con el consumo de cantidades industriales de cerveza coincide (más o menos) en fechas con el famoso festival de Múnich, aunque en el caso argentino, el origen de la cita argentina es distinto: celebrar la llegada del asfalto al pueblo en octubre de 1957.
El Museo Histórico y Centro Cultural Villa General Belgrano (Uruguay, 105) es un buen lugar para encontrarse con estos hechos curiosos. Es un museo más bien sencillo, pero cuenta con una modesta colección de objetos relacionados con ese remolino de acontecimientos, incluidos algunos uniformes y objetos originales del Graf Spee (y una maqueta brutal del barco). Casi todo lo que hay que ver en el pueblo se encuentra en los alrededores de la calle Julio Argentino Roca: no dejes de subir a la Torre del Reloj (Julio Argentino Roca, 142) para ver la villa desde las alturas; ni de detenerte ante los detalles de los restaurantes, las tiendas y los hoteles. Mira los carteles, las banderas, los muñecos que adornan las puertas de las cervecerías.... Otro punto de interés clásico es la Plaza José Hernández. Aquí te vas a hacer la foto clásica junto al barril de cerveza enorme que anuncia la fiesta del Oktoberfest. Otro lugar interesante es el Paseo de los Arroyos.
Comer en Villa General Belgrano.- Nosotros lo hicimos de maravilla en El Ciervo Rojo (Julio Argentino Roca, 210) que tiene una carta centrada en la gastronomía germana y unos postres de infarto; los sábados por la noche tienen conciertos de bandas tradicionales alemanas.
Dormir en Villa General Belgrano.- No te podemos decir que sea la mejor opción porque sólo dormimos en un lugar, pero Aldea Uruel (Ojos de Agua, 131) nos encantó. El complejo ofrece cabañas al más puro estilo bávaro, una buena porción de césped y piscina climatizada.
Un paraíso alpino llamado La Cumbrecita.- Es uno de esos lugares de los que da pena irse. Este pueblecito se encuentra muy cerca del tramo alto de las Sierras Grandes y para llegar a él hay que tomar la Ruta Provincial 109 desde la Ruta Provincial 5 o desde Los Reartes. Ya el camino de acceso merece la pena y alterna grandes prados, cañones como el que forma el Río Los Reartes, y amplias zonas de bosque en el que se mezclan las especies locales y las importadas por los madereros alemanes (en otoño los colores son sublimes). La Cumbrecita es una ilusión alpina en el Hemisferio Sur. El pueblo se organiza de manera dispersa a través de amplios caminos de tierra pisada por la que sólo pueden circular los coches de los residentes. Los chalets alpinos (dónde la madera se convierte en un verdadero alarde) y el entorno boscoso completan esa estampa centroeuropea. El Puente Peatonal sirve para cruzar el Río de En Medio y da acceso a la calle principal: aquí se apelotonan los restaurantes y algunos hoteles. Algunos edificios adquieren un tamaño verdaderamente monumental. Todo está impecable. Todo está en su sitio.
La Cumbrecita es un destino en sí mismo. Da para un par de días aunque también puede verse lo más importante (dentro de lo accesible) en una jornada. Si vas a estar aquí un día puedes visitar el pueblo y sus alrededores. Si puedes pasar una noche (o dos), las posibilidades se multiplican. Desde el pueblo salen varios caminos que se acercan a las alturas de las Sierras Grandes y llegan a lugares verdaderamente mágicos como el Vallecillo del Abedul al que se accede a través del Sendero de Camino Alto. Este trail de alta montaña tiene una versión ‘corta’ de 13 kilómetros que une varios puntos estrella como el Mirador del Indio, la Cascada Escondida o el Vallecillo del Abedul. Para los más atrevidos queda subir a la divisoria de las Sierras (hay varios refugios de montaña).
Pero también se puede disfrutar de La Cumbrecita con un paseo ligero que no se aleja demasiado de las casitas, los hoteles y los restaurantes. Los puntos más accesibles son La Olla, una enorme poza con una cascada que se encuentra a dos pasos del paseo principal y el Lago de Las Truchas (a menos de 200 metros del punto anterior). La caminata clásica de cualquier visita al pueblo es la que va hasta la Cascada Grande. El sendero es de dificultad medio-baja y apenas demora unos 25 minutos. Y merece mucho la pena. Comer en La Cumbrecita.- Nosotros recomendamos el Café Bar Suizo (calle Pública sn; Tel: (+54) 351 550-0847). Comimos muy bien y el servicio de primera. Como otros restaurantes de la zona, las especialidades son platos de la tradición gastronómica centroeuropea.
Un contrapunto ‘criollo’ en Los Reartes.- Alemanes, suizos, austríacos… Pero la historia humana del lugar es muy anterior al siglo XX y sus avatares. Los Reartes es famoso en toda la provincia de Córdoba por los espectaculares balnearios de su río: los tienes muy cerca del casco urbano del pueblo (formando verdaderas playas en algunos puntos) y también en el camino que sube hasta Capilla Vieja –Costanera Raúl Alfonsín-, dónde hay tramos de río que son, literalmente, divinos e invitan a parar para meter los pies en el agua y dejar pasar el tiempo escuchando el murmullo del agua y el canto de los pájaros. Los mismos paisajes se repiten en el Río de En Medio (es el cauce que baja desde La Cumbrecita).
Pero Los Reartes es uno de los centros históricos más importantes del Valle de Calamuchita. El origen de este lugar fue la partición de una antigua hacienda de una familia de apellido Iriarte a principios del siglo XVIII. El casco de la finca se convirtió en pueblo y poco a poco se fueron construyendo las viejas casonas españolas que hoy forman la Avenida San Martín. Un poco más ‘joven’ es la Ermita de la Inmaculada Concepción, una de esas iglesias recias tan propias de estas tierras en los tiempos del Imperio. Pero es que aquí también hay huellas aún más antiguas. Como ya indicamos con antelación, en la calle Las Tropas, pasando un curioso vado de río, puedes ver unos morteros tallados en la roca que fueron usados por los pueblos prehispánicos que habitaban estas sierras (los comechingones).