Uno va a Santiago de Chile sin muchas expectativas y después se sorprende. Algunas capitales latinoamericanas crían la fama y otras pasan inadvertidas y sólo son o lugares de paso o breves escalas de aeropuerto. La primera vez que paseamos por La Alameda de la capital chilena veníamos encandilados con la majestuosidad de Buenos Aires y el voluptuoso carisma de los y las argentinas. Íbamos con muy pocas ideas preconcebidas: ni buenas, ni malas. Andábamos de mochileros por el continente y llegamos muy tarde desde la fantástica Araucanía y costó Dios y ayuda encontrar un lugar dónde dormir: y ahí empezamos a encontrar algunos de los elementos que nos gustaron de la ciudad. Es un lugar tranquilo. Un lugar seguro donde puedes dar un paseo nocturno siguiendo las normas estrictas que dicta el sentido común y la prudencia. Santiago es una ciudad grande y con muchas cosas que ver. Comparte con algunas de sus vecinas ese carácter algo deslavazado e inconexo de las grandes ciudades latinoamericanas: también la existencia de islas de abundancia y verdaderos mares de carencias. Pero es un lugar que rezuma cultura e historia por todos lados. ¿Cuántos días son necesarios para verla bien? No menos de cuatro. Una de las ventajas, con respecto a otras capitales de la región, es una red de metro súper eficiente que llega, prácticamente, a todos los rincones y de manera rápida. Las idas y venidas son sencillas y uno puede ver mucho en poco tiempo.
El Eje Plaza de Armas-La Moneda.- El centro histórico de Santiago es apenas una veintena de cuadras concentradas entre el eje que forman la Plaza de Armas (centro colonial) y la Plaza de La Constitución (centro republicano). Aquí se apelotonan los escasos restos de la ciudad anterior a la Independencia y otros lugares de interés vinculados con la historia reciente del país. Si vas en metro la mejor opción es parar en La Moneda (Línea 1 –roja-) en plena Avenida Libertador Bernardo O’Higgins (en la famosa Alameda santiaguina). Date un paseo por la Plaza Bulnes antes de cruzar hacia la Plaza de La Constitución. Aquí tienes uno de los primero hitos. El Palacio de La Moneda (se pueden hacer visitas guiadas) y en plena plaza un monumento dedicado a la memoria de Salvador Allende. Estamos en la zona monumental de la ciudad. La mejor manera de llegar hasta la Plaza de Armas es tomar Agustinas y girar hacia la izquierda en el mítico Paseo Ahumada. En la Plaza de Armas puedes ver la Catedral Metropolitana, un edificio neoclásico de la segunda mitad del XVIII con un interior fastuoso y algunos edificios notables. Como la Real Audiencia (Plaza de Armas, 951), una soberbia casona española que hoy es sede del Museo Histórico Nacional. En torno a esta plaza se concentran varios puntos de interés: la sede del Congreso de la Nación (Compañía de Jesús, 1131), el Convento de Santo Domingo (Santo Domingo, 951) o el Museo Chileno de Arte Precolombino (Bandera, 361).
París, Londres y España.- El barrio París Londres está situado apenas a cuatro cuadras de la parada de metro de La Moneda (Línea 1 –rojo-) y es una feliz carambola de acontecimientos históricos que se remontan a los primeros años de presencia española en la ciudad. El germen de este lugar fue un convento. De aquel cenobio sólo queda la Iglesia de Iglesia San Francisco de Alameda (Libertador Bernardo O´Higgings, 816) y su claustro –ambos del siglo XVII y son la edificación más antigua de todo el país-, que alberga el Museo de Arte Colonial San Francisco. El resto del predio del convento fue vendido en el siglo XIX y convertido en una verdadera manzana de las maravillas con una colección de arquitectura a la europea digno de verse. Los principales ejes del ‘barrio’ son las calles Londres y París. Muy cerca de aquí puedes ir a echarle un vistazo a la Casa de Los Diez (Santa Rosa, 179), una casona de principios del siglo XIX que hoy es un activo centro cultural. Lamentablemente, los restos de la ciudad anterior a la independencia son escasos (como sucede en Buenos Aires). Pero lo poquito que queda puede llevarnos a imaginar lo bonita que tenía que ser la ciudad antes de ‘modernizarse’.
El Cerro de Santa Lucía y Lastarria.- Otro imprescindible del ‘casco viejo’ es el Cerro de Santa Lucía, una pequeña colina que alberga varios jardines públicos y algunos edificios de interés histórico. Justo a espaldas de Santa Lucía se encuentra el Barrio de Lastarria, otro de los puntos de interés cultural y gastronómico de la ciudad. El eje que articula esta vecindad bonita de calles estrechas y edificios encantadores es la calle José Victorino Lastarria. Aquí vas a encontrar muchas tiendas, restaurantes y centros culturales y museos (como el Centro Cultural Gabriela Mistral o el Museo de Arte Popular Americano Tomás Lago). También una colección de edificios muy bonita. Y lo de las grandes zonas peatonales le hace ganar mucho como barrio de moda. Ideal para dar un paseo y tomar algo.
Bellavista: cultura de vanguardia y la movida santiaguina.- La Chascona (Fernando Márquez de La Plata, 192) es el epicentro cultural y sentimental del barrio bohemio de Bellavista. Esta casona lleva el sobrenombre de Matilde Urrutia, la última de las múltiples parejas, amigas y amantes del poeta Pablo Neruda, que vivió aquí sus últimos años. La casona es hoy parte de la red de museos de la Fundación Neruda y un foco de atracción de gente que ha convertido al barrio en una de las zonas de moda de Santiago. Aquí abundan las galerías de arte, los restaurantes y los cafés. El barrio invita a ello: calles empedradas y casas de apariencia europea (abundan del estilo alpino) crean una sensación de lugar top. Otro imprescindible del barrio es subir hasta el Mirador del Cerro de San Cristóbal en el Funicular de Santiago. Las vistas sobre la ciudad y la cercana cordillera son brutales. Una buena manera de llegarse hasta el centro es dar un paseo por la Avenida Providencia, la arteria principal de la Santiago moderna.
El nuevo Sanhattan.- La Costanera del Río Mapocho marca el crecimiento de la ciudad hacia la Cordillera. El término de Sanhattan hace referencia al distrito financiero de la capital chilena (de la nada original suma de los topónimos Santiago y Manhattan). Aquí los edificios corporativos apuntan hacia el cielo y entre los rascacielos florecen los Malls, esos centros comerciales que florecen como champiñones por todos lados, El principal atractivo del lugar es acercarse hasta el Sky Costanera (Avenida Andrés Bello, 2425; Metro Líneas 1 y 4 –rojo y azul-) el edificio más alto de Sudamérica. Aquí todo es una oda al consumismo y al capitalismo: subir hasta la planta alta del edificio (imagínate las vistas que se ven desde la terraza 360 grados) cuesta como doce euracos. Para volver hacia el centro no es mala idea caminar un rato por la Avenida Providencia, la arteria principal de la zona de negocios de la capital.
Santiago y la Memoria.- Pesa muchísimo. Pesa. Uno se planta frente a la fachada de La Moneda y parece que ve los aviones que vienen y van destruyéndolo todo. Lo material y lo inmaterial. Uno de los momentos más intensos que vivimos en Santiago fue cuando vimos las gafas rotas de Salvador Allende en el Museo Histórico Nacional de Chile. Es la pieza estrella de una exposición permanente que explora el contexto del golpe de estado de 1973 y sus consecuencias. La sociedad chilena está muy polarizada. En el sur del país, por ejemplo, nos encontramos con varias personas que justificaban abiertamente el exterminio de ‘los extremistas’. Otro lugar dónde se siente ese peso es el Cementerio General de Santiago (Profesor Zañartu, 951; Metro Línea 2 –amarilla- Parada Cementerios). Aquí te vas a encontrar con curiosas historias como las llamadas Animitas, una especie de santoral popular de muertos con poderes sobrenaturales (las más célebres son Carmencita Cañas y Orlita Romero) pero también con muchos rastros de la represión pinochetista. Hay un memorial con los nombres de los asesinados y sorprende que los últimos muertos daten de 1990. También hay tumbas célebres: el mausoleo de Allende o la sencilla lápida de Víctor Jara.
Otro lugar con muchísima carga simbólica es el Estadio Nacional (Avenida Grecia, 2001; Metro Línea 6 –violeta- Parada Estadio Nacional), el lugar dónde concentraron a miles de detenidos y que nos dejó fotos que son parte de la historia. A mí me dejaron pasar sin problema. Simplemente lo pedí con educación y ya está. En el fondo norte, un pequeño trozo de grada original recuerda la terrible efeméride. Y por último hay que hablar del Museo de la Memoria y los Derechos Humanos (Matucana, 501; Metro Línea 5 –verde- Parada Quinta Normal), un moderno centro museístico en el que se explora ese periodo de la historia del país a través de piezas, documentos y testimonios.
Un completo y una empanada.- No pueden faltar. En Santiago puedes comer casi cualquier cosa y con un rango de calidades que va desde lo más sencillo hasta lo más retop, como dicen por aquí. Pero no pueden faltar dos clásicos de la ‘comida al paso’ de la ciudad: los completos, un sabrosísimo perro caliente –pancho le dicen aquí- con tomate natural, mahonesa y aguacate –palta- y las empanadas criollas. Somos fanáticos de los perritos calientes, así que frecuentamos varios lugares. Los lugares más famosos para comer esta verdadera delicia en el centro de la ciudad son Fuente Alemana (Pedro de Valdivia, 210); El Rincón del Portal (Plaza de Armas, 946); La Terraza (Vicuña Mackenna, 24) Hogs (Merced, 294) y los míticos de la cadena Dominó (Agustinas, 1016; Ahumada 146). El otro icono de la gastronomía sencilla del país son las empanadas: las hemos comido muy buenas en Argentina, en Bolivia, en Paraguay… Pero como las chilenas no hay. Y si hay que decirlo se dice y punto. Pide pebre para acompañarlas: es una salsa picante a base de tomate, cebolla, chiles picantes y cilantro que es una maravilla. Las empanadas más clásicas de la ciudad están en Paula A (Los Militares, 6946) uno de los locales señeros de la ciudad situado en pleno Las Condes, uno de los barrios más exclusivos de la capital. Más céntricas son otras opciones como Emporio Zunino (Paseo del Puente, 801); Empanaderia San Luis (Manuel Montt, 2283) o La Empanada Mía (Perú, 1474).
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