Aachen para los alemanes; Aquisgrán para los franceses y la mitad sur de Europa. Ciudad de frontera que fue y vino varias veces de un país a otro y que, incluso, fue el primer intento de capital de Europa varios siglos después del colapso de Roma. Ciudad hermosa. Mucho. Ciudad de peso histórico notable en el que sobresale un nombre mítico del pasado europeo: Carlo Magno. Desde esta pequeña ciudad se gestó el primer gran imperio de Europa occidental tras la caía de Roma: un imperio que se declaró heredero de la vieja capital del mundo, que frenó la expansión musulmana por el Viejo continente e, incluso, llegó a rivalizar con Constantinopla. Hoy Aachen es una pequeña ciudad que se puede recorrer a pie en apenas un par de horas. Nada que ver con vecinas de porte como Colonia (Alemania) o las cercanas Lieja (Bélgica) y Masstricht (Holanda). Pero la grandeza de Aquisgrán reside en ese pasado glorioso que dejó algunas huellas memorables. Todos los que llegan hasta aquí encaminan sus primeros pasos hacia el corazón del altstadt (ciudad vieja) para dejarse sorprender por uno de los edificios más espectaculares de toda Europa.
Hasta la llegada de los francos, Aquæ Granni (Aguas Granum, uno de los dioses curativos del extensísimo panteón romano) era un pequeño puesto fortificado en el que las legiones descansaban después de sus campañas gracias a las aguas termales. De las antiguas Termas Romanas apenas quedan algunos restos bajo los suelos del antiguo palacio de Carlo Magno (ya volveremos aquí después) pero las aguas medicinales siguen siendo uno de los grandes atractivos de Aachen más de veinte siglos después de que los legionarios vinieran aquí a descasar después de sus campañas militares en el norte.
Las Termas de Carlos (Passstraße, 79), es el complejo termal más visitado de Alemania. Estamos ante un edificio moderno (se inauguró en el 2000) que vino a sustituir la mayoría de los viejos balnearios de la ‘Belle Epoque’ destruidos por los bombardeos de la Segunda Guerra Mundial. Para ver lo que queda de aquel esplendor hay que ir hasta el Elisenbrunnen (Friedrich-Wilhelm-Platz), un viejo balneario de principios del XIX que lleva la firma de Karl Friedrich Schinkel, uno de los arquitectos clave del neoclasicismo alemán. A espaldas al viejo balneario no dejes de ver el Elisengarten, otro ejemplo del gusto ‘decadente’ de aquellos tiempos de finales del XIX. En este parque puedes ver, también, la ‘Vitrina Arqueológica’, un pequeño centro de interpretación donde puedes ver algunos restos de la ciudad romana y medieval.
Las aguas curativas también afloran en pleno centro de la ciudad a través del Puppenbrunnen (Krämerstraße, 27), una curiosa fuente e ‘muñecos’ articulados que cuentan la historia de Aquisgrán a la par de surtir las bendiciones del Dios Granum. Pero más allá de los manantiales, la inmensa mayoría de las gente que se acerca hasta Aachen viene a ver su famosa Catedral (Domhof, 1). Este templo magnífico que atesora la totalidad de los grandes estilos medievales se edificó sobre los muros del antiguo palacio de Carlomagno. Dicen que el mítico emperador de los francos eligió la ciudad porque padecía gota y quería estar cerca de las antiguas termas romanas. De aquel palacio sólo queda la llamada Capilla Palatina, un imponente edificio de planta octogonal que se construyó en el siglo VIII siguiendo los modos bizantinos (el propio Carlomagno conocía algunos ejemplos de arquitectura bizantina y dicen que esta capilla se inspiró en San Vital de Rávena). Mármoles, piedras exquisitamente, columnas de bronce labradas y mosaicos fantásticos adornan lo que, posteriormente se convirtió en la catedral más antigua del norte de Europa.
Carlomagno murió en el 814 y sus restos aún reposan en la Capilla Palatina. Su figura se convirtió en un mito de prosperidad política y hasta se le atribuyeron varios milagros y se le canonizó como santo en el siglo XII por orden del ‘Antipapa’ Pascual III. Hoy la iglesia católica lo reconoce como beato, pero el culto a Carlomagno convirtió su magnífica Capilla Palatina en el eje de una catedral desmesurada para el tamaño actual de Aquisgrán donde pueden verse algunos añadidos románicos y una fastuosa ampliación gótica que presume de uno de los más perfectos coros de la Cristiandad. Es uno de los edificios religiosos más bonitos de Europa. Una auténtica gozada repleta de obras de arte y con una carga simbólica brutal para todos los europeos (entre las piezas maestras destaca el Sarcófago de Perséfone, una pieza funeraria clásica del siglo III que fue reutilizado como primera tumba de Carlomagno) . El carácter simbólico de la Catedral de Aquisgrán.- La figura de Carlomagno como sucesor de los césares romanos trascendió más allá de los territorios francos y eso hizo que muchos reyes y emperadores se coronaran en este templo. Entre ellos Carlos I de España.
Un paseo por el altstadt.- Si la Catedral de Aquisgrán es el símbolo del Gran imperio Carolingio, el Ayuntamiento o Rathaus (Market, sn) es la plasmación en piedra de otro importante periodo de la historia germánica: el de las ciudades libres. Este edificio del siglo XIV es uno de esos edificios del gótico civil que tanto abundan por estos alrededores (Brujas, Bruselas, Colonia…). Esta es la pieza más importante, con permiso de la catedral, de un coqueto centro histórico donde abundan las casonas medievales y barrocas. Palacetes como la Casa Coebergh que alberga el Couven Museum (Hühnermarkt, 17), un precioso edificio de finales del XVII que presume de tener “el salón más bello de Aachen”. Más allá de las colecciones de arte y las exposiciones, darse una vuelta por la antigua residencia de los Coebergh (farmacéuticos) es ver cómo se vivía en aquellos tiempos del Baroco alemán.
Es apenas una pequeña muestra de lo que ofrece el altstad. En torno a la Catedral y a la Plaza del Mercado puedes ver una colección de arquitectura digna de las grandes ciudades de la zona. Otra casa que se puede visitar por dentro es la Grashaus (Fischmarkt, 3), una casona medieval que hoy alberga un centro de exposiciones dedicada a la construcción de la unidad europea. Y el resto es caminar e ir descubriendo las pequeñas joyas que se encuentran dentro de los límites de las viejas murallas de las que apenas puedes ver un par de puertas (Ponttor - Pontwall, 18- y Marschiertor –Franzstraße- y un trozo de muralla, el Langer Turm, en Junkerstraße. De todas las iglesias que puedes encontrar en el casco histórico nosotros nos quedamos con la Theresienkirche (Pontstraße, 41). Santa Teresa es pequeña y aparentemente sencilla en comparación con otros grandes templos medievales, pero sólo para ver su retablo barroco merece la pena entrar.
Un paseo por el Lousberg.- Una montaña en pleno centro de la ciudad. Parece que el término Lousberg viene de lousen, que significa mirar. Y no le va mal el nombre. La montaña fue convertida en el siglo XIX en un parque forestal enorme según los gustos de la época. Aquí puedes encontrar monumentos, fuentes, viejos pabellones de recreo y los restos de uno de esos Belvederes de la decadente Belle Epoque. Tampoco falta la presencia de la Iglesia, como no podía ser menos –la Salvatorkirche-.
Museos recomendables en Aquisgrán.- En el Suermondt-Ludwig-Museum (Wilhelmstraße, 18) puedes encontrar una extensa colección artística que va desde la Edad Media hasta el siglo XX con interesantes piezas góticas y renacentistas. Por su parte, el Ludwig Forum (Jülicher Str., 97) dedica sus exposiciones al arte contemporáneo.
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