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Esto es Esparta: una pequeña guía de la ciudad de los 300

Estatua de Leónicas, el mítico rey de Esparta en Las Termópilas.

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“¿Para qué quieren ir a Esparta?” La primea reacción del recepcionista del hotel en Atenas nos dejó un tanto helados, la verdad. “Allí no hay nada”. La antigua ciudad del Rey Leónidas era uno de los puntos más importantes que teníamos en nuestro viaje por Grecia. Queríamos ver el lugar que durante siglos sirvió de contrapoder a la maravillosa Atenas clásica y ver qué quedaba de aquella ciudad guerrera que en Las Termópilas sirvió se muro ante el avance del despotismo oriental por Europa. EL mito de los espartanos sigue vivo en Grecia, pero su ciudad ha pasado de ser una de las polis más importantes de la Antigüedad griega a una pequeña población que tiene más de pueblo grande que de ciudad. Situada en la mitad sur de la Península del Peloponeso, Esparta no queda de camino para casi ningún sitio ya que las dos grandes ciudades de esta zona de la Grecia continental quedan en la costa norte de la península (Olimpia, Patrás y Corintio). Es decir, para ver Esparta, tienes que ir a Esparta. Y por eso el recepcionista del hotel nos miró con cara de ver a alguien que no sabe ni lo que está diciendo: “¿Para qué quieren ir a Esparta?”

La Esparta de hoy es un plácido pueblo grande rodeado de enormes campos de olivos y que tiene como telón de fondo el muro de bosques y roquedales calizos de los Montes Taýgetos, una de las cadenas montañosas más imponentes del país y el escenario donde los espartanos arrojaban al vacío a los niños y niñas que nacían con defectos físicos que los hacía ‘inútiles’ para la actividad central de la cultura local: la guerra. Ya por eso merece la pena. Más allá de los montes (el Paso de Langada les una de las carreteras de alta montaña más bonitas de Europa) da paso a una costa bonita repleta de playas y calas donde el turismo de masas aún no ha puesto la garra. Pero más allá de lo que uno puede ver (que no es poco si eres amante de las piedras con pedigrí), llegarte hasta aquí es leer una de las páginas más importantes de la historia más remota del Mediterráneo.

Esparta es Esparta. Y ya está. Es su leyenda. Una estatua del Rey Leónidas preside la entrada al campo de fútbol (Triakosion, 77) y lo que los arqueólogos identifican como el antiguo foro romano espartano para la mística local es el Cenotafio del mismísimo Leónidas (Agidos, 82) aunque lo más seguro es que el mítico rey fuera enterrado sin mucha pompa en Las Termópilas. Una buena idea después del primer paseo somero por la ciudad es acercarse al Museo Arqueológico (Agiou Nikonos, 231) donde hay mucho más romano que griego pero es interesante de ver y te ayuda a comprender lo que vas a encontrar entre las calles de la ciudad. Los tiempos de gloria de Esparta reposan sobre los hombros de los homoioi. Los hombres libres de Esparta recibían una durísima formación militar que tenía su reflejo en el mejor ejército de la Grecia antigua. Por eso cuando Roma conquistó la zona la gloria pasó. Y con ella languideció la propia ciudad que se despobló en la Edad Media a favor de la vecina Mystra.

La joya de la corona es la Acrópolis de Esparta. Este lugar ejercía un papel de centralidad en la vida de los espartanos. El Santuario de Atenea Chalkioikos, por ejemplo, era el lugar donde los niños espartanos eran instruidos en las habilidades de la guerra (un proceso de aprendizaje que recibía el nombre de Agogi y que incluía una rígida forma de vida basada en las privaciones y la violencia). De los tiempos de la Esparta clásica sobreviven varios santuarios y los restos del ágora, antiguo mercado y plaza pública de la ciudad. Sin embargo, el edificio histórico más espectacular de la ciudad es de origen romano (el Teatro ocupa prácticamente la mitad de la acrópolis). Por los alrededores de la ciudad puedes ver otros santuarios y templos (como el Santuario de Artemisa Ortia (Kleomenous, 4) que se encuentra muy cerca de la Acrópolis.

De la ciudad moderna, la verdad, poco hay que ver. El entorno de la Plaza Central tiene algunos edificios bonitos de ver. Más allá de los rastros de la vieja Esparta, otro punto fuerte de la ciudad es su relación histórica con el aceite de oliva. Una de las viejas almazaras de la ciudad se ha reconvertido en el Museo Griego de la Aceituna y el Aceite de Oliva (Othonos Amalias, 129) que es una pasada. Aquí vas a encontrar desde hojas de olivo fosilizadas con miles de años encima y una exposición brutal sobre la historia de uno de los tres pilares de la cultura mediterránea (la famosa triada que se completa con el vino y el trigo). De los mejores museos que hemos visto nunca.

El Menelaion (acceso desde la carretera Esparta-Gerakiu).- Mucho antes que Esparta la cultura micénica se extendió por Laconia (así se llama esta zona del Peloponeso) salpicando el paisaje de pequeñas ciudades que fueron las precursoras de las polis clásicas. Este lugar, además, tenía un importante significado simbólico para los griegos ya que se identificaba como la corte del Rey Menelao y su esposa Helena durante el periodo mítico de la Guerra de Troya. Por eso aquí se erigió un santuario en honor a estos personajes clave de la historia simbólica de Grecia y germen del culto al héroe. En medio de los restos de la antigua población micénica podemos ver el Menelaion, un monumento erigido para el culto a estos héroes. Es curioso pensar que los antiguos griegos viajaran hasta aquí para ver restos arqueológicos.

Las ruinas de la ciudad cruzada de Mystra.- Un rastro de la Cuarta Cruzada en las ladera del los Taýgetos a escasos diez kilómetros del centro de Esparta. A principios del siglo XIII, una coalición de cruzados europeos apoyados por la poderosa flota de Venecia saquearon Constantinopla y se repartieron buena parte del Imperio Bizantino dividiéndolo en pequeños principados y feudos que pese a mantener una teórica lealtad a la vieja Bizancio, a la postre, terminarían ocasionando la caída del imperio dos siglos después y la emergencia de un nuevo poder en Europa: el Imperio Otomano. Mystra es una pequeña ciudad ‘franca’ (esto es construida por los cruzados) que surgió a mediados del XIII en torno a una fortaleza. Los días de gloria de Mystra coinciden con estos dos últimos siglos de poder bizantino. Sobre el papel, el lugar estaba bajo vasallaje al emperador de Constantinopla, pero los que realmente mandaban eran los venecianos. El resultado de esta combinación de poderes fue un comercio muy potente que se manifestó a través de grandes monumentos.

La Mystra de Hoy es una colección de ‘ruinas’ en las que apenas podemos ver media docena de edificios en buenas condiciones. En el Museo Arqueológico de Mystra (Ciudad Baja) puedes ver numerosos restos arquitectónicos y artísticos y, sobre todo, una colección que pone de manifiesto las relaciones de este lugar con los mercados occidentales. Y de la vieja ciudad hay que destacar el monasterio de Santa María Peribleptos con sus frescos bizantinos el Palacio de los Déspotas, que llegó a ser el segundo más grande y rico de todo el imperio y el Castillo de l Acrópolis. El yacimiento es relativamente pequeño y puedes verlo prácticamente todo en dos o tres horas. Una iglesia rupestre a poca distancia de Mystrá.- La moderna Mistrá no tiene la monumentalidad de su antecesora, pero si un par de cosas que ver. Desde las Fuentes del Parorion (Parorio 231) parte el sendero que asciende al Pico Pitsa a través de un estrecho desfiladero lleno de cuevas naturales. En una de ellas está Panagia Lagadiotissa, una iglesia rupestre modesta pero con unos frescos muy bonitos de ver. El camino desde las fuentes apenas demanda quince minutos y es muy bonito.

Fotos bajo Licencia CC: Andy Hay; Julien Maury; Brad Hostetler; Panegyrics of Granovetter; Vassilis; Costas Tavernarakis;

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