Uno de los clásicos de cualquier viaje más o menos largo a Lisboa es aprovechar una jornada para acercarse a Batalha para ver uno de los edificios medievales más bellos de Europa (el Monasterio de Batahla, un alarde de gótico manuelino que se construyó para conmemorar el triunfo de los portugueses sobre los castellanos en Aljubarrota -1385-). El trozo de tierra que separa Coimbra y la capital lusa puede presumir de tener una de las concentraciones de patrimonio histórico más impresionantes de Europa: pero la ya mencionada Batalha y Alçobaca (con otro monasterio que quita el hipo) se llevan todas las miradas de los viajeros que se escapan de Lisboa para hacer una excursión de ida y vuelta o los que viajan hacia el norte en demanda de la estupenda Coimbra (de lejos la ciudad que más nos gusta del país luso) o la fantástica Oporto. Pues Óbidos queda justo en la ruta que va desde Lisboa a Alçobaca. Y detenerse aquí no sólo supone conocer un espacio de gran belleza; también es la oportunidad de hacer un viaje virtual en el tiempo a través de las muchas piedras con solera que adornan este pequeño pueblo (apenas 3.100 habitantes).
Óbidos es su muralla y lo que hay dentro. Estos muros gigantescos se levantaron sobre una antigua fortificación árabe anterior hace más de 800 años: en plena campaña de expansión de Portugal hacia el sur. Más de mil quinientos metros de muros de piedra (con tramos de más de trece metros de altura) que han sido declarados como una de las siete maravillas del país luso. Una maravilla que nació justo en los tiempos en los que los cristianos asediaban Lisboa en su lento avance hacia el sur. Una construcción que se ha ido completando a lo largo de la historia añadiendo elementos góticos, manuelinos, renacentistas y barrocos al sustrato románico. Y de ahí la espectacularidad del conjunto. Como decíamos, una de las siete maravillas del país vecino, que teniendo lo que tienen no es poco. Y es que Óbidos se estrena de manera estupenda: con la Porta da Vila, una puerta monumental decorada con azulejos y una pequeña ermita elevada (en realidad un balcón) que adelanta lo que nos vamos a encontrar en el interior del recinto amurallado.
La Calle Direita sirve de eje de comunicación directa (no se comieron la cabeza para ponerle el nombre) entre la Porta da Vila y el Castelo. Y a la vera de esta calle flanqueada por casitas encantadoras y encaladas se encuentran los principales edificios históricos y lugares públicos de la pequeña localidad. En la Plaza de Santa María, por ejemplo, se apelotonan el Pelourinho, una picota que representaba el poder real en la ciudad y donde se ejecutaban las sentencias judiciales y castigos; el Museo Municipal (Rua Direita, 97), que ocupa las dependencias del antiguo ayuntamiento y cuenta con una buena colección de piezas arqueológicas y obras de arte; la Casa do Telheiro (Plaza de Santa María, sn), con su preciosa fachada abalconada, y la Iglesia de Santa María (Plaza de Santa María, sn), una edificación ampliamente reformada durante el Renacimiento (con bóvedas pintadas y muros forrados de azulejos) que guarda una de las mejores esculturas funerarias del país: la tumba de Don João de Noronha.
Un regalo para la reina.- La importancia estratégica de Óbidos fue decayendo según la frontera se desplazó hacia el sur. Pero aún así, el lugar mantuvo una importancia simbólica a lo largo de los siglos gracias a la vinculación directa de la villa con las reinas portuguesas. Alfonso II de Portugal regaló el castillo de Óbidos a Urraca de Castilla como regalo de bodas y desde entonces, y hasta el siglo XIX, se perpetuó el regalo como tradición. Y eso garantizó la supervivencia del Castelo (Paço Real) como recinto palaciego y su reacomodo a las necesidades de cada momento con el paso de los siglos. Y el resultado es un edificio magnífico que tiene partes románicas; detalles góticos; una buena porción de decoración manuelina; elementos renacentistas y hasta barrocos. Hoy forma parte de la exclusiva red de Pousadas de Portugal pero puedes visitar sus jardines y comer en su restaurante. Y, desde aquí, acceder al paseo de ronda por el perímetro de las murallas.
Antes de salir de los muros de la ciudadela (por la Puerta do Vale para no repetir), no dejes de callejear. No te va a llevar mucho tiempo y merece la pena visitar sus otras iglesias (si tienes que elegir una ve a La Misericordia –Largo da Misericordia- que tiene el honor de ser el primer edificio barroco de Portugal), antiguos palacios (como la Casa do Arco da Cadeia -Rua Padre Nuno Tavares-, una de las más lindas del casco histórico) y aprovechar algún lance de la jornada para probar la ginja, un delicioso licor de guindas local que hasta no hace mucho se le daba hasta a los niños antes de mandarlos a dormir. Fuera de las murallas, los elementos patrimoniales más importantes son el Acueducto, una obra de ingeniería hidráulica del siglo XVI que está en perfecto estado de funcionamiento y el entorno del Cementerio.
Cosas que ver a dos pasos de Óbidos.- El lugar más famoso es el Santuario del Señor de la Pedra (Largo do Santuário, sn), uno de los mejores ejemplos de arquitectura barroca de todo Portugal. Este templo de mediados del XVIII se levantó en honor del rey Joao V y cuenta con una muy buena colección de obras de arte y objetos litúrgicos. También muy cerca de Óbidos puedes visitar las ruinas de la ciudad romana de Eburobrittium (Acceso desde ruta N8 por pista sin asfaltar), de la que apenas empiezan a salir sus restos después de su descubrimiento. Otro de los lugares que hay que ver sí o sí es el ‘Lagoa’ de Óbidos (Acceso por la ruta M-575) una gigantesca albufera de aguas salobres que culmina en playas alucinantes.
Fotos bajo Licencia CC: Vitor Oliveira; Edgar Jiménez; Sergei Gussev; Otávio Nogueira