Habitualmente, los viajeros y viajeras que llegan a la capital de Noruega apenas pasan aquí un par de horas antes de partir hacia los destinos más atractivos del país: desde aquí parten hasta Bergen para empezar a visitar los famosos fiordos o aún más al norte respondiendo a la llamada de lugares míticos como las Islas Lofoten o ese norte extremo dónde lo extremo de lo geográfico (uno de los puntos más septentrionales de Europa) y natural se unen al encanto de la cultura lapona, uno de los últimos grupos étnicos ancestrales del viejo continente (un oasis de autenticidad en un continente cada vez más homogéneo). Oslo es una ciudad relativamente pequeña (693.000 habitantes) y muy cómoda de visitar. Es un lugar limpio, bonito, organizado e interesante. Impresionante y hasta deslumbrante en los meses dónde el sol es protagonista (mayo-octubre) e íntima y recogida durante los largos y rudos inviernos nórdicos.
Oslo se deja visitar muy fácilmente en cualquier época del año, aunque es en los meses de primavera y verano cuando la luz y la temperatura permiten disfrutar a tope no sólo de la ciudad, sino del imponente escenario en el que aquellos míticos vikingos fundaron una pequeña posta comercial para estar más cerca del estratégico Estrecho de Jutlandia (el que une el Mar Báltico al Océano Atlántico). En el siglo XI, y por orden del Rey Harald III, se construyó un pequeño puerto en el extremo norte de un estrecho fiordo plagado de islas, peñascos y estrechos. En aquellos tiempos, Bergen mandaba como ciudad capital del reino. Pero el puerto prosperó y poco después ya era residencia de reyes, asiento de comerciantes y meca de arquitectos y artistas.
De la Oslo de aquellos primeros siglos queda muy poco. El uso intensivo de la madera es mal amigo del tiempo y del fuego, que asoló la ciudad varias veces obligando a las autoridades a planificar la ciudad en damero (al uso renacentista) y a privilegiar la piedra y el ladrillo. El casco histórico es un pequeño barrio de apenas un par de cuadras articulado por el eje que forman la Catedral de San Salvador (Karl Johans gate, 11) y el Palacio Real Palacio Real (Slottsplassen, 1), rodeada de espectaculares jardines que ameritan un par de horas de paseo tranquilo. La calle que une estos dos hitos es Karl Johans gate: en los alrededores de la catedral es una calle céntrica repleta de viejas casas y comercios (dónde se reproducen todas las grandes marcas y logos de las ciudades occidentales) y más al poniente, boulevard arbolado dónde se apelotonan los grandes edificios públicos de la capital: la sede del Parlamento, la Universidad, el Teatro Nacional… Todo en apenas unos centenares de metros monumentales. Si pasas aquí dos o tres días caminarás por Karl Johans gate un buen par de veces. Si eres de ir a ver museos, te recomendamos la Galería Nacional Galería Nacional (Universitetsgata, 13) con una más que aceptable colección de arte que tiene a ‘El Grito’, de Munch, como pieza estrella. El Museo Cultural Histórico Museo Cultural Histórico (Frederiks gate, 2) tiene una colección interesante de arqueología nacional e internacional –obviamente destacan las salas vikingas-.
La arteria más importante de la ciudad ejerce de límite norte del Sentrum. Al sur de Karl Johans gate se abren las calles más añejas de una ciudad que fue prácticamente renovada en el siglo XVIII. La Fortaleza de Akershus ocupa el extremo sur de la antigua Oslo y aún parece proteger las riveras del viejo puerto. Aquí se encuentran las piedras más antiguas de la ciudad (siglo XIII) y sus huellas más añejas. El castillo es una sucesión de antiguas torres y baluartes que se mezclan con construcciones más modernas en forma de verdadero potaje arquitectónico. Para los amantes de la historia bélica aquí hay dos buenos lugares que ver: el Museo de la Defensa (Akershus festning, bygning 62), que aparte de armas, armaduras y otros tipos de material bélico tiene algunas piezas vikingas, y el Museo de la Resistencia Noruega Museo de la Resistencia Noruega (Akershus festning, bygning 21), que cuenta la historia de la heroica resistencia del pueblo noruego durante la ocupación alemana de la Segunda Guerra Mundial –sólo por ver por dentro el almacén del siglo XVII merece la pena-.
LA NUEVA OSLO (Y LA MÁS VIEJA) .- A ambos lados de Akershus se extiende la nueva ciudad. Como en otras grandes urbes europeas costeras, los viejos muelles se han convertido en un polo de desarrollo urbanístico donde pugnan, a la par, la arquitectura de vanguardia y la especulación. El ejemplo paradigmático es el Aker Brygge, un barrio de nuevo cuño repleto de restaurantes (carísimos), nuevos iconos arquitectónicos e instalaciones culturales como el Museo de Arte Moderno Astrup Fearnley Museo de Arte Moderno Astrup Fearnley (Strandpromenaden, 2) que es, en sí mismo, una verdadera obra de arte –en el barrio también hay una playa bastante frecuentada por los locales durante el verano-. Al otro lado del viejo castillo, el Edificio de la Ópera (Kirsten Flagstads Plass, 1) es el gran icono de Game Oslo, otra de las zonas de expansión de la ciudad. Un lugar, por cierto, que también tiene un hueco para la historia más remota de la capital noruega. A orillas de un lago artificial se encuentran las ruinas de la Iglesia de Santa María, uno de los pocos lugares visitables de la Oslo primitiva del siglo XI. En los alrededores hay otros restos de los primeros años de la ciudad (una casona nobiliaria, otra iglesia –San Clemente-, la Catedral y el Palacio Episcopal). Un pequeño Museo de Sitio nos ayuda a comprender la trama de la antigua Saxegaarden, nombre primitivo de la ciudad.
UN PASEO HASTA BYGDOY .- La forma más bonita de llegar a esta península situada al oeste del centro es a través de los transbordadores que salen desde Aker brygge: no sólo te ahorrarás dar un rodeo enorme por transporte terrestre (línea 30 de los autobuses urbanos desde el Teatro Nacional) sino que podrás ver desde el agua la arquitectura de vanguardia del nuevo barrio. Bygdoy es todo lo contrario a Aker brygge: antiguas granjas con enormes extensiones de huertas, vecindarios de casas pequeñas, una muy buena porción de bosque y hasta una playa que se abre al fiordo entre los troncos de los árboles. Es un trozo precioso del entorno de Oslo, pero la inmensa mayoría de viajeros y viajeras que llegan hasta aquí lo hacen por una única razón: el Museo de Barcos Vikingos Museo de Barcos Vikingos (Huk Aveny, 35), una auténtica pasada. Aquí se exhiben tres soberbias embarcaciones que fueron usados como ajuar funerario por la civilización vikinga (dos de ellos, el barco de Gokstad y el de Oseberg, casi intactos). Ni que decir tiene que es una cita obligada para los amantes de la historia o de la navegación. Es uno de los lugares que hay que ver sí o sí en Oslo. A dos pasos de aquí está el Museo del Pueblo Noruego Museo del Pueblo Noruego (Museumsveien, 10) en el que se hace un repaso bastante didáctico a la etnografía del país. Otro punto de interés de Bygdoy es su costa en la que hay playas muy bonitas (aunque el agua esté gélida aún en los meses más calurosos del verano –ver mapa-).
EL PARQUE DE LAS ESCULTURAS .- El escultor local Gustav Vigeland dedicó la mayor parte de su obra a embellecer su ciudad; y el mejor regalo fue el Parque Vigeland, un enorme pulmón verde repleto de esculturas obras del genial artista noruego. El punto fuerte de este lugar es el propio parque e ir explorando los rincones hasta llegar al icónico Monolito, un impresionante obelisco de cuerpos retorcidos que pone de manifiesto la maestría del escultor. Para completar la visita, si te interesa el arte, puedes visitar el Museo Vigeland (Nobels gate, 32), en el que se recoge el testamento vital y artístico de una de las grandes figuras de la cultura noruega.
OTRAS VISITAS INTERESANTES .- Una de las ventajas de una ciudad como Oslo es que todo queda más o menos cerca del centro. Las tres visitas que te planteamos a continuación se encuentran al norte de Karl Johans gate, pero a una distancia no superior a los 30 minutos de paseo tranquilo. Empezamos por el Museo Munch (Tøyengata, 53) instalado en la que fuera la casa del genial pintor local. Las obras más importantes están ya en la Galería Nacional, pero aquí podrás ver una gran cantidad de cuadros que permiten ver la evolución del pintor y su estudio. Muy cerca de aquí se encuentra el barrio de Vulkan, que se ha puesto de moda por su estilo de vida alternativo que incluye la conversión de grandes espacios verdes en granjas colectivas, el arte callejero y la recuperación de edificios; otro de los atractivos de esta zona es el Mercado de Mathallen, que se ha convertido en una de las referencias gastronómicas de la ciudad. Ahí al lado está el Cementerio de Nuestro Salvador (Akersbakken, 32). Hay gente a la que le gusta visitar este tipo de lugares: una de las tumbas más espectaculares del complejo es la de Edvard Munch. Otro barrio interesante de ver es Grunerlokka, que se ha convertdo en el epicentro de la movida hipster de la capital (ya sabes, cafés, tiendas de moda vintage, restaurantes alternativos, galerías de arte…).
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