Cientos de imágenes inéditas de la toma de Santander y Cantabria por las tropas sublevadas del general Francisco Franco han sido hechas públicas por la Biblioteca Nacional de España, a través de su Biblioteca Digital, lo que saca a la luz valiosos documentos que, elaborados por los servicios de propaganda franquistas y el Ministerio del Interior, hasta ahora estaban almacenados en archivos oficiales.
Los documentos siguen el paso de las tropas sublevadas en su avance hacia Santander, una vez caído el frente republicano en Vizcaya. Son documentos de alto valor histórico en donde quedan reflejados el carácter de las tropas de ambos bandos, los estragos en las localidades y el contexto social de unos años, 1937 y 1938, en donde imperaba la miseria, el hambre y el miedo.
Las imágenes fueron tomadas por fotógrafos militares que trabajaban para la entonces denominada Delegación del Estado para Prensa y Propaganda, aunque las relativas a 1938 ya corresponden al Ministerio del Interior dado que el régimen franquista consolidaba sus estructuras administrativas cuando la guerra ya estaba definitivamente decantada hacia el bando sublevado.
Más de 80 años después de su captación, las imágenes quedan despojadas de su valor propagandístico y alcanzan un gran valor histórico y sociológico. Fueron tomadas con fines propagandísticos y, en consonancia, contrastan la determinación de las fuerzas atacantes, así como el desánimo y la miseria en que vivían inmersos los derrotados. No hay imágenes de combates ni de víctimas mortales y sí las que reflejan la “alegría” y “entusiasmo” por la “liberación” y actividades como limpieza de calles, destrucción de leyendas republicanas en edificios y reparto de comida a la población.
Seis días de agosto
Los documentos gráficos se centran en seis días de agosto, desde el día 25 hasta el 30, ambos inclusive, cuando el frente se había desplomado y la capital cántabra se encontraba prácticamente abandonada al correrse la línea de frente hacia occidente, hacia Asturias. En estos días, las tropas franquistas, que se habían internado en Cantabria en un movimiento de tenaza desde Campoo y Vizcaya, entraron en Santander por Peñacastillo y a su paso fueron tomando prisioneros, los cuales se concentraron en Santander.
Largas columnas de presos ocupaban todo el Paseo de Pereda y los aledaños de la iglesia de San Roque. Hubo un campo de milicianas prisioneras en la primera playa de El Sardinero y empezaron a abrirse campos de concentración, de los que hay numerosos registros de los de Corbán y La Magdalena.
Siguiendo el ejemplo de la propaganda nazi en Alemania, cuyo primer campo de concentración (Dachau) data de 1933, el franquismo no solo no los ocultó en los primeros años sino que dio una amplia difusión de los mismos como centros de reeducación política y de alfabetización.
Pueden verse en las fotogalerías que publica eldiario.es cómo los prisioneros recibían información de la marcha del conflicto, recibían clases de alfabetización, se bañaban en las playas y hacían ejercicio y comían en lo que ahora es la campa y el paraninfo de La Magdalena. También salen a la luz documentos relativos a la enfermería, la preparación y distribución del rancho, así como encuentros con familiares.
Como es de esperar, los servicios de propaganda franquista ensalzaron las figuras de los mandos de operaciones. El general Dávila, que estaba encargado de la dirección de las fuerzas sublevadas en el norte, es una presencia habitual en las tomas de Santander, pero también tiene presencia el jefe de las tropas italianas, el general Doria Roiseco, que tuvo un protagonismo especial en la captura de la capital, así como mandos medios, batallones, regimientos y personajes como el general Solchaga, jefe del Cuerpo del Ejército de Navarra, uno de los golpistas más importantes y líder de los requetés durante la contienda. La visita de Franco a la región en estos momentos también está documentada profusamente.
El material bélico es registrado por los fotógrafos de los sublevados, ya que el 27 de agosto tuvo lugar en El Sardinero un gran desfile por la victoria (ya el día anterior la entrada de las tropas tuvo también carácter de desfile con múltiples muestras de entusiasmo y adhesión de la población como se refleja en las imágenes). En dicho desfile se observan los carros de asalto, caballería y vehículos de transporte utilizados por el ejército franquista. De los restos del ejército republicano apenas hay registros, salvo algún autobús destruido.
Los documentos también reflejan el estado de la capital en el año 1938, con escenas de la vida cotidiana, cuando aún el conflicto proseguía en otras partes de la geografía española, una vez caído el frente del norte.
Cabe llamar la atención sobre las imágenes de los refugiados y evacuados de otros puntos, muchos de los cuales acampaban en pésimas condiciones en los Jardines de Pereda, en donde las escenas de miseria son cotidianas y puede observarse hasta equinos muertos, algo que la propaganda del régimen denominó como “miseria y suciedad” y que rápidamente quitó de la vista.
La represión franquista en Santander fue exhaustiva y prolongada en el tiempo con miles de condenas a muerte. En los muros del cementerio de Ciriego se ejecutó a más de 2.000 personas, muchas de ellas retratadas en estas imágenes que alcanzan así una dimensión trágica. Una serie de monolitos recuerdan su memoria en el mismo camposanto.
Las fotografías documentan también una ciudad que desapareció tras el incendio de 1941. Aparte de los estragos de la guerra, en las imágenes puede contemplarse lo que era la Avenida de Rusia (hoy Plaza del Ayuntamiento y Calvo Sotelo), así como el bulevar del ensanche del Paseo de Pereda y los edificios existentes en Becedo y en lo que ahora ocupan las calles Isabel II y Lealtad, abiertas tras el incendio para facilitar el acceso a la bahía y rompiendo de este modo la continuidad que la calle Alta tenía hasta la misma catedral.
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