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Iris Cagigas, la mujer que lleva los bolos en la sangre: “Son casi el 50% de mí misma, no puedo estar alejada”

6 de diciembre de 2022 21:44 h

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Iris Cagigas (Cubas, 1997) lleva los bolos en la sangre. Primero jugó su abuelo, con el que todavía se siente conectada gracias a ese deporte. Cuenta satisfecha que, sin haberle visto jugar, gente que sí lo hizo le ha dicho que tiene su mismo estilo. También se siente “más vinculada” con su tío Santi, que falleció en 2020, el día antes del quinto regional de Cagigas. “Estaba muy orgulloso de lo que yo hacía en los bolos”, reconoce emocionada.

El deporte autóctono de Cantabria se convirtió en una parte fundamental de su vida desde que iba a ver jugar a su padre ya con “dos o tres añucos” y que le parecía “el mejor del mundo”. Cuando a los 9 años llegó a su colegio una iniciativa para hacer una escuela de bolo palma y losa como actividad extraescolar, no lo dudo ni un segundo. “Sin preguntar a mis padres ni nada, rellené el acta, firmé y me apunté”, cuenta la jugadora.

“Mi padre, encantadísimo de la vida. Mi madre no tanto porque no era muy fan de los bolos, pero sí es verdad que todos en mi familia siempre me han apoyado. Siempre ha sido la que año tras año me llevaba por las boleras a todos los concursos que yo quería tirar, que mis veranos eran una locura”. Esa locura comienza tras ascender poco a poco hasta participar en un concurso que se celebraba en Hoznayo. Allí conoció a Óscar González, que sería quien la introdujese en el mundo de la competición. “No sé si mi madre se arrepiente de ello o no, porque fue donde empecé como la Iris competitiva que tiraba absolutamente todo”, cuenta.

Así, con 11 años, le metió en un equipo y comenzó a competir en la liga absoluta. “Hicieron una norma especial para que yo pudiese jugar porque hasta ese momento tenías que tener como mínimo 12 o 13 años para jugar y yo tenía 11 años”. Además, tuvo que jugar con los chicos mucho tiempo, lo que hizo que en un inicio fuese complicado encontrar su hueco en un deporte masculinizado.

La gente no estaba acostumbrada a que una niña fuese con los niños porque hasta que llegó ella solo había jugado algún partido otra chica de Los Corrales, “pero nunca habían estado compitiendo individualmente cara a cara con las mismas condiciones que ellos”, cuenta Iris. “Es verdad que los primeros años tanto mi madre como yo tuvimos comentarios de 'qué vergüenza que traigan a esta niña aquí a jugar con los niños', 'es lamentable que la traigan', 'le está quitando el puesto a un niño'... Cuando realmente no me estaban dando ningún trato especial y simplemente había hecho más bolos que otros niños. Mi puesto me lo había ganado”, asegura Cagigas.

Afirma que al final lo único que consiguieron fue que “en lugar de aguantarme uno o dos años que suele ser lo normal, tuviesen que aguantarme cuatro años más”. Por suerte, cree que “la situación poco a poco se ha ido normalizando” y “la gente lo va viendo un poquillo mejor”, aunque se mantenga en su mayoría como “un deporte de hombres y de ancianos”. Iris achaca este cambio de mentalidad al trabajo que hacen las jugadoras que, no solo intentan dar el 100% y hacerlo lo mejor posible, sino que “van cambiando ese estereotipo que tienen de nuestro juego. Tienen una mentalidad de que una chica que juega a los bolos tiene que ser una chica armario, fuerte, como quien dice burra, y no es así. Yo creo que tenemos un juego bastante delicado y cuidadoso”, defiende.

Los bolos, aunque lo tengamos ahora como un deporte, sigue siendo un juego tradicional y lo más valioso que tiene es el compañerismo

En cualquier caso, ahora forma parte de la Peña de Torrelavega con otras cuatro compañeras, entre ellas su hermana. Formar parte de un equipo es un aspecto esencial para Iris porque “los bolos, aunque lo tengamos ahora como un deporte, sigue siendo un juego tradicional y lo más valioso que tiene es el compañerismo. El estar jugando y pasándolo bien incluso poniendo los cinco sentidos en el juego”, explica, un hecho que incluso permite que disfrute hasta de los entrenamientos.

Por eso le resulta difícil elegir entre competir de forma individual o en equipo. Aunque jugar con sus compañeras implica sentirse arropada, también “tienes una responsabilidad y a mí no me gusta fallarlas. Te aseguro que ellas pensarán igual”, defiende Cagigas. Fallar un tiro implica 'cargarse' el trabajo de sus compañeras, mientras que individualmente es distinto. “Sabes que, si te la juegas, te la juegas tú. Si sale bien eres tú, pero si sale mal a la única que perjudicas también es a ti. Entonces no sabría que decirte”, reflexiona.

“Hay ciertos momentos en los que quieres tirar la toalla”, confiesa Iris. Aunque ha encontrado un sitio en el que se siente a gusto y tiene un lugar en el mundo de los bolos, los momentos complicados siguen dándose a veces hasta llegar al punto de no saber “cómo luchar” contra ellos. “Pero luego lo piensas fríamente” y la pasión por este juego impide que se plantee abandonarlo porque “los bolos son casi el 50% de mí misma, no puedo estar alejada”.

Cagigas lo dice de manera literal, porque cuando tuvo una lesión que le impidió jugar durante un año no se separó de los bolos, seguía yendo a todas las competiciones. Es más, “si algún día me planteo, por lo que sea, no poder jugar, yo creo que, o volvería a armar, o haría el curso de arbitro. Creo que de alguna forma seguiría ligada al mundo de los bolos”.

La jugadora espera transmitir esa pasión por los bolos a las más jóvenes con la esperanza de que haya un relevo generacional. “Creo que es responsabilidad nuestra cuidar a esas pocas chicas de 16 a 20 años que son el futuro. Aunque las que estemos ahora mismo arriba seamos jóvenes, por una cosa o por otra tendremos que dejarlo así que debemos intentar que haya una base para nuestra categoría”, argumenta.

Fomentar el relevo generacional en un deporte tradicional

Hay una serie de iniciativas que también intentan fomentar la práctica de los bolos en los más jóvenes como el proyecto divulgativo 'Madera de Ser'. El problema que le ve Iris a esta tarea, que considera necesaria, es que “yendo un solo día o dos no puedes aficionar a los niños a un deporte que es tan difícil. Al final el fútbol les pones un balón en los pies y es darle patadas, es más sencillo. Pero con los bolos tienes que tener muchísima paciencia”. No ve factible explicar todas las reglas que tienen los bolos en un lapso de tiempo tan corto, por eso defiende que hay que ir a las escuelas, pero sobre todo que hay que ir más.

Asimismo, debería complementarse con algo de divulgación. Ella ha colaborado con 'Madera de Ser' dando charlas en escuelas y le sorprendió darse cuenta de que “había muchas niñas, sigue habiéndolas de hecho, que no sabían que jugaban las mujeres. No puede ser que un deporte que es nuestro, que es de aquí, haya mucha gente que no sepa lo que es un bolo o que haya muchas chicas que sabiéndolo no sepan que pueden jugar”, afirma convencida.

La pasión que siente Iris por los bolos o el hecho de que sea un juego divertido no implica que no conlleve trabajo. Para ella nunca ha sido una obligación, pero como persona “muy competitiva” ha entrenado mucho desde el principio. “Si quieres una recompensa tienes que hacer un trabajo, siempre”, defiende la jugadora. En este sentido, la organización para Iris Cagigas es clave, porque ha tenido que compaginar sus entrenamientos con dos títulos de Formación Profesional, otro de Electromedicina Clínica, el instituto y, ahora, con unas oposiciones.

“En el instituto tenía las cosas bastantes claras: si no entreno, no juego. Así que me organizaba. Sacrificaba los recreos para estar en la biblioteca. Salía de clase, me iba a entrenar. De entrenar volvía a casa, llegaba y a dormir”, rememora la jugadora. Cuando jugaba fuera de casa aprovechaba los trayectos en el coche para adelantar deberes y desde que empezó a estudiar para las oposiciones aprovecha hasta “el descanso que nos dan de comer. Ha habido muchas veces este año que me hacía un bocadillo, quedaba con un compañero en una bolera, él la tenía preparada y mientras estábamos entrenando yo comía el bocadillo en ese rato”.

Reconoce que a veces se plantea si le ha merecido la pena cuando otros estaban de fiesta, tener que estudiar o entrenar, por eso asegura que ha tenido “mucha suerte de tener unas amigas que me entienden y siguen conmigo”. Además de la falta de tiempo, Iris ha encontrado a veces otras barreras para poder entrenar.

“Hubo un tiempo en el que no tenía dónde entrenar. En Cantabria llueve la mayor parte del tiempo”, cuenta Iris mientras escuchamos una de esas lluvias torrenciales que se dan en verano y que han obligado a buscar una bolera cubierta para hacer la entrevista. Ese mismo problema se le planteó a ella cuando se vio sin un sitio donde entrenar sin mojarse, “y eso que vivo rodeada de boleras”, asegura.

Al final le dieron la posibilidad de entrenar en la bolera de Orejo, “pero hay muchísima gente que no tiene la opción de entrenar, porque las boleras están cerradas o no tienen disponibilidad”. Pone como ejemplo algún caso en el que no dejan entrenar antes de un equipo porque la pista tiene que estar “perfecta” para alguna peña profesional. “¿No será mejor que esas boleras estén en uso y que las use más gente?”, se pregunta.

La categoría femenina es muy competitiva. No somos muchas, pero se puede decir que somos de muchísima calidad

Otro aspecto importante es la preparación mental. “Soy una persona muy, muy nerviosa”, admite, lo que añadido a su propia autoexigencia hacen imprescindible entrenar la cabeza casi lo mismo que el cuerpo para las competiciones. Su técnica actual se basa en hacer “exactamente lo mismo que en los entrenamientos”. “Hay gestos que hago siempre, a mucha gente le resulta curioso porque desde fuera piensan que soy muy tranquila”, nada que ver con la realidad ya que, según ella, “está ”como para robar panderetas cuando juego, es un espectáculo“, cuenta Iris entre risas. En resumidas cuentas, intenta ”engañar“ a la mente para que piense que está entrenando y no compitiendo.

Sobre sus posibilidades en los torneos individuales, explica que es bastante complicado de predecir porque “la categoría femenina es muy competitiva”. “No somos muchas, pero se puede decir que somos de muchísima calidad”, afirma, así que lo único que puede decir es que “yo voy a darlo todo y ese todo es suficiente para ganar bien, sino lo es el año que viene tendré que entrenar más”.

Iris Cagigas (Cubas, 1997) lleva los bolos en la sangre. Primero jugó su abuelo, con el que todavía se siente conectada gracias a ese deporte. Cuenta satisfecha que, sin haberle visto jugar, gente que sí lo hizo le ha dicho que tiene su mismo estilo. También se siente “más vinculada” con su tío Santi, que falleció en 2020, el día antes del quinto regional de Cagigas. “Estaba muy orgulloso de lo que yo hacía en los bolos”, reconoce emocionada.

El deporte autóctono de Cantabria se convirtió en una parte fundamental de su vida desde que iba a ver jugar a su padre ya con “dos o tres añucos” y que le parecía “el mejor del mundo”. Cuando a los 9 años llegó a su colegio una iniciativa para hacer una escuela de bolo palma y losa como actividad extraescolar, no lo dudo ni un segundo. “Sin preguntar a mis padres ni nada, rellené el acta, firmé y me apunté”, cuenta la jugadora.