Enrique Villarreal (Pamplona, 1959) no tiene ninguna intención de bajarse de los escenarios. El Drogas, como lo conoce todo el mundo, disfruta de su oficio y ha alcanzado una plenitud que le permite seguir haciendo lo que más le gusta con la absoluta libertad que da la experiencia. “Ni tengo edad ni tengo ganas de ser políticamente correcto”, insiste. Al tiempo, reconoce que muchas de sus canciones no soportarían la censura que se está imponiendo en la sociedad española, a la que llama a la rebelión por la pérdida de derechos laborales y sociales: “No está ardiendo la calle, algo pasa. No la va a quemar el Partido Popular, los que tenemos que quemarla somos nosotros”, subraya.
Este viernes participará en el Festival Renedo Rock, en un concierto gratuito en el que repasará algunos de sus temas más clásicos mientras enfila la recta final de una gira de más de tres años. La lucha contra el racismo, la represión, la violencia de género o la recuperación de la memoria histórica se cuelan en muchas de sus letras porque, según dice, “me apetece contar lo hipócrita que es la sociedad, me empuja a ello la puñetera realidad”. Y puestos a pedir, también se atreve con nuestro sistema político y democrático: “Quiero mandar al paro a la monarquía, no quiero rey, no quiero reina”, sentencia. Los años pasan para todo el mundo, también para El Drogas, que ahora se marca como prioridad cuidar de sus nietos, aunque eso no le hace perder ni un ápice de su aura como leyenda del rock and roll.
En los conciertos de El Drogas, primero con Barricada y después con Txarrena, siempre ha llamado mucho la atención la puesta en escena, con shows muy teatrales. ¿Sigue por esa línea también en solitario?
Sí, por supuesto. La puesta en escena va en el ADN de la banda. Un concierto no son solo las canciones, son también las lentejuelas que rodean a un espectáculo. Siempre he sido defensor de cuidar todo eso al máximo.
¿Y ha cambiado mucho el público en todos estos años sobre los escenarios?
Va cambiando, sí. Con que te fijes en mi propio cambio, ya te puedes hacer a la idea… [Ríe]. Yo soy una persona normal y también he evolucionado. Cuando voy a un concierto, ya no estoy en las primeras filas. Si voy a ver a alguien, procuro buscar un buen sitio… La gente joven es la que se suele atrever a estar en esas primeras filas, donde se ven las cosas de otra manera, más caliente. Mi público ahora va a veces con sus hijos, se suele ver gente de todo tipo. Es muy bonito ver que comparten algo con los suyos, a mí me hace ilusión ver este tipo de imágenes.
¿Sigue disfrutando de la música en directo o ha tomado distancia?
En comparación con lo que hacía antes, he bajado mucho el nivel. No voy a tantos conciertos ya, pero me dejo caer de vez en cuando. Ahora, la verdad, tengo otras prioridades. Cuando estoy en casa, sin actuaciones, mi primera prioridad es estar con mis nietos. He cambiado mi ritmo vital. Antes no tenía ningún enganche a nada y, si había tiempo, cogía el coche y me iba a ver a La Polla Records, o a Cicatriz, o a quien fuese, aunque tuviera que hacer 300 kilómetros para pasar un buen rato. Ahora disfruto con otras cosas. El otro día paseaba con los nietos por Pamplona, que están poniendo escenarios de cara a San Fermín, y estuve viendo a un grupo de folk en la calle con ellos, tan a gusto. Vimos a un violinista mientras paseábamos… Lo importante: estar con los nietos.
En los festivales sí que coincide y comparte escenario con otros grupos, con otras bandas que están empezando. ¿Ha cambiado mucho el rock and roll en estos años?
¡Uf! Ya no lo analizo tanto como antes… Es complicado. Me fastidia hablar desde la ignorancia, pero no conozco tanto lo que se está haciendo. Lo que sí creo que es antes teníamos menos miedo al ridículo. Con peor preparación técnica te liabas la manta a la cabeza y enseñabas a la gente tus canciones, a pie de calle o como hiciese falta… Te buscabas la vida para tocar, no estabas esperando a que te llamaran. Ahora veo a cantidad de grupos que están muy bien preparados técnicamente, pero me da la sensación de que se busca más la inmediatez de querer vivir de algo a esa enseñanza que da la aventura de buscarte la vida y no tener miedo a no ser el mejor. Cuando alguien tiene algo que decir, lo dice y punto.
Cuando piensa en esos más de treinta discos en el mercado y más de un millón de álbumes vendidos, además de una trayectoria muy reconocida entre el público, ¿lo ve como un sueño cumplido o quedan cosas por hacer?
La verdad es que yo no echo la vista atrás ni pienso en los números. Los números son incompatibles conmigo, que soy más de letras… [Ríe]. Me importa más el presente y disfrutar de la vida. Ahora estoy con una banda que no la cambiaría por nada. Cualquier cosa que propongo, me la empujan para adelante. No estoy en solitario, estoy con el Brigi, el Flako y el Txus, que para mí suponen muchísimo. Me dan una seguridad impresionante. Eso es lo que yo quiero vivir, el presente. Ya llegará algún día en el que no pueda tocar por circunstancias vitales. Estamos a cuatro actuaciones de terminar una gira de tres años que acabaremos en casa, en Pamplona, con una movida impresionante. Estoy viviendo historias que me hacen sentir vivo dentro de mi oficio.
Hace poco dijo: “Antes era pacifista. No como ahora, que soy más partidario de la guillotina”. ¿Las cosas están como para abandonar los principios de la no violencia?
¡Claro! Estamos viviendo una época en la que hay que ser políticamente correcto y yo, la verdad, ni tengo edad ni tengo ganas de ser políticamente correcto. Esa postura nos está llevando a cogérnosla con papel de fumar. La violencia está en los desahucios, no en los escraches, por poner un ejemplo claro. La violencia no está en lo que yo pueda decir sobre la guillotina, que por cierto fue un elemento importante durante la Revolución Francesa para ese cambio social que se produjo, sino en los que terminan con su vida porque no pueden hacer frente a su situación social o familiar. A mí eso sí me llama la atención, igual que me llama la atención cómo el sistema represor -desde la policía a los bancos- está enfocado a presionar y presionar a la gente más débil.
Ha sufrido múltiples presiones e intentos de censura a lo largo de su carrera. ¿Cómo valora una legislación como la conocida Ley Mordaza?
Me parece muy bien porque refleja muy bien tanto el espíritu de los gobernantes como el de los votantes que continuamos dando de mamar a los mismos mamones… [Ríe]. Refleja muy bien lo que hay. A mí se me hace muy complicado que un partido como el PP haga leyes muy distintas a esta. El PSOE tampoco es oposición, es el apoyo a todo esto. Ha servido de muleta. Lo que me parece a mí es que la calle tendría que estar ardiendo por todo este tipo de historias, por la pérdida de derechos laborales y sociales, por la sanidad, por la educación, por la vivienda… Sin embargo, no está ardiendo la calle, algo pasa. No la va a quemar el Partido Popular, los que tenemos que quemar la calle somos nosotros.
Muchas de sus letras quizás no pasaran el filtro de lo políticamente correcto que mencionaba, viendo el nivel que se ha establecido, con episodios recientes como el de los titiriteros.... ¿La libertad de expresión está en peligro?
Europa tiene esa querencia hacia el fascismo. La extrema derecha está ahí, abriendo cada vez más la boca y actuando sin tapujos. No nos tienen miedo porque quizás los antifascistas no estamos haciendo demasiado… Estamos viendo cómo la alcaldesa de un pueblo pone imágenes con la cara de un nazi en un castillo, hace apología del nazismo o del franquismo, y no pasa nada, se toma medio en broma. Sin embargo, dos titiriteros van a la cárcel por un supuesto terrorismo en sus figuras teatrales. Presumimos en Europa de que no hay pena de muerte, mientras que la mayor fosa común del mundo es el Mar 'Muerteterráneo', que se traga cada año miles de cadáveres.
Todos estos temas están muy reflejados en sus canciones, que hablan de la inmigración, el racismo o la represión. ¿Afronta el proceso de escritura como un método de denuncia?
Escribo de muchas cosas que me pasan directamente y otras que veo. Yo no soy negro, pero tengo ojos y veo esas vallas, esas concertinas que se supone que no cortan, aunque mucha gente se deja allí el pellejo. Veo esas pelotas de goma que no matan, y luego hay una docena de muertos en la orilla de una playa. Todas estas historias nos tocan. Me apetece contar lo hipócrita que es la sociedad, me empuja a ello la puñetera realidad. Una canción como 'Víctima', escrita en el año 2000, la cantamos ahora en directo y tiene un presente muy real, desgraciadamente. Hay muchas cosas que no nos pueden dejar indiferentes. La música está para divertirnos, sí, pero también para contar cosas. Para divertirnos está el Festival de Eurovisión. Yo creo que debo dar ese punto de vista que, de alguna manera, a mí me hace sentir mejor. Me gusta intentar entender a la gente que me rodea, tener empatía, y cada vez estamos viviendo más una historia global.
¿Tiene alguna esperanza en las elecciones generales que tenemos a la vuelta de la esquina?
¡Uf, no! Yo he sido abstencionista activo con respecto al sistema democrático que tenemos. ¿Iré a votar? ¿Realmente espero un cambio? Yo estoy más ilusionado, por ejemplo, con el cambio que he visto en mi ciudad, por cómo ha cambiado el Ayuntamiento de Pamplona o el Gobierno de Navarra. Sé que en el paraíso no vamos a vivir, pero prefiero trabajar y criticar de manera constructiva cuando hay una gente que tiene cierta sensibilidad con los temas sociales que no con otros. Ahora iré a votar, lo tengo claro, pero siendo consciente de que no vamos a pasar al día siguiente a vivir en un paraíso. Las cosas hay que pelearlas día a día y hay que estar constantemente ahí, al pie del cañón. La vida es crisis, entendida como movimiento, y la vida es un camino de aprendizaje, de enseñanza, de aprender de los demás. O nos lo tomamos así, o estamos perdidos.
¿Le molesta que su música sea entendida como política o lo ve como algo natural?
Más que política, lo denominaría como música social. La política entendida como herramienta para cambiar las cosas que no nos gustan. Sobre todo, yo me considero un observador que, por mi forma de ser y por mi oficio, entro en esos temas sociales porque no me quiero dejar engañar. Mis enemigos no son esos que se parecen más a mí.
En su trabajo ha puesto el foco en la recuperación de la memoria histórica. ¿Cree que todavía estamos a tiempo?
Tenemos que seguir en la reivindicación, aunque solo sea por egoísmo. La historia de mi abuelo es también tu historia, y la historia de tu abuela, la mía, y así sucesivamente. Eso nos lo han robado y a mí no me apetece que nos lo quiten así. No puede ser que España sea el segundo país del mundo, por detrás de Camboya, donde más cuerpos hay fuera de los recintos para los muertos, fuera de los cementerios. Me parece una tara dentro del país. Todo esto lo tenemos que saber. Lo que sucedió es lo que sucedió, no lo que quieren hacernos creer. No hay cinco verdades. No seamos estúpidos, aunque piensen que lo somos. Tengo mis propias convicciones y tengo claro que quiero un régimen republicano, que mire por el bien común, más que un sistema monárquico. Quiero mandar al paro a la monarquía, no quiero rey, no quiero reina. De todas formas, lo primordial es que no nos roben nuestra propia historia.
¿Cómo va a ser el concierto que tiene preparado para el Festival Renedo Rock?Festival Renedo Rock
Va a ser parte del repertorio oficial de la gira que comenzamos hace casi tres años, que bautizamos como 'Demasiado tonto en la corteza'. Digo casi el repertorio oficial porque en Renedo tenemos hora y media de actuación y venimos tocando entre dos horas y media o tres. Aquí lo hacemos de forma más concentrada, una historia quizás más punkarra.
Más allá de ese fin de gira está al llegar, ¿qué proyectos tiene entre manos?
El fin de gira es lo más inmediato. Tenemos cuatro actuaciones antes de terminar el 4 de julio en el Parque de la Ciudadela, en Pamplona, con una actuación de cinco horas y media, un montón de invitados y todos los formatos que hemos ido utilizando durante esta gira. Luego tocará descansar y esperar a que salga el disco en directo. A partir de ahí, habrá que continuar con la composición de nuevos temas para un disco de estudio. No hay que parar. [Ríe].