Sonidos sesenteros mezclados con sentimientos que muestran oscuridad y alegría, canciones para bailar y saltar, pero también para pensar. Lori Meyers volvió en febrero de 2017 con 'En La Espiral' después de cinco años sin canciones nuevas en las que envolver a su público. El grupo nació en 1998 y hasta hoy sigue dando voz a sus clásicos 'Emborracharme' o 'Mi Realidad'.
Noni Lopez, cantante, guitarrista y teclista del grupo; Ale Méndez, guitarra, voz y coros; Alfredo Núñez, batería; Miguel López, con el bajo; J.J. Machuca, al teclado, y Javier Doria, con la guitarra, visitan este sábado 5 de agosto el Santander Music, un festival que celebra en la Campa de La Magdalena su novena edición. Su vocalista y cofundador repasa con eldiario.es el recorrido musical de la banda así como la crítica situación actual en la que se encuentran los músicos en nuestro país.
¿Cómo está funcionando para ustedes el nuevo disco?
Bastante bien, aunque cuando salió no se hizo número uno en ventas, ni cosas así. Para nosotros eso no es lo excesivamente importante, aunque sí son metas que vas cumpliendo y te hacen enorgullecer. Lo que queremos es ver las respuestas del público a los discos cuando lo tocamos en directo. Ahí es donde vemos realmente la respuesta y de momento va bastante bien. A la gente le está gustando.
Han tardado cuatro años en hacer el disco, ¿por qué le han dedicado tanto tiempo?
Desde hace tiempo ya no se hacen las giras como antes. Ahora se han quedado solo los veranos para hacerlas y ahí participamos en los festivales donde nos suele ver la gente. Entonces, perdimos dos años de festivales sumando, también, que salimos a Latinoamérica y ya pasaron tres años. En el cuarto año nos pusimos a componer y a grabarlo. Con un poco de tranquilidad, porque no teníamos una presión muy importante. Tampoco nos gusta tardar mucho tiempo, pero requería que pasara un cierto tiempo. Además, el disco lo repartimos en varios sitios de grabación. Lo más importante no es el tiempo que transcurrió en hacerlo, sino que el resultado sea lo más cercano a lo que nosotros queríamos.
En sus canciones hay algunas muy coloridas y llenas de gracia y otras más oscuras y tenebrosas. ¿Por qué ese contraste?
Es nuestra personalidad. Ni todo el rato estamos felices, ni todo el rato estamos enfadados. Hay un híbrido guay. La balanza se equilibraba en el último, 'En La Espiral': ni todo es tan malo, ni todo es excesivamente optimista, como nosotros.
¿Su tema favorito es el amor?
Bueno... Yo creo que los artistas en general se reconfortan mucho porque es un tema muy de catarsis y la gente parece que pasa muchos traumas. Casi todos nuestros discos, por ejemplo, llevan un poco de eso. Aunque siempre hemos tenido alguna letra un poquitín más personal, de todas esas cosas que nos pasan a nosotros mismos con el amor o la alta fidelidad. 'En La Espiral' queríamos hacer un cambio, centrarnos en el amor-desamor con uno mismo más que con alguna persona; cómo eres contigo y cómo es el amor que existe hacia uno mismo.
¿Suelen tener muchos problemas para ponerse de acuerdo para elegir las canciones?
No. Yo llevo unas composiciones, y Alejandro si compone alguna canción casi siempre la solemos meter... Depende de lo que tenga hecho. Nosotros llegamos al local y si hay una serie de canciones, las empezamos allí. Muchas veces elegimos una canción porque creemos que se nos va a dar bien y resulta que es el rollo que nosotros queremos. Aunque luego te equivoques, por lo menos sigues la intuición: cuando nosotros vemos que la canción cuaja, directamente pensamos que va a ir dentro.
¿Cree que Spotify es una ayuda o un límite para los músicos?
En cuanto a la visión del músico, no están muy contentos con el efecto Spotify, pero seguramente por condición de ganancias. Al final el que reparte internet, que es un puntito de una línea telefónica que tiene la gente detrás del sofá, se lleva todas las garantías, porque pone internet y pone los contenidos, sin restricciones. Realmente, en internet llega un momento en el que el músico malvende su arte.
Luego está el aspecto usuario que tiene derecho a la información, a unos contenidos gratuitos musicales o audiovisuales, ya que están pagando una plataforma digital o internet. El problema está en quién da la información mediante un cable y quién te cobra ese contenido. Las grandes telefónicas tienen que empezar a repartir lo justo, no pueden tener unos beneficios enormes, no pueden estar comprando el servicio de otras telefonías de países subdesarrollados y poniéndose aquí las botas. Las plataformas musicales, como son nuevas y están en una legalidad, no quieren hacerse cargo de todo ello.
Además, la música no tiene que costar mucho dinero. Hay que llegar a una justa medida en el que las telefonías tengan su dinero, el artista pueda cobrar también lo suyo y las plataformas musicales también existan. Ahora mismo la balanza siempre cae para el mismo lado. Yo no soy usuario de Spotify, sino que intento pagar solo por la música que a mí me gusta. Es un debate muy intenso y podríamos también incluir a la SGAE.
Su acento no se nota cuando canta... ¿Resulta complicado quitarlo?
No, nosotros hacemos como en el dictado del colegio. Yo ya intentaba pronunciar bien y de hecho me cogían para ser presentador de los concursos y actividades. En un grupo que tiene influencia de música española de los 60 y un poco estilo anglosajón creo que está bien hablar en castellano y no en andaluz. Si tengo un proyecto y tengo que hacer otra cosa de otro estilo más flamenco, sacaría más mis raíces. Es como yo lo veo, pero tampoco tiene por qué ser así. Seguramente yo cantó así porque escuchaba a mis compatriotas de Granada cantando, así como Jota (Los Planetas) o Antonio Arias.
¿Estamos volviendo al pasado en la música?
Los revivals siempre vuelven. Hace poco querían que volvieran los 90 y yo decía: “Coño, pero si acaban de estar ahí, esperad a echarlo de menos”. Tuvo cosas buenas, pero ahora mismo es una puta mierda. Ahora están diciendo que los 80 son buenos, pero imagínate en los 90 cómo acabaron, estaban hasta los huevos, estaban diciendo: “Por favor, que acabe el mundo con las hombreras y los pelos estos”. Entró el 2000 y ya fue lo peor.
¿Cuál es la clave para vivir de la música?
No voy a decir cuál es la clave, porque si la supiera todo el mundo querría robarla y saberla. Ahora parece que se lleva el ser corrupto, cambiar dos notas de acordeón, hacerlo a las tantas de la madrugada en una televisión y que luego te estén pagando para que el dinero acabe en el mismo sitio. Creo que es más acertado ser honrado. La clave es intentar divertirte. Nosotros tuvimos suerte, porque todavía éramos estudiantes de 18 o 19 años cuando nos pasó todo. Para nosotros fue muy fácil tirarnos al barro porque no teníamos una familia formada ni la vida hecha y no sabíamos a dónde íbamos. Entonces, una discográfica de Barcelona nos fichó y dijimos: “¿Por qué no nos dedicamos a esto un año a ver cómo funciona?”. En los primeros conciertos íbamos con una mano delante y otra detrás... Luego empezamos a rodearnos de managers, de discográficas, que controlan mejor el dinero, y lo pudimos gestionar mejor. No es mucho dinero, porque la SGAE está en un plan que no generamos dinero por ahí, las músicas de las discográficas no pagan un duro por esta crisis y hacen oídos sordos. El único perjudicado va a ser siempre el músico.
No aparecen nunca en las portadas de sus discos, ¿por qué?
En eso nos gusta mucho la música que se hacía en los 60. Aunque hay muchas portadas de grupos con fotos para que los conocieran, porque siempre está presente ese eterno debate en las compañías, para nosotros la portada es un plus más. Es decir, tú estás dando el arte de la música, pero puedes buscar a alguien que también haga algo creativo y expresar algo más que con tu música porque ¿para qué queremos nuestros caretos si te acabas hartando de ellos? En internet hay millones de fotos mías que no sé ni de dónde han salido. No importa quiénes seamos nosotros, sino que el grupo prevalezca por sus canciones y por nuestro amor al arte.
¿Cuál es su zona de confort?
El escenario. Nosotros tenemos que salir de nuestra zona de confort, está es nuestra casa donde nos sentimos a gusto. Nuestra casa no es reconocida como tal es un paraje que tenemos aquí para pararnos por un tiempo antes de salir a la carretera.