A principios de la década de los 80, los Servicios Técnicos de la Diputación Provincial de Santander estimaban que en el 80% de las playas ya se habían construido segundas residencias. Además, en esos años las promotoras inmobiliarias tenían previsto construir otras 17.000 viviendas de segunda residencia, fundamentalmente en las poblaciones costeras del oriente de Cantabria (Somo, Ajo, Noja, Isla…). En ese momento, el tramo de costa que se sitúa entre las rías de La Rabia y de San Vicente, y que incluye las playas de Oyambre, Gerra y Merón, a pesar de las amenazas urbanísticas, permanecía prácticamente virgen.
La playa de Oyambre, que está a escasos cinco kilómetros de Comillas, aparece reseñada en la prensa de Madrid en 1882, con motivo de un paseo a caballo de Alfonso XII y su séquito por la playa. La citada villa se había convertido en un lugar de veraneo de la alta burguesía, lo que propició la presencia de los reyes.
“Ayer fue un día excepcional, por lo tranquilo que se deslizó para S. M. y las personas de su acompañamiento. Limitóse el monarca a tomar su acostumbrado baño por la mañana, y a la tarde se dirigió a caballo por el camino de La Rabia, acompañado de los señores general Terrero, conde de Mirasol, jefe de la escolta señor Modín y D. Lorenzo Movellán, hasta llegar, después de vadeada la ría y de cruzar el monte, a la extensísima playa de Oyambre, cuya longitud excederá quizás de dos kilómetros. La fina y compacta arena de su suelo, de iguales condiciones que la de Comillas, favorece para que sin peligro puedan ejercitarse en ella los caballos. Tal fue el objeto que llevó a S. M. a tan risueño lugar, donde se hicieron pruebas de carreras, no infructuosas quizás si aquellas se organizan para una fiesta hípica, como parecía ser el propósito del rey” (sic). (El Día, 11/08/1882, Madrid, página 2)
Cuarenta y dos años más tarde, su hijo Alfonso XIII acudía a inaugurar el campo que la Sociedad Real Golf Club Oyambre había construido en las inmediaciones de la playa.
“A las once y media llegaron los Reyes a Comillas. Fueron recibidos por las autoridades, quienes les acompañaron al Club Deportivo, cuya inauguración había de presidir D. Alfonso. Elogió el Monarca la instalación de las dependencias y felicitó al presidente de la Sociedad Real Golf Club Oyambre, propietaria del nuevo campo. El infante D. Jaime es presidente de honor de dicha entidad”. (El Sol, 22/8/1924, Madrid, página 3)
A partir de 1960, con el desarrollo del turismo de playa, el centro de atracción se desplazaría hacia San Vicente de la Barquera, que junto con Comillas y Suances concentraba la oferta hostelera de la costa occidental de Cantabria. Hasta finales de los años 70 este otro marco incomparable no atrajo la mirada de los promotores inmobiliarios, hecho que denunció en la prensa el Colegio Oficial de Arquitectos de Cantabria:
“Dicho conjunto natural, actualmente casi ‘virgen’, constituye uno de los parajes más bellos del litoral Cantábrico. En dicha área existen actualmente fuertes presiones para edificar y de hecho se han realizado ya varias edificaciones aisladas, que atentan gravemente contra los valores naturales del lugar”. (8/12/1978).
Para intentar detener la degradación que se estaba produciendo, la Diputación Provincial de Santander se vio obligada a tomar medidas: en 1977 inició la redacción de un Plan Especial de Protección de la zona; en el verano de 1978 suspendió las licencias de parcelación y edificación para paralizar las construcciones ilegales en la playa; y en 1980 aprobó provisionalmente y envió al Ministerio de Obras Públicas (MOPU) el Plan. Lo que no era esperable es que la Dirección General de Acción Territorial y Urbanismo del ministerio propusiera el 31 de julio 1981 la denegación definitiva del Plan Especial, dejando sin ninguna protección la costa.
Los intereses urbanísticos no tardaron en materializarse. Así, el 25 de enero de 1983, la Comisión Regional de Urbanismo aprobó el proyecto de la inmobiliaria Playa Oyambre S.A., con la pretensión de construir el “mejor camping de Europa: un 'hotel en horizontal' sobre una superficie de 7.000 metros cuadrados” (Ver tribuna de Gonzalo Sainz de la Maza), dotado de 76 bungalows, una discoteca para dos mil personas, servicios comunitarios, restaurantes, viales para vehículos y un gran aparcamiento que ocuparían toda la superficie dunar. Meses después, la promotora solicitó el visado al Colegio de Arquitectos, requisito que fue denegado con fecha 10 de noviembre al contravenir la Ley del Suelo y el artículo 3º del Real Decreto de 27 de agosto de 1982, que establecía que las construcciones fijas destinadas a alojamientos en terreno no urbanizable no eran propias de un camping.
Una vez comunicada la resolución a las autoridades locales, regionales y a la Delegación del Gobierno, se esperaba que el proyecto hubiera sido finalmente descartado. Sin embargo, la Consejería de Industria, Transportes y Turismo de Cantabria, en ejercicio de sus recién estrenadas competencias, rebajó el nivel de protección del suelo no urbanizable al permitir con el Decreto 4/84 de Ordenación de Campamentos Turísticos la construcción de instalaciones fijas para alojamiento hasta en el 10% de la superficie del camping. Eso sí, necesitaba la aprobación previa del Ayuntamiento y la Comisión Regional de Urbanismo.
Pero esta no era la única amenaza que se proyectaba sobre la zona. En la zona colindante con la playa de Oyambre estaba prevista la construcción de 22 chalets (Carroll Constructions LTD.); y para más inri, El Diario Montañés de 18 de enero de 1984 informaba de la presentación pública de un proyecto de puerto deportivo con 375 viviendas y locales que se construiría en el interior de la Ría de San Vicente, cuya polémica ha llegado hasta nuestros días.
Desde el mismo momento en que el Colegio de Arquitectos recibió la petición del visado encargó un estudio destinado a las autoridades políticas “con el ánimo de evitar en lo posible las consecuencias negativas e irreversibles de diferentes proyectos urbanísticos en tramitación y de establecer criterios de actuación en la franja del litoral” . El documento fue elaborado por un equipo de científicos y profesionales de prestigio, entre ellos, Jesús Garzón Heydt, ecólogo de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza; Michel Hines, geólogo de la Universidad de Oxford; Miguel Losada, catedrático de Puertos y director de la Escuela de Caminos de Santander; José Ortega, catedrático de Geografía de la Universidad de Santander; Dolores Belmonte y Enrique Francés, biólogos y profesores de las Universidades de Madrid y Santander, respectivamente; Rosa Martínez, catedrática de Ecología de la Universidad de Santander, y el Grupo de Estudios para la Ampliación de la Arqueología en Cantabria. La Propuesta para la declaración de Espacio Natural Protegido de Oyambre fue enviada en mayo de 1984 a las autoridades regionales y el Parlamento, de los que no obtuvo respuesta. Curiosamente, sí recibió la atención de la Conservation Foundation ese mismo año, que le concedió al estudio el primer premio en la sección de conservación de la naturaleza y el patrimonio artístico.
Si hasta ese momento el razonamiento técnico y científico no habían sido suficientes para impulsar en el ámbito institucional la protección de la zona, la inminencia de que el proyecto consiguiera la licencia de construcción hizo que el problema saltara a la opinión pública y que pusiera en alerta a los grupos ecologistas, que tomarían la iniciativa en la defensa de Oyambre, consiguiendo un fuerte apoyo popular y posteriormente que la Asamblea Regional de Cantabria le declarara, por unanimidad, Parque Natural en 1988.