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Los últimos exiliados cántabros

6 de enero de 2024 20:51 h

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El pasado mes de agosto falleció en Barcelona, donde residía, el periodista cántabro Pedro Vega. En aquella ciudad, los compañeros de profesión le hicieron un homenaje. Días más tarde se celebró un funeral en Santander. Alguno de sus amigos y compañeros de estudios prepararon desde entonces un acto en su recuerdo que se celebró el 24 de noviembre. Desmemoriados prestó su colaboración para el mismo. El lugar elegido fue el salón de actos del CEIP Cisneros, años atrás la Escuela masculina Aneja a la Normal de Magisterio. Porque Pedro Vega, que ha trabajado más de cuarenta años como periodista, fue estudiante de aquella Escuela Normal entre los años 1969 y 1973. Se formó como periodista en París y en Bucarest. Pedro fue uno de los cuatro estudiantes de aquella Escuela detenidos, junto a otros catorce, que debido a las exageradas penas de cárcel pedidas por el Tribunal de Orden Público (TOP), decidieron salir de España. Fueron los últimos exiliados de nuestra comunidad.

Ahora que encontramos a diario intentos de reescribir la historia, hay hechos concretos que confirman que la dictadura practicó hasta el final, para su supervivencia, un totalitarismo extremo, de partido único, falto de independencia judicial y con la represión policial como base de su ilegítima autoridad. Aunque también observamos hechos que indican que el sistema fue tratando de adaptarse, sin realizar cambios fundamentales, a una coyuntura internacional que se iba volviendo incómoda en algunos aspectos, mientras que la guerra fría revalidaba el papel anticomunista del franquismo. Desde mitad de los años cincuenta, tras los pactos con EE.UU. y el ingreso en la ONU, los cambios en la política económica -Plan de Estabilización y planes de desarrollo- y la llegada al poder de los tecnócratas del Opus Dei sustituyendo en muchos casos a los falangistas, se podría apreciar un nuevo marco. Insistimos, con cambios fundamentalmente cosméticos en lo político.

Es en ese marco cuando la oposición da muestras de una actividad también nueva. 1956 marca el giro en la política del PCE, que abandona la lucha armada y emprende el camino de oposición pacífica y reconciliación nacional. El mismo momento en que la crisis universitaria desata una crisis de gobierno tras el cese y posterior evolución hacia posiciones democráticas del ministro Ruiz-Giménez. Al principio de los años sesenta, el duro ajuste económico que había supuesto el Plan de Estabilización aviva los conflictos laborales y se crean las primeras Comisiones Obreras que serían a la larga uno de los principales arietes contra la Dictadura. En ese sentido, las olas huelguísticas de los años 1962 y 1963, en aquellas duras condiciones, empiezan a demostrar que aisladamente, en determinadas zonas del territorio, la oposición tiene ya más influencia social que el propio gobierno franquista. Son esos mismos años cuando, de nuevo la Universidad, pone al sistema en un brete con el desmantelamiento del Sindicato universitario del Régimen, SEU, y su sustitución por los sindicatos democráticos, SDEUs. Muy poco más tarde, el movimiento vecinal y el de algunos sectores profesionales, destacadamente los Colegios de abogados y los de licenciados en Letras y Ciencias, también van socavando la autoridad del Régimen surgido de la guerra.

En Cantabria hay cierta conmoción a partir del relativo éxito de la convocatoria del 1 de mayo de 1968, que conduciría a una gran represión y al desmantelamiento de las organizaciones más combativas, las primeras Comisiones Obreras, más influidas de inicio por la HOAC, organización ligada a la Iglesia, que por el PCE. No es casual que en esos últimos años sesenta ocupara la silla episcopal de Santander, Monseñor Puchol, de talante abiertamente progresista. En los primeros años setenta, los conflictos laborales, tratados como conflictos de orden público, dejan víctimas mortales, dando lugar a manifestaciones de resistencia, detenciones y procesos en el TOP. El asesinato a manos policiales de tres obreros de la construcción en Granada, en julio de 1970, encuentra eco en Santander, en una vigilia en la Iglesia de la Compañía, desmantelada por la policía. Del mismo modo, en el conflicto del sector naval de Ferrol, en marzo de 1972, con dos trabajadores asesinados por la policía, se puede situar el marco de las detenciones de los estudiantes cántabros de Magisterio protagonistas de este artículo. 

El acto de homenaje y recuerdo alternó un montaje de video con los rasgos biográficos de Pedro Vega y el audio de una grabación de una entrevista que Rosa Barreda -Desmemoriados- le realizó para su tesis doctoral en agosto de 2019. A partir de ahí se sucedieron lecturas de documentos de sus compañeros de estudios y detención y actuaciones musicales.

En la parte dedicada a rememorar los estudios realizados en la Escuela de Magisterio, entre los años 1969 y 1973, se comentaron aspectos tales como la composición heterogénea del alumnado, de orígenes rurales y urbanos; los planes de estudio y el funcionamiento de la Escuela que dieron pie a las movilizaciones estudiantiles inéditas hasta entonces en una ciudad como Santander; también la anomalía que suponían una serie de asignaturas como eran Educación Física, Religión, Formación del Espíritu Nacional. Por su interés no nos resistimos a citar literalmente un fragmento de ese documento leído:

 “Los alumnos de las Escuelas de Magisterio, para obtener el título de maestro debían realizar durante las vacaciones escolares de verano cursos de Capacitación en las Actividades de Tiempo Libre. El ”campamento“, como le llamábamos los alumnos, era un espacio más donde se pretendía divulgar la ideología del Movimiento Nacional. Los alumnos de la Escuela de Magisterio de Santander, que en el año 1971 hicieron el campamento en Luarca y en Pola de Gordón, lograron que los mandos de la actividad no impusieran cantos de la Falange y otras actividades en esa línea, si los alumnos manteníamos una actitud no beligerante”. 

Otro dato que rescatamos de ese mismo documento es la reacción que, en la Universidad y en la parte más comprometida con la resistencia al franquismo de la sociedad en general, produjo la Ley General de Educación de 1970. La ley trataba, con muchas insuficiencias de todo orden, agravadas a partir de la crisis económica que acompañó los años finales del franquismo, de adaptar el sistema educativo a las nuevas necesidades de una sociedad que con mucha lentitud se iba modernizando en términos socioeconómicos, no acompañados por cambios políticos. Un intento en definitiva de cuadrar el círculo que, de todas formas, introdujo un cambio fundamental que persistió durante veinte años: La escolarización del tramo 6 a 14 años, en términos de igualdad y obligatoriedad, la conocida EGB. Y la bifurcación posterior BUP/COU o FP de primer y segundo grado. Acompañando los cambios, la introducción de un idioma extranjero en la última etapa -los tres últimos cursos- de los estudios de EGB.

Para finalizar con este apartado del acto, dos citas más: Un mítico recital de la cantante Elisa Serna, organizado por la delegación de Cultura de los alumnos, sin ningún apoyo económico del presupuesto destinado a tal fin y que fue sufragado, ampliamente a decir de la propia artista, por aportaciones anónimas y voluntarias del conjunto de los estudiantes. Elisa Serna era en ese final de los años sesenta y principios de los setenta, una de las voces más comprometidas contra la Dictadura. Su versión de la canción de Chicho Sánchez Ferlosio, Gallo rojo, gallo negro, fue la más popular en aquellos años. Esa canción, interpretada en el acto por Maica Lanza y Manuel y Carlos del grupo Acanto, y La vie en rose, recuerdo de los años parisinos de Pedro y sus compañeros, y Blowing in the wind, de Bob Dylan –un himno en aquella época- interpretada por Cocó Muñoz y Paco Gijón a la guitarra., fueron los dos intermedios musicales del acto. 

La cita final, es textual: “La detención en marzo de 1972 de los 18 estudiantes de Magisterio no sorprendió a una mayoría de alumnos a los que difícilmente los detenidos podían ocultar su activismo en todos los frentes: en el cultural, el social, o el profesional. Tal vez sí que generó algunos interrogantes el hecho de que fueran acusados de formar parte de una organización clandestina y duramente perseguida por el régimen como era el Partido Comunista de España”.

Finalizó esta parte con un recuerdo/homenaje a Antoni Benaiges y demás maestros de la República. Antoni, el maestro que prometió a sus alumnos ir a ver el mar…en el verano de 1936. Su asesinato, en los primeros días de la sublevación franquista, lo impidió.

El acto continuó con dos lecturas especialmente entrañables. Una de ellas, de una de las detenidas, imposibilitada de acudir al acto por su estado de salud. Su mensaje fue leído por la compañera de Pedro Vega, Josefina –Chefi- Camus. 

Buenas tardes. Soy María Soledad González Lucio, Marisol para los que me conocisteis en aquella época.

Le he pedido a mi amiga Chefi, compañera del alma de Pedro, que lea en mi nombre estas líneas que escribo desde la cama del hospital y que me hacen participar activamente en este emotivo acto.

Tres hechos puntuales quiero señalar:

Primero, cómo me presenté a Pedro en la Escuela de Magisterio. Yo tenia una amiga, estudiante de Medicina en Valladolid, militante del Partido (sí, porque cuando decíamos el Partido, era el PCE) que me dio unos ejemplares del Mundo Obrero para que los repartiera a quien quisiera y, ni corta ni perezosa entregué el primero a Pedro. Se montó la mundial: “quién es esta tía”, “de dónde sale”, “cómo lo ha conseguido”... El interrogatorio fue exhaustivo, al haberme dirigido al mandamás del Partido en la Escuela. Así entré a formar parte de la “célula comunista” 

Segundo hecho. Tiene lugar una Semana Santa en Los Corrales. Se presentan a saludarme Maife, Pedro y Chefi. Le pregunto a mi madre si les puedo invitar a comer y aquella fue la comida más triste y silenciosa que yo viviera, pues sin decirnos nada sabíamos que era la despedida hacia el exilio.

El tercer momento es más reciente y tiene que ver con la venida al mundo de su nieto Martín y con el entusiasmo que me mandaba sus fotos desde Copenhague. ¡Cómo disfrutó de aquellos días!

Un abrazo fuerte a todos y todas mis compañeros/as de aquella época y hoy, magníficos amigos.

Me siento orgullosa de haber vivido esa experiencia“.

La otra fue leída por Juan, uno de los protagonistas, de las detenciones y del acto. Y la tituló: Los hechos vistos desde el interior de la marmita.

“Este grupo de jóvenes aparecisteis en mi vida cuando empecé Magisterio, como diría nuestra Marisol, cuando todavía me estaba haciendo persona. Tenía 14 años cuando salí del pueblo, de primeros viernes y cara al sol, al Colegio Menor de prietas las filas de uniforme gris y al Pereda de muchachotes con bocadillos del Barqui y carreras al Santa Clara. Esta escuela fue como pasar del blanco y negro a encontrarme con el color, a pesar de todo. Alguien diría que, si éramos clandestinos, no habría tanto color. Pero bueno, tampoco éramos tan clandestinos, a las pruebas me remito. Tenía algunas certezas sobre la persona que no quería ser e iba buscando la profesión, los principios y valores que me formarían como persona adulta.

Muy pronto pasé a formar parte de este grupo, compartí las mismas inquietudes e intereses, descubrí vuestras casas, las comidas de vuestras mamás y sobre todo libros. (…) Muchas reuniones, asambleas, seminarios y discusiones dentro y fuera de la escuela. También elaboración y tiradas de panfletos, buzoneo de Mundo Obrero, (…) Nuestras movilizaciones cuestionaban el funcionamiento de la escuela, de la pedagogía imperante y también del régimen dictatorial en el que vivíamos. Así fue hasta que fuimos detenidos y algunos acabamos en la cárcel. 

De los calabozos al juez me llevaron con Hilario, al que no veía desde Navidad, mano con mano como los niños de primaria cuando se dirigen al autobús escolar. (…) Creo que hicimos lo que nos tocaba hacer en aquellos años, con más o menos acierto y conociendo los riesgos y las consecuencias de lo que hacíamos. Lo que otros muchos hacían por todo el país.

La salida de la cárcel hizo que muchos hombres y mujeres de mi pueblo y alrededores, que me habían visto ir a estudiar a la capital poco menos que en pantalón corto, se acercaran a mí para contarme la persecución y las penurias pasadas durante la guerra y la posguerra. Empezaban a tener una cierta esperanza de que las cosas podían cambiar, que iban a poder hablar.

(…) Los años, los kilómetros, nuestras profesiones, las familias, las circunstancias y mi puñetera pereza fue poniendo distancia entre algunos de nosotros, pero yo siempre he llevado y llevaré conmigo aquel grupo de chicos y chicas que estuvimos en Magisterio en los 70. Unos en el Partido como decíamos y muchos en los alrededores. En el caldo de aquella marmita me fui haciendo persona. OS QUIERO“ 

En otro momento del acto se habló del papel jugado por el Tribunal de Orden Público, El TOP, instrumento de la Dictadura para tratar de blanquear la actuación que hasta entonces habían desarrollado los tribunales militares. Principalmente a raíz de la condena y ejecución, en 1963, del dirigente del PCE, Julián Grimau. Entre 1964 y 1976, en solo doce años, el Tribunal de Orden Público instruyó un total de 22.660 procedimientos que afectaron a unas 9.000 personas. Entre ellas estaban los 18 estudiantes de Magisterio de la Escuela de Santander.

En el acto se pudo escuchar entre otras cosas este fragmento:

Contra el Tribunal de Orden Público se manifestó con rotundidad el Congreso de la Abogacía celebrado en León en 1970 que pidió, entre otras muchas cosas y prácticamente por unanimidad, la desaparición de todas las jurisdicciones especiales. El Tribunal de Orden Público era una de ellas. Era evidente que la transformación política y social resultaba imparable. El Congreso de la Abogacía de León fue uno de los actos políticos más importantes contra el franquismo desde el final de la guerra civil. En él se abordaron temas como la Amnistía para todos los condenados por delitos de opinión y el estatuto del preso político.

Y este otro:

Fue el Tribunal de Orden Público quien se declaró competente para decidir el futuro de los dieciocho estudiantes detenidos en marzo de 1972 en Santander. Según consta en el atestado de la Brigada Político Social los detenidos militaban en las Juventudes del Partido Comunista. Delito: asociación ilícita. Habían repartido panfletos firmados por el Partido Comunista. Delito: propaganda ilegal. Se habían reunido para impartir formación ideológica. Delito: reunión ilegal. Y, por supuesto, las actividades desarrolladas en la Escuela de Magisterio entraban dentro del global concepto de desórdenes públicos.

(…)“ No tenían por costumbre los magistrados del Tribunal de Orden Público discutir las acusaciones de la BPS. Tampoco indagar cómo se habían logrado las confesiones de los detenidos. Es más, numerosos abogados defensores fueron callados, reconvenidos e incluso expulsados de la sala al intentar defender en el juicio que los encausados habían sido objeto de maltrato o torturas.”

De los 18 detenidos, cuatro tuvieron unas peticiones de prisión tan abultadas, 11 y 12 años de cárcel, que ante la inminente entrada en prisión, en espera de juicio, decidieron aprovechar en abril de 1973 la situación de libertad provisional para huir a Francia donde se les otorgó el estatuto de refugiados. Huidos los principales encausados, el juicio nunca se celebró. Fueron los últimos exiliados de Cantabria. 

El acto terminó con una emotiva intervención de Elisa Vega, la hija de Pedro y Chefi.  

El pasado mes de agosto falleció en Barcelona, donde residía, el periodista cántabro Pedro Vega. En aquella ciudad, los compañeros de profesión le hicieron un homenaje. Días más tarde se celebró un funeral en Santander. Alguno de sus amigos y compañeros de estudios prepararon desde entonces un acto en su recuerdo que se celebró el 24 de noviembre. Desmemoriados prestó su colaboración para el mismo. El lugar elegido fue el salón de actos del CEIP Cisneros, años atrás la Escuela masculina Aneja a la Normal de Magisterio. Porque Pedro Vega, que ha trabajado más de cuarenta años como periodista, fue estudiante de aquella Escuela Normal entre los años 1969 y 1973. Se formó como periodista en París y en Bucarest. Pedro fue uno de los cuatro estudiantes de aquella Escuela detenidos, junto a otros catorce, que debido a las exageradas penas de cárcel pedidas por el Tribunal de Orden Público (TOP), decidieron salir de España. Fueron los últimos exiliados de nuestra comunidad.

Ahora que encontramos a diario intentos de reescribir la historia, hay hechos concretos que confirman que la dictadura practicó hasta el final, para su supervivencia, un totalitarismo extremo, de partido único, falto de independencia judicial y con la represión policial como base de su ilegítima autoridad. Aunque también observamos hechos que indican que el sistema fue tratando de adaptarse, sin realizar cambios fundamentales, a una coyuntura internacional que se iba volviendo incómoda en algunos aspectos, mientras que la guerra fría revalidaba el papel anticomunista del franquismo. Desde mitad de los años cincuenta, tras los pactos con EE.UU. y el ingreso en la ONU, los cambios en la política económica -Plan de Estabilización y planes de desarrollo- y la llegada al poder de los tecnócratas del Opus Dei sustituyendo en muchos casos a los falangistas, se podría apreciar un nuevo marco. Insistimos, con cambios fundamentalmente cosméticos en lo político.