El conflicto laboral en Sniace está íntimamente ligado a la historia de Cantabria. La empresa química, que se fundó en el año 1939 bajo el paraguas de la dictadura franquista, llegó a dar trabajo a más de 3.500 personas de forma directa en el complejo industrial de la compañía en la cuenca del Besaya, a las afueras de una ciudad como Torrelavega, castigada por el paro y la precariedad. Ahora, tras un largo calvario y después de que toda la plantilla fuera despedida hace más de tres años, retoma la actividad en una fábrica en la que solo creyeron sus trabajadores.
Y es que la batalla ha sido larga, en la calle y en los tribunales. Muchos desistieron por el camino. Otros fallecieron. El apoyo social y político ha sido intermitente, a juicio de los trabajadores y sus familias, nunca suficiente para una empresa con el peso económico que Sniace tiene para la comarca en la que se asienta. En su etapa de mayor auge, unas 3.500 personas llegaron a trabajar en Sniace de manera directa, unas cifras que desde los sindicatos ascienden hasta las 10.000 cuando se refieren a empleos indirectos, a empresas vinculadas con la actividad de esta compañía multinacional.
Esos tiempos quedan lejos. La actividad se retoma estos días a un ritmo muy lento, en un arranque de la producción que no culminará definitivamente hasta dentro de aproximadamente una semana, cuando la puesta en marcha de su planta de celulosa y energía concluya con la incorporación escalonada a la plantilla de unos 180 trabajadores.
Este personal, en virtud del acuerdo suscrito entre el comité y la dirección de la empresa, se incorpora mediante contratos a tiempo parcial, que se irán convirtiendo en definitivos en el transcurso de los meses. A su vez, este retorno a la actividad marca el inicio del proceso para la reapertura de otra división del Grupo Sniace, aproximadamente en diez meses, que dejará la plantilla al borde de los 300 empleados.
Huelgas, manifestaciones y protestas
El nacimiento de Sniace en plena posguerra estuvo siempre bajo sospecha. Para su construcción se emplearon batallones de trabajadores y se montó la fábrica con tecnología italiana, fruto de la colaboración y el buen entendimiento entre el fascismo imperante en ambos países. Fue una empresa “modelo” durante el franquismo, lo que le puso más fácil las expropiaciones de terreno para seguir creciendo en su entorno con el apoyo del régimen.
La empresa siempre ha estado rodeada de conflictos en estos casi 80 años de historia. Las manifestaciones, las protestas, las huelgas o, incluso, los encierros de los trabajadores de Sniace han formado parte del paisaje cotidiano de Torrelavega. En la anterior gran crisis, en 1993, la plantilla perdió parte de su músculo en medio de un duro ajuste por la reconversión industrial. Entonces pasaron 48 días con sus respectivas noches viviendo en una fábrica que amenazaba ruina. Dos décadas más tarde, en 2013, sufrieron un cierre que a punto ha estado de ser el definitivo.
Tres años después de ser despedidos, de agotar su paro, de acabar con todas las prestaciones sociales que les correspondían, muchos seguían acudiendo a la portilla de la fábrica cada vez que se convocaba una asamblea o una concentración para reivindicar sus derechos y exigir la reapertura de la fábrica. Su paciencia ha estado a punto de agotarse, igual que sus ahorros, y por eso cuando esta semana han vuelto a cruzar la puerta de unas instalaciones que parecen de todo menos un centro de trabajo, muchos no sabían si reír o llorar.
“Estamos contentos de estar aquí y de volver al trabajo. La vuelta es positiva para todos. Estamos ilusionados de empezar una nueva etapa y yo creo que el futuro va a ser bueno. Somos muy optimistas, porque, aunque sabemos que el trabajo va a ser duro, después de todo lo que hemos peleado, merece la pena. Es conveniente que la gente sepa que estamos dispuestos a seguir y a defender nuestros puestos hasta las últimas consecuencias”, explica Loli López, una de las más veteranas.
A punto de cumplir los 60 años, esta trabajadora de Sniace reivindica lo conseguido, aunque sin olvidar que la felicidad no es completa: “Yo siempre creí que era posible, no pensé nunca que Sniace fuera a cerrar. El problema es que hemos tenido muchas complicaciones, muchas dificultades. No podíamos pensar que iba a ser tan duro. Solo nos queda mirar hacia adelante. Lo pasado, pasado está. Esperamos que los compañeros que faltan puedan volver cuando antes”, subraya.
Insiste en que ha pasado en Sniace media vida y no es ninguna exageración. “Hemos tenido hijos, hemos formado una familia, hemos hecho muchos amigos. Aquí hemos pasado muchos malos momentos y también nos hemos mantenido firmes y unidos”. Entró a trabajar en la empresa en 1974, así que acumula tantas experiencias a sus espaldas que prácticamente nada se le hace extraño. “Somos conscientes de que esto es Sniace y que no va a ser fácil. Siempre puede volver a pasar, así que hay que estar preparados para todo”, concluye.
Coincide con su diagnóstico Santiago Gutiérrez, que se incorporó este pasado fin de semana para participar en las labores previas de arranque de la fábrica y que ha llegado a la reapertura 'oficial' más mentalizado que el resto de sus compañeros, preocupado por los pequeños problemas cotidianos que surgen en un proceso como el que se está llevando a cabo, con maquinaria obsoleta y en unas instalaciones que han estado cerradas demasiado tiempo.
“Vuelves a tener trabajo y quieres que esto tire para adelante, así que, por esa parte, ilusionado. Por otro lado, hay que tener en cuenta que arrancar esto no es fácil y van saliendo averías que hay que solucionar. Son los problemas normales después de una parada tan larga”, explica.
Santiago es de Torrelavega y ha estado en paro todo este periodo de conflicto. Asegura que siempre mantuvo la esperanza y que ahora solo piensa en el día a día. “No sirve de nada hacer planes o echar cuentas de lo que habrá aquí dentro de diez años, de cinco o de tres. Ya no puedes pensar que te jubilas en la empresa”, afirma en el cambio de turno, mientras se saluda con los compañeros que entran por primera vez desde hace mucho tiempo.
“Para Torrelavega y su comarca significa mucho. Si hubiera significado menos, si la plantilla no hubiera sido tan numerosa, igual el final era distinto. Ese empuje sí que ha servido, pero no siempre se consigue. Haber estado en la calle empujando, protestando, ayudó para la reapertura, pero no es fácil. En la mayor parte de los casos no es suficiente con eso”, reconoce.
“Por supuesto, lo que deseamos es que todo el mundo vuelva cuanto antes a su puesto de trabajo. Hasta entonces, seguiremos sin haber conseguido el objetivo por completo. Los que están en sus casas tienen que recuperar cuanto antes la normalidad. Necesitamos un poco de tranquilidad, tanto para nosotros como para el pueblo”, afirma Conchi una vez finalizada su jornada.
Ella, después de 40 años trabajando en Sniace, lo que desea es jubilarse en la empresa. Según sus cálculos, si nada falla, podría retirarse dentro de un par de años, aunque muestra su preocupación por las generaciones más jóvenes, por los que tienen familias con niños pequeños y que han sufrido muchos aprietos en estos tres años despedidos.
“Nadie puede hacerse una idea de lo que hemos pasado. Ha habido algunos días buenos, pero muchos muy malos. Aquí estuvimos hace 23 o 24 años encerrados durante 48 días con 47 noches pasándolas canutas. Hubo gente que se quedó por el camino. En honor de todos esos, de un compañero muy querido, muy luchador, que ha estado aquí hasta las últimas consecuencias, y se nos fue, igual que otros. Gente joven, con 60 o 61 años, que han muerto en este tiempo”, lamenta Conchi.
Una larga pelea en los tribunales
Esta emblemática empresa de la comarca del Besaya despidió en bloque a sus 533 trabajadores en septiembre de 2013, pero la compañía está a punto de revertir una situación insólita, tras superar un concurso de acreedores y realizar con éxito una ampliación de capital de más de 15 millones de euros hace apenas dos meses.
El principal escollo para volver a la actividad, un hecho en el que a lo largo de este periodo solo han creído posible los propios trabajadores, pasaba por la decisión que tomara sobre los despidos el Tribunal Supremo, que homologó definitivamente y en su totalidad el acuerdo laboral firmado por el Grupo Sniace y la representación legal de los trabajadores el pasado mes de junio.
Con esta homologación por unanimidad de la Sala de lo Social del Tribunal Supremo se puso fin al litigio de Sniace y quedó sin efecto la sentencia de la Audiencia Nacional que validó el despido de la mayoría de la plantilla -497 trabajadores de un total de 533- hace poco más de dos años.
Los problemas medioambientales
Las dificultades económicas de Sniace no han venido solas. Sus problemas para adecuarse a la normativa medioambiental han estado siempre en la raíz de un conflicto que no solo es empresarial, sino político y social. Por eso, la reapertura de Sniace es fruto también de un trabajo intenso del propio Gobierno de Cantabria, que sostiene que el objetivo es buscar “la compatibilidad” entre el proyecto industrial y garantizar las condiciones ambientales de la ría de Suances.
“Estamos a favor de la reapertura de Sniace pero igualmente de mantener la ría y las playas de Suances limpias. Un objetivo, por cierto, que estoy convencida que se puede alcanzar”, asegura Eva Díaz Tezanos (PSOE), vicepresidenta de Cantabria y consejera de Medio Ambiente en el Ejecutivo autonómico.
A su juicio, la reapertura de Sniace es una noticia “muy positiva” para Torrelavega y para toda Cantabria. “Que una fábrica que estaba completamente desahuciada vuelva a renacer así, creando unas expectativas de generación de empleo, no solo para la propia empresa, sino para toda la región, no es algo muy habitual, pero afortunadamente se ha dado en el caso de Sniace”, recalca Díaz Tezanos.
La también secretaria general de los socialistas cántabros cree que ahora los trabajadores y sus familias pueden ver su futuro con más optimismo y esperanza. Y no solo ellos, sino todos aquellos que trabajan en las numerosas empresas auxiliares que dependen del funcionamiento de Sniace.
“Llegar a este punto ha sido posible por la lucha tenaz del conjunto de los trabajadores que han defendido desde el primer momento el proyecto industrial y sus puestos de trabajo. Han sido años duros, pero al final lo han conseguido”, concluye la vicepresidenta.