León Benavente es uno de esos grupos que atrapa por algo tan poco común hoy en día: salirse de lo normal, de lo que se espera o de lo que la industria quiere que hagas. Con un estilo que ni ellos mismos se atreven a identificar, esta banda formada en 2012 por cuatro artistas de diferentes ámbitos, estará el próximo sábado 22 de agosto en Torrelavega dentro del ciclo de conciertos 'Viva la Vida'. Allí volverán a rebelarse contra un sistema que no les termina de convencer, pero siempre desde el buen rollo que aportan sus sonidos. El guitarrista de la banda, Luis Rodríguez, habla con elDiario.es sobre la industria musical y sobre los límites que les puede suponer decir siempre lo que les da la gana.
Muchos alaban que tienen un estilo muy marcado. ¿Es esa la clave del éxito de León Benavente?
Si yo tuviese esa clave probablemente ahora estaría en Asturias o Cantabria en mi chalet increíble [ríe]. Pero creo que en nuestro caso es más el fruto de nuestro trabajo y de llevar muchos años tocando. León Benavente se creó en 2012 pero llevamos una media de 25 años tocando. Fue una consecución de benditas casualidades pero hay mucho trabajo detrás. Que nos conociésemos fue azaroso, una consecución de benditas casualidades porque nos conocimos tocando con Nacho Vegas... Hemos tenido mucha capacidad de sacrificio y hemos sido honestos con nosotros mismos.
Los cuatro componentes del grupo vienen de la música, pero en 2012 se lanzaron a formar su propio grupo. ¿Se subieron a la ola del indie?
No creo que haya ola del indie, pero es que hablar de indie es algo tan amplio… Indie era lo contrapuesto a las discográficas, pero ahora son solo etiquetas que están ahí, y yo ya no sé ni lo que es indie, pero tampoco sé lo que es rock. Porque, ¿qué es rock? ¿Es Elvis Presley o es Metallica? El indie es una etiqueta tan global que creo que tiene más una orientación comercial que estilística. De hecho, si coges varios grupos que se supone que son indies e intentas encontrar algo común, te das cuenta de que son muy distintos. Nosotros no nos subimos a una ola, nos subimos a una oportunidad, nos armamos de valor y tiramos para adelante. Pero vamos, que tampoco creo que haya una ola, y si haces algo subiéndote a ella creo que no es la forma correcta de intentar hacer música. Creo que en la bolsa del indie se meten muchas cosas, pero nosotros no nos sentimos muy indies, y parte de la gracia del grupo es que somos cuatro personas que vienen de sitios diferentes, y esa puesta en común es lo que hace que León Benavente tenga un estilo difícil de encasillar porque hay algo de rock, algo de punk, pero a la vez hay un gran peso de las letras… No lo sé. Y realmente me da igual. Es una apuesta en común de personas con visiones distintas.
¿Hay hueco en la música para la protesta? Porque parece que ustedes han demostrado que sí...
Más que pensar en el concepto 'protesta' a la hora de hacer música, es que hay tantas opciones para hacer... Puedes hablar de mundos imaginarios, de amor, de desamor... De mil cosas. Y en nuestro caso, lo que hacemos es cuestionarnos lo que nos rodea sin tener una posición política más marcada como puede ocurrir en otros grupos. Pero no solo es lo que se cuenta sino cómo se cuenta, y sin querer ser muy explícitos sí que nos cuestionamos lo que te pasa al bajar al bar. Y hay veces que no es que protestes con la música, es que tampoco te queda otra.
¿España es un país fácil para escribir canciones reivindicativas?
Creo que en todos lo sitios hay cosas pero que lo que hay que saber hacer es observar. Sí que es verdad que en este 2020 estamos viendo una precipitación de cosas increíbles todo el rato, pero no solo a nivel de política o corrupción, que es apestoso, sino más a nivel mundial… Es la sensación de que ocurren cosas muy malas todo el rato. Pero en España hay para escribir de todo, sí [ríe].
Son críticos con la sociedad e incluso con la política, ¿nadie les ha tirado nunca de las orejas por ser tan ácidos?
Andamos por los cuarenta y pico cada uno… así que ni nos planteamos eso. Nunca nos ha pasado, pero no tengo ningún miedo porque sería lo peor que podríamos hacer: condicionar nuestra forma de expresión y andar con cuidado de lo que hacemos. Así que vamos a seguir diciendo lo que nos da la gana y como nos da la gana.
No nos gusta educar, ni dar el coñazo, ni decir cómo se tienen hacer las cosas. A mí me gustaría creer que lo que va a imperar sin que exista ningún tutor es el sentido común
¿Cree que existe una especie de responsabilidad social en los artistas?
No nos gusta educar, ni dar el coñazo, ni decir cómo se tienen hacer las cosas. Hasta donde podemos llegar es a hacerlo en conciencia y según cómo pensamos nosotros, pero claro, eso ya va en función de cada uno. A mí me gustaría creer que lo que va a imperar sin que exista ningún tutor es el sentido común. Veo muy evidente que no se deben escribir canciones machistas u ofensivas, que hay que tener más talento que todo eso porque eso es lo fácil y lo deleznable.
También imagino que va un poco con la educación que recibes, ya que te educan de una forma y tú vas a empatizar más con artistas que se expresen de forma parecida a lo que piensas. Si eres tolerante harás mejor música, si eres más intransigente saldrá el otro tipo de música que a mí no me interesa nada. Otra cosa es que en el artista haya posicionamientos políticos más explícitos a la hora de hacer su arte, y ahí sí que puede haber una necesidad de denuncia más clara de ciertas cosas. Pero en nuestro caso simplemente es una cuestión personal, son nuestras canciones y no hay detrás ningún tipo de intención aleccionadora.
Este año todo ha cambiado y ustedes que son muy festivaleros estarán sufriendo las consecuencias de la pandemia… ¿Cómo cree que se recompondrá la industria de este batacazo?
Va a ser duro por muchos motivos. Los evidentes: no puedes meter a 20.000 personas en un recinto. Pero luego por otra parte, el sector musical tiene cierto estigma porque muchos entes públicos que habían cedido sus espacios -sin criticarlo lo digo, me parece bien- han decidido no hacerlo por la situación. Y me hunde la moral que se cancele un festival y luego las terrazas estén llenas de gente. Me hunde la moral que puedes venir en un tren con una persona al lado durante seis horas y que luego se cancele un festival... No se está aplicando la misma vara de medir para todos, y a mí eso me enfada un poco.
Hay muchísima gente en el sector musical que lo estamos pasando mal, y eso que en nuestro caso no fue tan malo porque terminamos la gira de salas el día antes del confinamiento… Pero hay gente que empezaba la gira justo cuando comenzó. Estamos hablando de un drama económico como el que puede tener el que regenta un bar. Vivimos unos tiempos muy inciertos en los que no sabes lo que va a pasar el mes que viene, y el modelo que vamos a seguir es que cuando se pueda tocar, pues se tocará. Nosotros vamos a intentar sobreponernos a la visión de toda esa gente con la mascarilla y sin poder verles la expresión porque lo esencial, que somos nosotros tocando y la gente escuchando y sintiendo las canciones, eso se puede preservar. De hecho, los conciertos que hemos dado hasta ahora están siendo muy emotivos y muy especiales, así que vamos a intentar olvidarnos de todo eso -al menos durante el momento que dura el concierto- y vamos a establecer esa conexión con la gente que es lo que nos interesa.