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Un estudio confirma que la cirugía en personas mayores puede tener efectos cognitivos e incluso desarrollar Alzheimer

La cirugía mayor puede desencadenar distintos patrones de alteraciones cognitivas en ancianos.

Javier Fernández Rubio

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Antes de una operación quirúrgica suele evaluarse el estado cardíaco y respiratorio del paciente. Puede que en el futuro se le haga también un test ya que se está demostrando que la cirugía produce un déficit cognitivo después de pasar por el quirófano, que en pacientes con marcadores biológicos que indican una predisposición a padecer Alzheimer repercute en la pérdida de memoria.

Aunque el fenómeno del deterioro cognitivo tras la cirugía se conoce desde hace tiempo, había pocos estudios que lo constataran fehacientemente, relacionándolo directamente con el Alzheimer. El Instituto de Investigación del Hospital Valdecilla (Idival) y la Universidad Bonn acaban de hacer público un estudio que confirma esta hipótesis, lo que supone un gran avance en el conocimiento de la enfermedad, uno de los mayores retos de salud pública al que se enfrenta la sociedad. 

El estudio del Idival y el University of Bonn Medical Center concluye que la cirugía puede ser un factor promotor o acelerador de la enfermedad. Esta conclusión se obtiene tras constatar que la mitad de los individuos sanos mayores de 65 años investigados empeoró respecto a su estado previo tras ser sometidos a cirugía ortopédica.

Los investigadores efectuaron test cognitivos y obtuvieron muestras de líquido cefalorraquídeo para determinar los niveles de beta-amiloide durante la anestesia.  Nueve meses después volvieron a administrar los mismos test cognitivos y el resultado arrojó que la mitad había empeorado y aquellos que tenían niveles alterados de beta-amiloide tenían un patrón compatible con el inicio del Alzheimer, en el que predominan los problemas de memoria.

Una de las principales autoras del análisis, Carmen Lage, señala que “es frecuente, en las consultas, que los familiares refieran que los problemas de memoria de los pacientes comenzaron tras una operación o un ingreso hospitalario”. Un dato clínico, explica Lage, que les hizo plantearse si la cirugía desencadena la aparición de los síntomas en un cerebro previamente afectado.

“Antes de la cirugía las puntuaciones de los test de memoria de los sujetos con niveles anormales de beta-amiloide eran indistinguibles de los sujetos con niveles normales y, sin embargo, tras la cirugía, eran significativamente peores”, apunta. 

La conclusión que extrae la investigadora del Idival es que la cirugía mayor puede desencadenar distintos patrones de alteraciones cognitivas, dependiendo de la presencia o ausencia previa de cambios patológicos de Alzheimer: mientras que los sujetos sin patología amiloide muestran un deterioro que no afecta a la memoria, probablemente asociado a factores intrínsecos a la propia cirugía, aquellos con patología amiloide sufren un deterioro cognitivo que afecta predominantemente a la memoria, y que es consistente con las primeras manifestaciones clínicas de la enfermedad de Alzheimer y por tanto asociado a mayores probabilidades de progresión a demencia.

Por su parte, el investigador principal del estudio, Pascual Sánchez-Juan, insiste en la misma hipótesis, añadiendo que el progresivo envejecimiento de nuestras sociedades y la mejora en la técnica quirúrgica hace que cada vez se opere a más individuos, más ancianos y más frágiles. 

Según Sánchez-Juan, mientras que en la evaluación pre-quirúrgica se revisa siempre si la función cardiaca o respiratoria van a soportar la cirugía, no se evalúa habitualmente las potenciales consecuencias de la operación para el cerebro del paciente. “Nuestros resultados abogarían por que los estudios de evaluación pre-quirúrgica incluyan en el futuro test cognitivos, e incluso el análisis de biomarcadores de Alzheimer”, concluye.

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