Marta San Miguel, escritora: “Seguimos vivos, intactos y comprensibles en nuestra memoria”
Marta San Miguel (Santander, 1981) se pone tensa antes de responder a una pregunta como si se dispusiera a saltar un obstáculo. Es como uno de los personajes de su obra 'Antes del salto' (Libros del Asteroide, 2022), el caballo Quessant, que juega un papel importante como catalizador de acontecimientos de ese viaje lisboeta en el que la protagonista entreteje recuerdos para dar encarnadura a su auténtica identidad. La autora es escritora y periodista. Ha publicado los poemarios 'Meridiano' (2010) y 'El tiempo vertical' (2015). Su primer libro de largo recorrido llevaba por título 'Una forma de permanencia' (Libros del K.O., 2019), al que sigue estos días su primera novela. Dice sentirse cómoda en la ficción y para dar cuenta de ello ofrece esta historia íntima y honesta que comenzó con unos apuntes a lápiz mientras vivía, como su protagonista, en la capital lusa y fue creciendo hasta llegar a convertirse en una reivindicación de la memoria como único espacio real.
Toda una vida leyendo, media vida escribiendo y ya forma parte de un catálogo con autores consagrados de España y de fuera, actuales e históricos.
Todavía no soy consciente de estar en ese catálogo. Tengo todos sus libros [de Asteroide] en casa, los miro y aún no soy consciente de haber entrado en esa nómina. Me vienen a la mente palabras como 'orgullo', 'respeto' y, sobre todo, 'responsabilidad'.
¿Por qué sobre todo?
Porque lo que me han cuidado como lectora es el listón que yo tengo. Eso es lo que yo espero dar a los lectores.
¿Cómo se inoculó el veneno de la escritura?
Empezó cuando todo lo que me rodeaba tenía una historia detrás y un buen día me dio por escribirla. Cualquier cosa que me pasaba, llegaba a casa y se lo contaba a mi madre, a mis hermanos; y a la inversa, también les pedía que me contaran sus cosas. Lo sé porque aún me lo recuerdan. Digamos que escribir fue mi manera de materializar mi manera de ser.
¿Puede decirse que tiene una necesidad casi fisiológica de contar cosas?
Es mi manera de ser. Entiendo la realidad contándola y disfruto también cuando me la cuentan. Por eso acabé haciendo periodismo.
¿Una cosa lleva a la otra?
Sí, me llevó. En el momento que verbalizo que quiero dedicarme a escribir, el sentido común de mi padre me dijo '¿qué te parece estudiar periodismo?'. Y así llegué al periodismo, como un daño colateral. Es mi profesión, es el vehículo que me compré para escribir a diario.
¿Son cosas distintas? ¿Se considera más periodista que escritora?
No me considero más periodista que escritora, pero tampoco al revés. Mi manera de estar en el mundo es escribiendo y me da igual dónde. Ahora bien, el periodismo te impone unos límites, unas circunstancias y unos temas que la imaginación no y por tanto me siento más libre cuando escribo en mi papel de escritora. Yo no veo por qué un periodista no puede ser un buen novelista. Quizá debiéramos ver esta comparación al revés: ¿Puede ser un escritor un buen periodista? Seguro que sí.
¿No se pone también límites cuando escribe ficción? Hay escritores que se imponen reglas, a veces caprichosas.
Ojalá supiera por qué hago lo que hago, pero todo lo que he escrito hasta ahora ha sido en buena parte gracias a que llevo 20 años 'picando' el teclado en un periódico. Desarrollar esa capacidad para utilizar el lenguaje es muy útil cuando quieres contar algo, porque te ordena el pensamiento y te obliga a encontrar un camino.
Hay quien piensa que un periodista no puede ser un buen novelista, porque el periodista ha sido preparado para anticipar lo sustancial, lo que no tiene mucho que ver con el desarrollo de un artefacto narrativo de largo recorrido como es una novela. Vamos, como si el periodismo de interés general consistiera en dejar claro en el primer párrafo quién es el asesino...
A mí una escritora me dijo una vez: 'Tú, siendo poeta, ¿has escrito una novela?'. Y añadió: 'Pocos poetas conozco que acaban siendo buenos novelistas'. Cada registro requiere de un tono, de una afinación, de una voz. Todos son palabras e imágenes, pero son distintos.
¿Y se siente cómoda en todos?
Para nada. La poesía me impone mucho. Yo no soy poeta, sino que escribo poesía. Soy consciente de lo difícil que es escribir buena poesía. Creo que la poesía es uno de los géneros más difíciles. La novela también es compleja porque es un artefacto que tiene un poco de todo: tiene que tener la tensión narrativa de un buen artículo de periódico, la belleza de un poema y tiene que tener la inmediatez de ese suspiro antes de zambullirse que tiene el relato corto.
¿Hasta qué punto su novela 'Antes del salto' está anclada en la realidad?
He tomado partes de mi propia experiencia, sobre todo de mis recuerdos para poner a la protagonista de la novela en una situación en la que me permita abordar el tema del que hablo en el libro.
¿Y cuál es ese tema?
La memoria identitaria. A medida que vamos avanzando, de ir -haciendo un juego con el título del libro- dando saltos, saltos personales, saltos profesionales, saltos voluntarios o involuntarios... En cada salto, vamos dejando una parte de nosotros detrás. Llega un momento en que la rutina, esas obligaciones adquiridas tras cada salto, acaban por desdibujarte, por hacer olvidar la razón de ser de todo. La rutina sobre todo es la que hace que nuestra memoria sea como un espejo cada vez más opaco. Hay que diferenciar la memoria de la nostalgia y es necesario parar y fijarse en los instantes para recuperar aquello que nos hacía ser quienes somos. Si dejamos de mirar atrás, las personas que nos faltan, las personas que fuimos acaban siendo clichés, fotos fijas. Seguimos vivos, intactos y comprensibles en nuestra memoria.
Llega un momento en que la rutina, esas obligaciones adquiridas tras cada salto, acaban por desdibujarte, por hacer olvidar la razón de ser de todo. La rutina sobre todo es la que hace que nuestra memoria sea como un espejo cada vez más opaco
¿Planifica al detalle cada novela?
En esta en concreto no hubo planificación. Lo que hubo fue un lápiz y un cuaderno y por primera vez volví a escribir a mano, y volví a escribir despacio, que me parece fundamental.
¿Escribe distinto cuando utiliza un teclado?
Creo que la velocidad del pensamiento se ve trastocada. Al principio [escribir a mano] me generaba cierta ansiedad, con esdrújulas que me hacían pensar que cuando fuera a terminar de escribirlas se me iba a olvidar la idea. El sosiego al escribir es como decirle al caballo: 'Frena, ve al paso, disfruta'. Esas anotaciones hacen surgir ideas que iban creciendo como una enredadera. Luego fueron pasadas al ordenador. Se transformó en material literario con el personaje que proyecté y de repente me di cuenta de que tenía 20, 60 páginas, de que estaba escribiendo el borrador de algo con ideas muy claras.
¿Tacha mucho, reescribe mucho?
Soy horrible reescribiendo, lo llevo muy mal.
¿Cree que escribir es más quitar que poner?
El proceso de escritura fue quitar y dejar las partes que te sirven para contar una historia, y añadir las que hacen que funcione un giro narrativo. Y ahí la imaginación es mi gran aliada.
¿Se definiría como una persona imaginativa?
Sí.
¿Y literaria? ¿Hasta qué punto la forma importa?
Totalmente. En una librería, abro un libro al azar y leo y, si la voz me interpela, compro el libro. Estoy al tanto de las novedades, pero me fío más de lo que leo cuando lo hojeo un poco.
Y su propia voz, ¿le costó encontrarla?
Me he ido tanteando con el tiempo y creo que mi voz se ha modulado gracias a lo que escrito. A día de hoy me reconozco en lo que escribo, ya sea en un periódico, en un relato o en una novela como esta [coge su libro].
Reconocerse en lo que se escribe no tiene que significar estar satisfecho necesariamente...
Hace unos años hice un pacto con mis limitaciones y ahí fue cuando empecé a escribir.
¿En qué consiste ese pacto?
En asumir que siempre va a haber autores y libros que te pasen por encima, que sean abrumadores. Y eso no te puede parar del mismo modo que no dejo de hacer entrevistas por no llegar a la altura de aquellos que son extraordinarios entrevistando. El día que asumí que yo soy Marta San Miguel y escribo así empecé a dejar salir mi voz. Necesito esa voz para ser reconocida y sentirme yo misma reconocible.
En su actividad, hay gente tan brillante que parece inevitable pensar que hay algo innato, un don divino en el hecho de escribir, que por mucho que se trabaje nunca se llegará a ese nivel.
Estoy totalmente de acuerdo.
¿Tiene usted ese don?
No, mi talento es perseverar. No soy brillante, pero persevero y creo que eso es lo que me ha llevado a alcanzar lo que me había propuesto.
Es otra manera de brillar, en cierto modo. Hay muchos que lo intentan y no lo consiguen.
Sí, pero es un brillo hacia dentro. Publicar este libro, y todos los anteriores, para mí era una manera de re-conocimiento, en el sentido clásico y etimológico de la palabra. Decir 'Esta soy yo. Esta soy yo escribiendo'.
¿Y no le produce cierto apuro escribir, en el sentido de pensar con cierto atrevimiento que lo que usted escriba ha de interesarle a miles de personas?
Si me hiciera esa pregunta llevaría 20 años sin cobrar [en el periódico en que trabaja].
Pero en un periódico es más una intermediaria entre lo que otros dicen o hacen y el lector, mientras que en una novela no hay nadie, salvo el editor, entre lo que usted dice y el lector.
Me estoy exponiendo al lector. Da igual si es una novela, un verso o una crónica, desde donde yo lo cuento es mi persona. Soy yo la que lo cuenta, la que está trasmitiendo algo. Lo que se expone es mi mirada. Si me preguntara continuamente si lo que escribo es tan importante como para merecer el tiempo de alguien, no escribiría nunca. Me engulliría el pudor, cuando paradójicamente soy una persona súper pudorosa. Todos somos un saco de contradicciones.
¿Hasta qué punto es para usted importante el mundillo del libro? ¿Le preocupa su imagen exterior como escritora, el prestigio, la fama incluso?
Dentro de un año contesto a esa pregunta. Yo ahora voy con las luces cortas porque creo que mi realidad me mantiene con los pies en la tierra. No puedo dejar de lado que la escritura me ha dado amigos que me han formado y son gente indispensable en mi vida. Pero no sé lo que me voy a encontrar. Ese mundo literario que dice yo no lo conozco. Hay cierta ventaja en vivir en una ciudad como esta [Santander], pero no puedo negar que desde estudié la carrera todas las personas que me he encontrado en el mundo literario... Es una suerte ser periodista y haberlo vivido desde el otro lado de la barrera, porque he visto muchas cosas desde ese lado.
Pero ¿le gustaría? La figura del escritor tiene cierto reconocimiento social que va más allá de la mera escritura. ¿Lo busca, lo pretende?
Creo que no. Yo solo busco tiempo para escribir, no para convertirme en escritora.
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