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La apuesta cántabra por Picos de Europa
Otro domingo en el Malevo y ya empieza a hacer frío. Hace un par de meses estábamos en la terraza, pero ahora ya estamos entre los muros de piedra y las vigas de madera de esta vieja tasca. La lumbre ya está prendida y el café entra mejor. Con pocas cosas soy tiquismiquis, pero el café me gusta caliente. Tomarlo frío es como escuchar el Hurt de Johny Cash en la versión original de los Nine Inch Nails. Si, es café, vale. Pero es una mierda...
Por ahora el café está demasiado caliente, no hay quien tome un sorbo y para variar ocupamos el tiempo arreglando el mundo. Sí, ahí estamos mi buen amigo y yo frente a frente, divagando, mientras al lado jugaban a las cartas y en la barra los parroquianos veían como sus copas en vaso de tubo se evaporaban.
Lo reconozco. A veces soy muy terco y tanto en lo laboral como en lo personal me gusta tenerlo todo perfectamente atado. Si puedes buscar lo mejor y esto es la perfección, ¿por qué no intentarlo? Hay veces que llegamos a la conclusión que no vale la pena volver a refunfuñar por nuestra visión de la realidad cántabra y que quizás nosotros valoremos de diferente manera la importancia que se le da al territorio, a ese resultado de paisaje y gentes que conforman la identidad de nuestros valles y montañas, pero eso quedará para el próximo artículo.
El caso es que mi amigo acaba de doctorarse con una tesis espectacular, que le ha llevado años de investigación sobre las cuevas heladas en Picos de Europa y este Parque Nacional pasa por ser uno de los grandes recursos que ni desde la gestión autonómica ni desde la propia ciudadanía cántabra llegamos a valorar como se merece.
Desde que era un crío fui con mi familia al monte, ahí descubrí los bosques de ribera del Nansa o los magníficos mosaicos verdes de Saja. En verano el paso por el Desfiladero de La Hermida era lo más parecido a subirse al tren de la bruja pero sin escobazos. Llegábamos a Potes y yo siempre me quedaba mirando esos muros calizos que se levantaban frente a mi como firmes guerreros.
Siempre me llamaron la atención, tenían algo que les hacía diferentes, su luz dependiendo de la hora o la intensidad solar, hacía que se mezclasen con el verde lebaniego y los cielos y las nubes de aquellos bellos parajes. Ahora Picos de Europa pasa por ser uno de los terrenos que más disfruto cuando me sumerjo en sus olas de caliza.
Disfruto perdido entre canales, canchales y neveros, pero a la vez pienso que el Parque Nacional de Picos de Europa es el espacio natural protegido de 'postureo' para Cantabria. Es decir, está de lujo, tenemos un espacio natural protegido con una de sus máximas figuras, por no decir la mayor, con la que se supone que se valoran sus formaciones, su biodiversidad, etcétera, ¿pero realmente los cántabros valoramos lo que tenemos ahí? ¿Nos identificamos con este espacio y lo sentimos como propio? Y por último, ¿Cantabria saca partido al Parque Nacional de Los Picos de Europa?
A las tres preguntas creo que debo responder que no. Esto no se trata de poner puño en alto cuan Corocotta y darnos golpes en el pecho. Se trata de poner en valor un vasto espacio que realmente se encuentra aprovechado muy por debajo de sus posibilidades para Cantabria. Mientras tanto, el café va enfriándose...
Decía el ensayista y poeta Manuel González Prada que “todas las generaciones se afanan por descubrir el secreto de la vida, todas repiten la misma interrogación; pero la Naturaleza responde a cada hombre con diversas palabras y guarda eternamente su misterio”. El mismo día que este anarquista moría en su Lima natal, el 22 de julio de 1918, en el norte de la Península Ibérica se declaraba el primer Parque Nacional español: el de la Montaña de Covadonga.
Tras los años del Marqués de Villaviciosa y varias ampliaciones en cuanto a su extensión, se llega a declarar el actual Parque Nacional, siendo Picos de Europa en el presente el segundo más visitado de toda España, solo por detrás del Parque Nacional del Teide. Los datos a los que he podido acceder (si me leéis ahora desde una de las 14 direcciones de correo electrónico a las que demandé información: un abrazo, pero ya no lo necesito) cifran en 1.454.000 las personas que entre enero y agosto de este último año han visitado este espacio, de las cuales 494.000 han acudido a su zona cántabra. Un número más que interesante teniendo en cuenta el peso que este ámbito tiene dentro del sector servicios para nuestra comunidad.
El caso es que este Parque Nacional se divide en tres comunidades autónomas: Asturias, Castilla León y Cantabria, con los consiguientes problemas que conlleva la gestión compartida. Una superficie cercana al 23% del Parque Nacional se extiende por Cantabria, pero la Administración autonómica debiera ser valiente y plantear sacar mucho más partido del que saca. Picos de Europa no puede ser sólo el teleférico de Fuente Dé.
Por poner un ejemplo, en el reciente proyecto de presupuestos que ha sacado el Gobierno de Cantabria, se plantea una inversión de 900.000 euros para los gastos de funcionamiento del Parque Nacional Picos de Europa dentro de su consorcio. Quizás esa Consejería de Medio Rural, Pesca y Alimentación debiera plantearse intentar llevar la gestión de un centro de visitantes como el de Sotama, habida cuenta del éxito que tiene con la ruinosa gestión que se ha hecho por parte de la empresa pública contratada por el Gobierno central.
Siendo valientes y a través de un plan rector que dinamizase ese Centro y con él el uso público, la protección y gestión del Parque Nacional de una manera eficiente, Cantabria saldría ganando mucho y ese Centro de Sotama podría ser un foco de desarrollo espectacular de todo el valle. No dudo que el coste económico pueda ser uno de los principales impedimentos, pero quizás hay que mirar a largo plazo y pensar que económicamente también puede llegar a ser muy beneficioso el asumir su gestión.
Pero no se puede dejar todo en manos del Gobierno autonómico. Por lo pronto hay que agradecerle que en los pocos meses que lleva haya reactivado procesos de participación pública y comisiones relativas a los espacios naturales protegidos que llevaban años en el olvido. Habría otras entidades que podrían enarbolar la bandera de los Picos de Europa en Cantabria. Por ejemplo, la Universidad de Oviedo tiene una serie de convenios con el Gobierno asturiano o el CSIC para la investigación científica, técnica y de innovación de este verdadero observatorio vivo del cambio climático presente y los episodios que se han dado a lo largo de la historia... ¿por qué la Universidad de Cantabria no podría dedicarse también a su estudio y difundir sus resultados? Verdaderamente podríamos ser ejemplos a nivel mundial.
Una apuesta por la investigación en el Parque Nacional Picos de Europa y sobre todo por la comunicación y difusión de conocimiento sería una estrategia interesante de cara al futuro. Venimos de un último CONAMA (Congreso Nacional de Medio Ambiente) Local en el que se ha hecho especial hincapié en estos dos aspectos y en Cantabria tenemos centros dedicados a la investigación, como el CIMA (Centro de Investigación del Medio Ambiente) o el CIFA (Centro de Investigación y Formación Agrarias) que bien pudieran hacer esta labor.
Y si se quiere dar un golpe sobre la mesa y apostar por hacer algo con reconocido prestigio mundial, la idea de hacer un centro de investigación específico para las montañas cantábricas no sería descabellada. El ejemplo lo tenemos cercano con el Instituto Pirenaico de Ecología o mismamente el IH Cantabria. A menudo se nos llena la boca hablando de I+D, pues bien, el Parque Nacional Picos de Europa es un marco incomparable para desarrollar propuestas en este sentido y sus potencialidades son enormes.
Son varias las herramientas que podrían utilizarse para dinamizar los Picos de Europa cántabros y mientras eso no se haga, seguirá viéndose este espacio como unas montañas imponentes, pero no como un espacio que pueda vertebrar económica y socialmente toda una comarca e incluso una Comunidad Autónoma. Ya seguirá enfriándoseme el café... pero bueno, mientras siempre nos quedará escuchar al viejo Cash.
Otro domingo en el Malevo y ya empieza a hacer frío. Hace un par de meses estábamos en la terraza, pero ahora ya estamos entre los muros de piedra y las vigas de madera de esta vieja tasca. La lumbre ya está prendida y el café entra mejor. Con pocas cosas soy tiquismiquis, pero el café me gusta caliente. Tomarlo frío es como escuchar el Hurt de Johny Cash en la versión original de los Nine Inch Nails. Si, es café, vale. Pero es una mierda...
Por ahora el café está demasiado caliente, no hay quien tome un sorbo y para variar ocupamos el tiempo arreglando el mundo. Sí, ahí estamos mi buen amigo y yo frente a frente, divagando, mientras al lado jugaban a las cartas y en la barra los parroquianos veían como sus copas en vaso de tubo se evaporaban.