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Balances de un puerto sin ética

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La pasada semana el Puerto de Santander exhibía músculo señalando que cerraron 2022 “con el cuarto mejor resultado de tráfico de nuestra historia y récord de pasajeros”. No pueden decir lo mismo de la dignidad ética de una institución que sigue pasándose por el arco de triunfo los derechos humanos y las recomendaciones del Defensor del Pueblo. En junio, en respuesta a la denuncia de Pasaje Seguro, la defensoría que encabeza Ángel Gabilondo afeaba a la Autoridad Portuaria, dispuesta a parar a una panda de chicos albaneses literalmente a cuchilladas —no hacen otra cosa las concertinas, que hundirse en la carne, echen un vistazo en Google Imágenes a la carnicería de Melilla— por “no valorar la posibilidad de sustituir estos mecanismos por una estructura de barrotes o corona metálica como sí se hizo en Ceuta y Melilla” y cuestionaba “la ética de sus argumentos” para mantener las cuchillas. El Puerto no ha hecho nada al respecto.  

“Hemos tenido que superar las dificultades derivadas de conflictos globales como la crisis sanitaria y económica, la llegada del Brexit, las noticias sobre el aumento de los fletes o el conflicto armado entre Rusia y Ucrania y, entre todos, lo hemos hecho con nota”, señalaban, dejando fuera del discurso, por fin, a los pobres chavales albaneses que utilizaron para justificar sus malos resultados años atrás. Desconozco si por ignorancia o cinismo, no tuvieron el más mínimo escrúpulo a la hora de poner en la diana a un grupo de jóvenes sobre los que se vertieron todo tipo de mentiras y exageraciones. A tal punto llegó la cosa que hoy aún tenemos concertinas en nuestro Puerto, y no se les cae la cara de vergüenza al decir que, si las quitan, será en unos seis meses. Santander sigue proclamando con esas cuchillas por frontera, a los cientos de miles de viajeros que atraviesan los torniquetes de nuestro Puerto que aquí se respetan los derechos humanos solo si tal.

En otro orden de asuntos, aunque relacionado, se ha confirmado que el psiquiátrico de Parayas se convertirá en un centro de acogida internacional con 250 plazas. Ahora. Ahora, tal vez, que “refugiado” significa “familias ucranianas”, al fin y al cabo, europeas, “de los nuestros”. Cuando los refugiados llegaban por miles y muchos se nos ahogaban en el trayecto desde Siria, Afganistán o Palestina, a nadie se le ocurrió esto y tuvo que ser un colectivo ciudadano, del que tuve y aún tengo el honor de sentirme parte, Pasaje Seguro, quienes buscamos emplazamientos, pueblo a pueblo, y aún así el número de acogidos fue y sigue siendo irrisorio porque, de facto, en Grecia, entre otras fronteras, siguen varadas miles de personas en condiciones infrahumanas. Se nos ahogaban y se nos ahogan: Caminando Fronteras constata en su reciente informe Monitoreo del derecho a la vida 2022 el fallecimiento de 2.390 personas migrantes durante en su trayecto hacia España en el pasado año entre los que habrá, a buen seguro, muchos aspirantes a asilo y refugio… pero los de segunda o tercera clase, los de piel oscura, vaya.

Independientemente de las no tan comprensibles cercanías que mucha gente parece tener con unas personas solicitantes de asilo y refugio pero no con otras, los gobiernos tienen la obligación de proteger a todos y todas por igual. Claramente no está siendo el caso. El Instituto de Estudios sobre Conflictos y Acción Humanitaria y Médicos Sin Fronteras han presentado el Informe La Acción humanitaria en 2021-2022: más allá de la guerra de Ucrania en el que se concluye que las principales potencias del mundo no han escatimado millones y arsenal militar para ayudar a Ucrania en la guerra con Rusia, incluida la acogida de refugiados y desplazados por la guerra, mientras las fronteras permanecen cerradas y los trámites de asilo conllevan meses de espera para refugiados africanos y asiáticos. 4,8 millones de ucranianos gozan de una protección temporal en países como España, junto a Polonia, Alemania, Rumania o Eslovaquia, según datos oficiales de ACNUR. Desde que estalló la guerra, más de 150.000 han llegado a España y obtenido la protección temporal mientras que entre el 1 de enero y el 30 de septiembre de 2021, España había reconocido como refugiados a 482 sirios. Los datos claman al cielo. Gracias al grupo de Visegrado, la Directiva de protección temporal, un mecanismo que existe en UE desde 2001 para atender a potenciales situaciones de llegada intensiva de personas desplazadas al territorio de la Unión Europea, no se activó con la crisis de llegadas de Siria… pero estaba en manos de cada país haber hecho mucho, pero mucho más. La historia nos juzgará y no creo que nos absuelva.

Igual que nada se ha comentado el último informe del Puerto sobre los jóvenes albaneses, por supuesto nada hemos sabido —nunca lo supimos de no ser por las investigaciones activistas— del tráfico de armas del que, gracias a los activistas de Ongi Etorri Errefuxiatuak, supimos hace tiempo que se producía en el Puerto. Recordemos que a menos de la distancia legalmente requerida, se cargaban y descargaban armas saudíes que presumiblemente tuvieron Yemen como destino. Nada más se ha sabido, lo cual no significa que los barcos de la naviera Bahri no sigan desplazando armas para masacrar yemeníes tras una tregua que no ha servido ni de lejos para parar la sangría de población civil. El gasto militar mundial se disparó en 2021, moviendo más de 2.000 billones de euros frente a los 31.300 millones de dólares que se invirtieron en ayuda humanitaria entre 2018 y 2021, y la tendencia continua, todo ello según datos del Defensa según datos del Instituto Internacional de Investigación para la Paz de Estocolmo. Esperemos que de eso no se lucre el Puerto.

Y bueno, esto es la globalización. No solo que gente por todo el planeta vista similar, se consuma la misma comida chatarra o se comente de punta a punta el temazo con el que Shakira le ha puesto los puntos sobre las íes a Piqué… También es que la guerra empiece aquí, que un pequeño puerto de una de las bahías más bonitas del mundo, el de Santander, se haya convertido en una patada a los derechos humanos o que todos sepamos cuanto estemos dispuestos a soportar sobre la cantidad de conflictos que asolan el planeta y nos sintamos corresponsables… Por desgracia, esta última cuestión, la de una ética global, nos cuesta más que la globalización de Amazon o Ali Expres. Igual es nuestra ética viene siendo un poquito de Ali Expres. Enhorabuena al Puerto por sus resultados: y a ver si para celebrarlo se plantean respetar los derechos humanos y quitarnos este peso de encima —y esa mala imagen— a cántabros y cántabras. 

La pasada semana el Puerto de Santander exhibía músculo señalando que cerraron 2022 “con el cuarto mejor resultado de tráfico de nuestra historia y récord de pasajeros”. No pueden decir lo mismo de la dignidad ética de una institución que sigue pasándose por el arco de triunfo los derechos humanos y las recomendaciones del Defensor del Pueblo. En junio, en respuesta a la denuncia de Pasaje Seguro, la defensoría que encabeza Ángel Gabilondo afeaba a la Autoridad Portuaria, dispuesta a parar a una panda de chicos albaneses literalmente a cuchilladas —no hacen otra cosa las concertinas, que hundirse en la carne, echen un vistazo en Google Imágenes a la carnicería de Melilla— por “no valorar la posibilidad de sustituir estos mecanismos por una estructura de barrotes o corona metálica como sí se hizo en Ceuta y Melilla” y cuestionaba “la ética de sus argumentos” para mantener las cuchillas. El Puerto no ha hecho nada al respecto.  

“Hemos tenido que superar las dificultades derivadas de conflictos globales como la crisis sanitaria y económica, la llegada del Brexit, las noticias sobre el aumento de los fletes o el conflicto armado entre Rusia y Ucrania y, entre todos, lo hemos hecho con nota”, señalaban, dejando fuera del discurso, por fin, a los pobres chavales albaneses que utilizaron para justificar sus malos resultados años atrás. Desconozco si por ignorancia o cinismo, no tuvieron el más mínimo escrúpulo a la hora de poner en la diana a un grupo de jóvenes sobre los que se vertieron todo tipo de mentiras y exageraciones. A tal punto llegó la cosa que hoy aún tenemos concertinas en nuestro Puerto, y no se les cae la cara de vergüenza al decir que, si las quitan, será en unos seis meses. Santander sigue proclamando con esas cuchillas por frontera, a los cientos de miles de viajeros que atraviesan los torniquetes de nuestro Puerto que aquí se respetan los derechos humanos solo si tal.