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Sobre un barril de pólvora
A la hora de escribir estas líneas Mariano Rajoy es presidente y cuando se lean puede seguir siéndolo o no. La tormenta perfecta que se está fraguando para descabalgar a un especialista en seguir pegado a la grupa con uñas, dientes o lo que sea menester puede finalmente prosperar y poner fin a un gobierno cuyo mayor hito en el progreso social ha sido desgravar los premios de lotería. O no. Depende de Ciudadanos, que cada media hora tiene una opinión, y de los nacionalistas, que como buenos 'marxistas' (facción grouchista) tienen convicciones intercambiables según el postor.
No es la primera vez, sin embargo, que se da por amortizado a Mariano Rajoy y que, como el fantasma del padre de Hamlet, sigue apareciendo sobre las almenas del castillo de Elsinor cada noche. Es un superviviente que conoce la fontanería del Estado como nadie. Pero si finalmente cae, es probable que arrastre consigo a todo el partido.
Esta particular versión cañí de 'El hundimiento', con el líder refugiado en su búnker y los ministros diciendo sandeces cuando no mentiras (la comparecencia de Cospedal es todo un monumento a la desfachatez), puede, como esas cerezas que se enredan al salir del cesto, tener consecuencias por todas partes.
Una de ellas atañe a Cantabria y la figura del exalcalde de Santander y ministro de Fomento, Íñigo de la Serna, el cual puede añadir otro ex a su currículo y emprender el camino de vuelta a la tierruca. Difícil es decir lo que tiene en la cabeza el ministro de Fomento pero como buen ingeniero de Caminos que es tendrá planificados planes A, B, C y hasta que se le acabe el alfabeto. Pero sin mando en plaza y con un partido haciendo aguas por todas partes, muy bien pudiera darse el caso de que el ministro, de buen grado o por la fuerza, dé un respiro a todos los ingenieros del Ministerio, recoja los mapas de todos los viales y tendidos férreos que ha prometido y retorne como próximo candidato a la Presidencia de la Comunidad o cualquier otra cosa que tenga en mente.
Los políticos creen montar bellos purasangres pero realmente van a lomos de barriles de pólvora. Se puede controlar la trayectoria política, pero hay porcentajes de azar e incertidumbre, por no hablar del avispero en que se ha convertido la política nacional, que no se pueden controlar. Que el Gobierno de la nación se tambalee y caiga por la iniciativa de un partido que hizo posible la investidura de Rajoy (el socialista) no deja de ser una muestra del negro sentido de humor de la Historia, la inconsistencia de nuestros líder y de cómo las circunstancias pesan más que la voluntad propia.
Vienen unas elecciones autonómicas y municipales y nuestro patio ya se está embarrando como escolares en un charco a la salida del colegio. Nada de grandes planes ni grandes palabras. Lo que ya está aquí es la denuncia de corruptelas por doquier. Se lleva el premio en esta lid el Partido Popular que, con una dirección pendiente de una decisión judicial, es incapaz de ver la viga en ojo propio, mientras goza de buena vista para la paja ajena. Después de la sentencia de la trama Gurtel, que afecta al partido en todo el territorio nacional ya que se trata de un partido nacional, qué decir.
Hay que ver las elecciones como lo que son: un grupo de gente entra en frenesí durante unos meses para disputar un puesto de trabajo que dura cuatro años. Y ese grupo reclama la atención de los demás como si no hubiera un mañana. Vendrán personajes nuevos, otros se irán, pero no habrá cambios profundos y, vistos los partidos clásicos y sus sucedáneos, da un poco lo mismo lo que ocurra.
A la hora de escribir estas líneas Mariano Rajoy es presidente y cuando se lean puede seguir siéndolo o no. La tormenta perfecta que se está fraguando para descabalgar a un especialista en seguir pegado a la grupa con uñas, dientes o lo que sea menester puede finalmente prosperar y poner fin a un gobierno cuyo mayor hito en el progreso social ha sido desgravar los premios de lotería. O no. Depende de Ciudadanos, que cada media hora tiene una opinión, y de los nacionalistas, que como buenos 'marxistas' (facción grouchista) tienen convicciones intercambiables según el postor.
No es la primera vez, sin embargo, que se da por amortizado a Mariano Rajoy y que, como el fantasma del padre de Hamlet, sigue apareciendo sobre las almenas del castillo de Elsinor cada noche. Es un superviviente que conoce la fontanería del Estado como nadie. Pero si finalmente cae, es probable que arrastre consigo a todo el partido.