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Campoo no se hunde

El pasado mes de diciembre se desbordaron los ríos Híjar y Ebro en el valle de Campoo, inundando algunas zonas de Reinosa, Cañeda o Matamorosa y afectando también a otros pueblos de la comarca. Muchos vecinos y vecinas de la zona han visto cómo sus casas, negocios o garajes se inundaban. Algunas de estas personas tuvieron que ser evacuadas, otras muchas han pasado momentos de angustia al no poder acceder a los domicilios donde se encontraban familiares y amigos, otras observaban desde las plantas superiores de los edificios sin poder hacer nada. Fueron una tarde y noche realmente angustiosas para mucha gente. A medida que se tenían las primeras imágenes en prensa digital y redes sociales, iba creciendo la alarma social en todo el valle ante la magnitud de la riada.

A lo largo de los días siguientes, todos intentábamos buscar una explicación convincente, comenzaban a surgir las teorías, las apreciaciones, los tecnicismos, las críticas, las culpas. Probablemente, en un afán de que no se vuelvan a repetir este tipo de situaciones. En otros casos, para escurrir el bulto y buscar un chivo expiatorio. Yo no estoy cualificada para emitir juicios técnicos respecto a la riada en sí, cómo ha de ser el mantenimiento de los ríos o cómo se ha de construir en las zonas de ribera, por poner algunos ejemplos. En mi opinión, son temas complejos que requieren propuestas y soluciones pensadas a largo plazo, con puestas en común a través de grupos de trabajo transdisciplinares y abiertos a la ciudadanía, no soluciones cortoplacistas que vuelvan a generar el mismo problema dentro de unos años. Pero el sentido de este artículo no es ese, me gustaría poner el foco de atención en otro aspecto de las inundaciones, para ver cómo la respuesta social se despierta en momentos de conmoción.

Ayudas mutuas

Me parece oportuno destacar la respuesta social colectiva, más allá del obligado apoyo institucional que, en teoría, debería de atender las necesidades básicas de las personas afectadas en una lógica democrática de respeto a la vida y a la dignidad como prioridad a cualquier otro criterio político o económico. No podemos olvidar aquí, nuestro derecho (y deber) de exigir a nuestros políticos que trabajen para que se cumplan estas premisas ya que, en su caso, hablamos de una obligación y responsabilidad pública con la ciudadanía, no de una cuestión de imagen corporativa. Volviendo al hilo, son las propias personas afectadas y vecinos de la comarca los que se han autoorganizado inmediatamente para poner soluciones a sus problemas comunes. Se ha creado una plataforma en redes sociales donde poder compartir información relevante, comunicar demandas y donaciones, solicitar ayuda para distintas labores u ofrecer tiempo y ganas de ayudar en lo que sea necesario.

Han surgido todo tipo de iniciativas solidarias para ayudar a las personas afectadas: sorteos de cestas, conciertos, exhibiciones y competiciones deportivas, comidas benéficas y donaciones. Redes de apoyo mutuo que han surgido de una ciudadanía que se ha autoorganizado para responder ante una situación de emergencia. Vecinos y vecinas volcados en ayudar a limpiar, donar ropa, muebles, prestar todo tipo de aparatos de limpieza, ofrecer su tiempo, su conocimiento y su trabajo en favor del bien común. Dedicándose a ayudar activamente a los afectados, independientemente de su edad, origen o nivel económico. Se ha tejido una especie de red colaborativa que, en semejanza con las de la sociedad tradicional, surgen de ese necesitar de los otros para la propia supervivencia, de esa respuesta compartida ante situaciones o problemas similares. Aliarse para buscar soluciones conjuntamente. Rompiendo así, la inercia de las interacciones sociales habituales que responden más a una dinámica neoliberal de la vida que a una sociedad donde se cuide a las personas.

Con-moverse

Es, en momentos de conmoción, donde todos nos sentimos especialmente apelados ante el sufrimiento de los otros y donde hay más probabilidades de que emerjan iniciativas solidarias. Sería interesante analizar cómo se sitúa esa conmoción, esa idea de (re)acción ante lo sucedido, quiero decir: ¿Ante qué nos sentimos apelados? ¿Qué nos con-mueve? ¿Cuándo estamos dispuestos a actuar? ¿Por qué nos autoorganizamos ante determinadas situaciones? Si bien esta sociedad individualista es capaz de soportar anestesiada una gran carga de información sobre hechos trágicos a través de los medios de comunicación (basta con conectarse a la red para comprobarlo), cuando el “allí” se convierte en “aquí”, cuando los “otros” se convierten en “nosotros” se impone un nuevo terreno de (re)acción. Un ejercicio interesante de empatía sería “ponerse en el lugar del otro”, incluso romper la propia definición de otro como alguien ajeno, cuando, en este mundo globalizado, los problemas nos afectan a todos y son, desde hace décadas, problemas glocales: “Yo soy el otro”.

Lejos de tener una visión romántica o paternalista, no puedo olvidar un escenario que ha de tener en cuenta la espectacularización de lo trágico imperante en muchos de los imaginarios que nos rodean, el blanqueamiento de la clase política o la rentabilidad social de lo solidario. Por eso considero necesario destacar, más aún si cabe, la respuesta social colectiva y autogestionada de muchas personas “normales” poniéndose de acuerdo para actuar, para con-moverse juntas. Siempre les (nos) acompañará una teoría de la sospecha cuando la ciudadanía se autoorganiza, entre otras cosas, porque es menos controlable y manejable. El poder no lleva bien los procesos cambiantes, necesita concretar y acotar para entender y controlar. Somos muchos los colectivos y personas individuales que estamos colaborando de muy distintas formas con los afectados por las inundaciones, los medios suelen publicar las diferentes iniciativas para darles difusión. Tengo la sensación, de que se proyecta socialmente cierto halo de heroicidad en algunos de estos relatos, como si el acento estuviera ahí. Con este artículo, pretendo poner toda la atención en las personas “normales”, cuyos nombres desconozco, que no tienen necesariamente que pertenecer a partidos políticos, asociaciones, representar unas siglas (o sí), sino simplemente se han sentido apeladas, con-moviéndose como ciudadanos y han contribuido (y lo siguen haciendo) a tejer este proceso. Un pequeño ejemplo de cómo se puede desarrollar la vida de otra manera. Un gran ejemplo de que Campoo no se hunde.

El pasado mes de diciembre se desbordaron los ríos Híjar y Ebro en el valle de Campoo, inundando algunas zonas de Reinosa, Cañeda o Matamorosa y afectando también a otros pueblos de la comarca. Muchos vecinos y vecinas de la zona han visto cómo sus casas, negocios o garajes se inundaban. Algunas de estas personas tuvieron que ser evacuadas, otras muchas han pasado momentos de angustia al no poder acceder a los domicilios donde se encontraban familiares y amigos, otras observaban desde las plantas superiores de los edificios sin poder hacer nada. Fueron una tarde y noche realmente angustiosas para mucha gente. A medida que se tenían las primeras imágenes en prensa digital y redes sociales, iba creciendo la alarma social en todo el valle ante la magnitud de la riada.

A lo largo de los días siguientes, todos intentábamos buscar una explicación convincente, comenzaban a surgir las teorías, las apreciaciones, los tecnicismos, las críticas, las culpas. Probablemente, en un afán de que no se vuelvan a repetir este tipo de situaciones. En otros casos, para escurrir el bulto y buscar un chivo expiatorio. Yo no estoy cualificada para emitir juicios técnicos respecto a la riada en sí, cómo ha de ser el mantenimiento de los ríos o cómo se ha de construir en las zonas de ribera, por poner algunos ejemplos. En mi opinión, son temas complejos que requieren propuestas y soluciones pensadas a largo plazo, con puestas en común a través de grupos de trabajo transdisciplinares y abiertos a la ciudadanía, no soluciones cortoplacistas que vuelvan a generar el mismo problema dentro de unos años. Pero el sentido de este artículo no es ese, me gustaría poner el foco de atención en otro aspecto de las inundaciones, para ver cómo la respuesta social se despierta en momentos de conmoción.