Primera Página es la sección de opinión de eldiario.es Cantabria. En este espacio caben las opiniones y noticias de todos los ángulos y prismas de una sociedad compleja e interesante. Opinión, bien diferenciada de la información, para conocer las claves de un presente que está en continuo cambio.
El cómodo Trumpcentrismo
El 20 de enero de 2017 será recordado como el día en el que un señor naranja con el pelo de Zipi fue proclamado presidente de los EE.UU. Antes de las elecciones, pero sobre todo después de conocerse el resultado electoral, no ha habido resumen de prensa, debate en redes sociales o conversación de barra de bar que no haya girado todos los días en torno a lo que dice o hace este señor.
Está claro que es un mono con pistola, que sus ideas son retrógradas y suponen una presión infame para el sistema socioeconómico americano y por ende, planetario. Pero no hay que perder la perspectiva que este tipo ha ganado la partida de las urnas y la alternativa no era la ilusión del siglo XXI precisamente.
Hay algo que me tiene atónito en los últimos días y que me hace pensar lo hipócritas que nos puede hacer llegar a ser la sociedad de la desinformación fugaz en la que vivimos: si nos llevamos las manos a la cabeza y el mundo parece que se va a desintegrar cuando el cowboy neoyorquino quiere levantar un muro que separe su país de Méjico (nota curiosa: unos 200 kms de muro, alambradas, sensores de movimiento, detectores, equipos de vigilancia constantes en la zona entre Tijuana y San Diego ya existen desde los '90 con la administración Clinton), ¿el mundo no se desintegraba ya cuando las gotas de sangre de las concertinas caían al mar de Alborán?
Este maldito comedor de alitas de pollo quiere cerrar el paso a refugiados y migrantes. ¿Alguien me podría decir que está ocurriendo en nuestros CIE? ¿Estamos cumpliendo con nuestros compromisos de recogida de refugiados sirios? ¿No debemos sentir vergüenza por la exclusión sanitaria con la que se desampara a muchos inmigrantes en nuestro país?
Enredado en su bandera de barras y estrellas el gran jefe yankee recupera proyectos de oleoductos y dará luz verde a seguir con las prácticas de fracking y cubrir el cada vez menor manto de hielo ártico de negro petrolífero. Sin embargo aquí, nuestra transición energética es un hecho. Se apuesta por fuentes de energías renovables y además con ello se consigue que la pobreza energética no se convierta en una tragedia invisible para más de siete millones de españoles.
Otros ven al presidente hotelero como un loco que nos va a meter en otro conflicto bélico, como si cuando se levantase a desayunar sus donuts dijese: “¡Qué delicia oler napalm por la mañana!”
En España, haciendo gala de su espíritu antibelicista, Felipe VI se fue de excursión hace unas semanas a Arabia Saudí a negociar la venta de cinco corbetas. Que no son como las de Unquera, si no que son barcos de guerra provistos de armamento.
No hablaré de desahucios, no hablaré de pactos por la educación fallidos, no hablaré de estar gobernados por una organización criminal, un partido político imputado por financiación ilegal. No lo haré, porque ellos sólo no son un peligro público, una amenaza para la sociedad (que lo son). La propia sociedad es la verdadera amenaza. Nuestra piel tan fina para unas cosas y nuestra burbuja de acero para otras. Esa terrible indolencia por la que el drama cada vez es más fugaz...
Muchos dicen que estamos en ese punto de no retorno. Pues bien, aceptando esto ¿qué nos queda? Esperar el día del juicio final o intentar cambiar las cosas.
Como siempre digo, soy optimista por naturaleza, así que apuesto por lo segundo. Todos estos aspectos anteriormente citados que debieran consternarnos y son verdaderas amenazas por parte de Donald Trump ya están teniendo respuesta en otros gobiernos como el canadiense, el escocés, el holandés, etc.
Quizás es el momento que los países aprovechen para llevar a cabo verdaderas políticas de cambio, de futuro, aprovechando para posicionarse con su discurso opuesto al de Trump...
Ojalá los países y nosotros mismos dejemos de pensar en los muros y pasemos a pensar en los puentes que nos unen y que debieran tener buenos cimientos para unir a las futuras generaciones. Aquí es dónde nosotros, nuestra sociedad, nuestros pueblos deben ser verdaderos motores de cambio. El futuro no está en las manos de Trump, está en las nuestras.
La única salida a la encrucijada y más en el ámbito ecosocial se sitúa en el plano local. Desde ese nuestros cambios ya podrán plantearse a escala global, pero primero cambiemos nosotros mismos, que cambien nuestros pueblos y ciudades.
El cambio climático es una realidad. Trump meterá más leña a la caldera, pero no hay que olvidar que los acuerdos tomados en cumbres como la de París no son realmente más que propuestas de intenciones.
En lo local está lo vinculante y si no queremos que la destrucción del planeta se acelere hasta el descarrilamiento, todo pasa por fomentar y poner en práctica políticas y actuaciones que promuevan la utilización y desarrollo de las energías renovables, que promuevan la conservación y mejora de nuestros espacios naturales, que pongan en valor de nuestro patrimonio, que faciliten el consumo de productos locales, que desarrollen nuevos horizontes laborales a través del fomento del empleo verde, que innoven con medios de producción ecológicos o que fomenten la movilidad sostenible.
Hay que ponerse manos a la obra. No podemos dejarnos fagotizar por el debate sobre el gran hermano yankee. Como diría Patti, “people have the power to redeem the works of fools” [La gente tiene el poder de redimir las obras de los tontos].
El 20 de enero de 2017 será recordado como el día en el que un señor naranja con el pelo de Zipi fue proclamado presidente de los EE.UU. Antes de las elecciones, pero sobre todo después de conocerse el resultado electoral, no ha habido resumen de prensa, debate en redes sociales o conversación de barra de bar que no haya girado todos los días en torno a lo que dice o hace este señor.
Está claro que es un mono con pistola, que sus ideas son retrógradas y suponen una presión infame para el sistema socioeconómico americano y por ende, planetario. Pero no hay que perder la perspectiva que este tipo ha ganado la partida de las urnas y la alternativa no era la ilusión del siglo XXI precisamente.