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A propósito de Las Trece Rosas

Ellos mienten sobre todo y mienten siempre. No conviene olvidarlo. Aunque nos pueda parecer extraño y por mucho que nos duela, lo de menos es que hayan dirigido esta vez sus dardos envenenados contra Las Trece Rosas. Saben perfectamente la razón por la que lo hacen. Las Trece Rosas son un símbolo, tal vez el más importante, por doloroso e injusto, de la memoria democrática de este país. También lo son Federico García Lorca, Miguel Hernández o Antonio Machado. ¿Cuánto tiempo creen que pueden tardar en insultarnos, insultando a cualquiera de esos tres poetas?

El problema no es ése, porque sus mentes retrógradas e imperiales ya lo hacen. Lo han hecho siempre.

Y es que es una completa falsedad que estén en contra de la Memoria Histórica. En realidad están a favor de “su” memoria histórica. Es la que impusieron con fusiles  durante el tiempo de la dictadura y mantuvieron con el silencio cómplice y la costumbre después. El problema ahora es el relato, como en tantas otras cosas. Un relato que se les va de las manos a medida que la gente corriente de este país ha dejado de callar. A medida que se van abriendo fosas, una a una, y quedan al descubierto las infamias. Y entonces se agarran, como siempre y más que nunca, a lo que podríamos llamar “Síndrome Paracuellos” o “Alfonso Pérez” si nos restringimos al área de Cantabria, como si esas víctimas fueran más víctimas, como si esas víctimas no hubieran sido reconocidas y dignificadas sobradamente a diferencia de las que aún yacen anónimamente en campos, páramos y recodos de la geografía de este país, como si cualquiera de los muertos de una triste guerra civil no tuvieran la misma categoría, como si no fuera necesario cerrar heridas –utilizando una expresión, que a fuerza de falsearla, se está convirtiendo en algo demasiado manido- en favor de la conveniente salud democrática de un pueblo. No, ellos quieren la herida cerrada y bien cerrada, pero con la infección dentro. Es lo que les conviene y se aplican a ello con todo el fervor de sus ideas totalitarias.

Una gran parte de la derecha española, a pesar de que ha tenido tiempo de sobra y a diferencia de muchos de sus correligionarios europeos, aún no ha evolucionado. Sigue siendo, a pesar de que utilice múltiples disfraces, heredera del franquismo. Se le nota en demasía en cuanto se tocan temas más o menos espinosos. Como mucho se pone de perfil –nótese por ejemplo con Francisco Franco y el Valle de los Caídos- y a lo más que llega es a la tonta inhibición cuando dice que determinados temas son cosas del pasado que no le importan a la gente en la actualidad. Pero a ellos, a los integrantes de esa derecha cojitranca, sí les importan, mucho, y los sacan a relucir a su manera cada vez que conviene a su relato.

Por eso, y volviendo al inicio, que insulten a Las Trece Rosas y de paso a la inteligencia, siendo como es cosa de descerebrados, no debería ser lo más importante porque siempre lo han hecho, aunque nunca trascendiera más allá de sus madrigueras.

Como ya hemos mencionado, el problema, a nuestro modo de ver, es otro. Es la pugna por el relato, y en ella el altavoz que “democrática y gratuitamente” se les concede. Un altavoz que permite, no solo que suelten peste como mofetas, sino también poner en fila de a uno, utilizando un símil ciclista, a la indignada grey de los demócratas. Ellos, los fascistas, marcan el ritmo y todos, los demócratas, van detrás, con la lengua fuera mientras ascienden la costosa cumbre de la modernidad. Y mientras tanto tenemos que ver a Pedro Sánchez en plenas tareas preelectorales recitando los nombres de Las Trece Rosas. ¿Seguro que ese era el momento y el lugar para el homenaje? ¿Seguro que no tiene que ver con que, en realidad, no tenemos los deberes hechos? ¿Seguro que debemos permitir que un tipo deslenguado y montaraz como Ortega Smith, o cualquiera de sus acólitos, marque la agenda?

La Ley de Memoria Histórica fue un hito en este país, pero es claramente mejorable. Tal vez esté llegando la hora de que en sus páginas tenga cabida algo de lo que saben mucho en países como Alemania, para que vulgares mentiras manifiestas y exaltaciones de odio no puedan quedar aquí impunes, como ocurre hasta el momento.

Ellos mienten sobre todo y mienten siempre. No conviene olvidarlo. Aunque nos pueda parecer extraño y por mucho que nos duela, lo de menos es que hayan dirigido esta vez sus dardos envenenados contra Las Trece Rosas. Saben perfectamente la razón por la que lo hacen. Las Trece Rosas son un símbolo, tal vez el más importante, por doloroso e injusto, de la memoria democrática de este país. También lo son Federico García Lorca, Miguel Hernández o Antonio Machado. ¿Cuánto tiempo creen que pueden tardar en insultarnos, insultando a cualquiera de esos tres poetas?

El problema no es ése, porque sus mentes retrógradas e imperiales ya lo hacen. Lo han hecho siempre.