Primera Página es la sección de opinión de eldiario.es Cantabria. En este espacio caben las opiniones y noticias de todos los ángulos y prismas de una sociedad compleja e interesante. Opinión, bien diferenciada de la información, para conocer las claves de un presente que está en continuo cambio.
La delgada línea roja de la tradición
El verano es una época de fiestas, vacaciones y retornos, tanto de las familias a sus pueblos de origen, como de las celebraciones y festividades que año tras año se conmemoran no sin cierta polémica y una creciente sensibilidad crítica.
Muy a menudo, además de sacar a pasear la pertinente figura del santoral municipal, la cosa suele acompañarse con convites en los que la cantidad de brasas utilizadas son inversamente proporcionales al número de piezas dentales presentes en las filas que guardan un escrupuloso orden de espera. Verbenas en las que los pasodobles se intercalan con el WakaWaka, Chiquilla o el Sarandonga y, eso sí, aquí no pueden contradecirme ya que mis oídos se han deleitado con estos himnos generacionales año tras año en escenarios a 50 metros de la puerta de casa.
La tradición, la famosa tradición gracias a la cual por unas horas un pueblo de nuestro país se convierte en epicentro nacional gracias a esas conexiones televisivas en la que la juventud se lo pasa en grande. Si de pequeños jugábamos con lagartijas, grillos y demás… por qué no íbamos a pasárnoslo bien un poco más crecidos con algún toro, cabra o ganso. ¡Un día es un día y la tradición manda!
Es curioso, pero cuando a veces uno se asusta ante proyectos que quieren alterar nuestro paisaje, con evidentes visos de especulación _______ (rellene aquí con lo que mejor convenga: urbanística, económica, inmobiliaria, etc.), muy a menudo se topa con la postura contraria de personajes que se lo suelen pasar bien con las fiestas de animalitos que esta vez no se acuerdan de la tradición. ¡Qué carajo tradición, hay que pensar en el progreso!
A menudo unos cuantos de los que se sientan en los palcos del espectáculo que Félix Rodríguez de la Fuente denominaba como “la exaltación máxima de la agresividad humana” parece que se hacen tan amigos, tan amigos, que no se despegan ni en los banquillos de muchos juzgados. No se separan. Ninguna línea roja los separa.
Por el contrario, existen las líneas rojas que sí separan algunas manifestaciones sociales, ya que si las locas del Orgullo van enseñando pechuga no es de recibo que ocupen un espacio público, pero si quienes lo ocupan son capirotes y mantillas entonces la tradición manda.
Si la tradición no mandase y fuésemos renglones torcidos del Señor, estaríamos alegremente correteando con el percebe al aire o pintando en los abrigos de una cueva, cuando no dándonos garrotazos los unos a los otros (bueno, esto último en muchas ocasiones no se ha perdido, así que ¡bien!).
En esto del capote he de decir que, por más que en ocasiones algún amigo taurino ha querido convencerme de lo que para él es un arte, un negocio rentable, dónde además se cuida hasta su homenaje final al astado, yo acabo pensando que la razón acaba de escaparse por el desagüe.
Reconozco que a mí el único matador que me gusta es el de Los Fabullosos Cadillacs (y eso que pasa por ser una de las peores canciones de su repertorio) y como torero me quedo con Limeño (parece que Berlanga nos dejó el guión de país escrito…).
Pero por aclarar. El toreo no es un arte. El arte emociona. Este espectáculo únicamente puede excitar. Excitar como se excitaban los romanos viendo luchar a los gladiadores: sangre y sadismo. Pero eso no podría ser visto ahora, ya que se consideraría una salvajada.
No es un negocio rentable. Si fuera un negocio rentable habría festejos todos los días en cada ciudad y las fiestas no vivirían de ayudas y subvenciones. Habría una inversión privada que rentabilizaría ese negocio supuestamente provechoso.
Los números están ahí y en tiempos dónde se deben priorizar los recursos públicos, no tiene un pase (ni por chicuelinas, ni por gaoneras…) plantearse una ayuda con dinero de todos para lo que sería un negocio ruinoso. Con decir que los festejos taurinos han descendido un más de un 50% entre 2007 y 2015 creo que no hay mucho más que debatir.
Por último: aquellos que sostienen que los toros viven una vida espectacular antes de pisar el ruedo, que se les cuida hasta el último detalle o –muy especialmente- que no habría este tipo de animales si no fuese por las corridas. A todas estas cabezas pensantes les invitaría a que se planteasen hacer este tipo de espectáculos con linces ibéricos, osos pardos o urogallos cantábricos, que la cosa está ahí también jodida y los que nos preocupamos por el buen estado de la biodiversidad en nuestro país, agradeceríamos su ayuda con estas especies.
Para que nos entendamos y por poner un ejemplo cercano: la lluvia en Cantabria durante el verano sí que es una tradición. Una tradición que no puede ir a mejor ni a peor, ya que no está en nuestras manos. Pero si hay tradiciones que pueden mejorar para así evolucionar esta sociedad, habrá que dar pasos para conseguir ese objetivo.
Así que volviendo a todos aquellos que aún no se plantean la brutalidad de algunas “fiestas” no puedo más que invitarles a que den al buscador de imágenes en Google y hagan un simple ejercicio de visibilización de las distintas tradiciones en otros países.
¿Qué les parecen las matanzas de ballenas y delfines en las Islas Feroe o el mar de Japón?, ¿es lógico que una niña somalí no se la considere ya adulta hasta que no se le realice la pertinente mutilación genital?, ¿puede entenderse que ante el miedo por la posible furia de la diosa Gadhimai, se lleguen a matar hasta 500.000 animales entre búfalos, cabras y gallinas en Nepal y así la divinidad esté atemperada?, ¿por qué preocuparse ante una mujer que debe llevar un burka si para ella puede ser el símbolo de identidad cultural?
Podríamos estar así durante líneas y líneas. El eterno debate de la famosa tradición. Pero cuando la tradición se enfrenta a la evolución para unas mejores condiciones de vida en el planeta, esta no tiene más recorrido.
De verdad, si quieren mezclar el arte y la tensión, yo les recomiendo ver 'La Semilla del diablo' de Roman Polanski. Lo harán más cómodos en sus casas que con todo el sol de frente en el tendido y además, el zoom que se filma del carricoche (sí, lo llamo así porque es lo clásico. Que no se diga que voy contra las tradiciones.) es lo más parecido a ver un morlaco de 500 kilos acercarse a un joven de grana y oro.
El verano es una época de fiestas, vacaciones y retornos, tanto de las familias a sus pueblos de origen, como de las celebraciones y festividades que año tras año se conmemoran no sin cierta polémica y una creciente sensibilidad crítica.
Muy a menudo, además de sacar a pasear la pertinente figura del santoral municipal, la cosa suele acompañarse con convites en los que la cantidad de brasas utilizadas son inversamente proporcionales al número de piezas dentales presentes en las filas que guardan un escrupuloso orden de espera. Verbenas en las que los pasodobles se intercalan con el WakaWaka, Chiquilla o el Sarandonga y, eso sí, aquí no pueden contradecirme ya que mis oídos se han deleitado con estos himnos generacionales año tras año en escenarios a 50 metros de la puerta de casa.