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Elitismos

He escuchado en muchas ocasiones decir que la poesía es elitista. Lo que me llama la atención no es que se considere elitista sino que esas afirmaciones se hacen en tono peyorativo, como si lo elitista fuese necesariamente malo. Si se organiza un festival de poesía de acceso gratuito siempre hay alguien que dice: “Eso es elitista porque es solo para unos pocos”. Bueno, pienso yo, sería verdaderamente elitista si la entrada a un recital tuviese un precio tan elevado que impidiese a muchos el acceso, pero si el acceso es libre ¿por qué se considera elitista? ¿Es elitista lo que se ofrece a todos? En este sentido es más elitista el fútbol, ya que no todo el mundo puede acceder al Santiago Bernabeu, ni siquiera se pueden ver los partidos gratuitamente por televisión. Más elitista sería también el Circo del Sol, porque para verlo hay que pagar una cantidad que no todo el mundo puede pagar.

Que no hubiese poesía en las bibliotecas públicas (aunque casi nadie la demande) o que no hubiese recitales gratuitos sí que merecería el calificativo de elitista con una connotación negativa. El elitismo es un sistema favorecedor de las élites, elitismo sería, por tanto, un sistema educativo que deja fuera las humanidades privando así a la mayoría del acceso a un conocimiento que queda en manos de una minoría que alcanza a ese conocimiento por otros medios. Los neurocirujanos son una élite (en absoluto negativa) pero la neurocirugía no será elitista si está al alcance de cualquier enfermo que la necesite o de cualquier estudiante que quiera adentrarse en ese territorio difícil y exigente de la medicina.

Los que califican de forma peyorativa a la poesía como elitista (la poesía es un ejemplo pero podrían incluirse la filosofía, el arte, la historia o la ciencia) explican, si se les pregunta, que es elitista porque no todo el mundo la entiende y, por lo tanto, consideran que quedan excluidos de ella y ven eso como algo negativo. La poesía, dicen, tiene que adaptarse a la gente, tiene que entretener y divertir, tiene que llegar a todo el mundo y ser fácil. No me gusta demasiado (aunque no tengo nada en contra de ella) la poesía que retuerce, oscurece y complica de forma innecesaria y gratuita el lenguaje. Pero incluso para disfrutar de una poesía clara (la buena poesía raramente suele ser sencilla u obvia) hace falta dedicar tiempo, acumular lecturas, educar la sensibilidad y aumentar nuestros conocimientos.

No hay atajos para acceder a lo complejo y los atajos a veces acaban llevándonos a lugares que no tienen nada que ver con el lugar al que pretendíamos ir. Leer a Cernuda, disfrutar del 'Libro de las alucinaciones' de Hierro o de poetas tan entregados a la palabra sencilla como el gran Rafael Cadenas exige un trabajo, una experiencia, un saber acumulado, paciencia y ganas de adentrarnos en un territorio que muchas veces nos resultara extraño, difícil o incomprensible.

Hay muchos textos filosóficos o científicos que no alcanzo a comprender. Pero no reacciono diciendo: “Eso es elitista”, “eso es una paja mental”. Pedir la simplificación de todo lo que nos resulta complejo o inaccesible para que sin dedicación, conocimiento y esfuerzo podamos disfrutarlo es como pedir que llamen maratón a una prueba de cien metros lisos o solicitar un teleférico para subir al Everest. Las humanidades están arrinconadas en una educación que tiene como fin primordial no la educación integral de las personas sino una formación especializada orientada al mercado laboral. En estas circunstancias, para sacar a las humanidades del contenedor en el que se encuentran no se me ocurre otro camino que el de respetar y  no atacar aquello que no comprendemos (y soy el primero que no comprendo muchas cosas de la literatura, la música, la historia, la filosofía o la física). Resultaría más sensato, quizá, sentir curiosidad, intentar aprender (para empezar, como paso previo a cualquier crítica) y no ver lo que no entendemos como una injusticia sino como un estímulo. Sería más sensato no pedir que se simplifique y desvirtúe lo que no entendemos (para poder así consumirlo sin esfuerzo) sino esforzarnos para tratar de alcanzar aquello que no se comprende.

He escuchado en muchas ocasiones decir que la poesía es elitista. Lo que me llama la atención no es que se considere elitista sino que esas afirmaciones se hacen en tono peyorativo, como si lo elitista fuese necesariamente malo. Si se organiza un festival de poesía de acceso gratuito siempre hay alguien que dice: “Eso es elitista porque es solo para unos pocos”. Bueno, pienso yo, sería verdaderamente elitista si la entrada a un recital tuviese un precio tan elevado que impidiese a muchos el acceso, pero si el acceso es libre ¿por qué se considera elitista? ¿Es elitista lo que se ofrece a todos? En este sentido es más elitista el fútbol, ya que no todo el mundo puede acceder al Santiago Bernabeu, ni siquiera se pueden ver los partidos gratuitamente por televisión. Más elitista sería también el Circo del Sol, porque para verlo hay que pagar una cantidad que no todo el mundo puede pagar.

Que no hubiese poesía en las bibliotecas públicas (aunque casi nadie la demande) o que no hubiese recitales gratuitos sí que merecería el calificativo de elitista con una connotación negativa. El elitismo es un sistema favorecedor de las élites, elitismo sería, por tanto, un sistema educativo que deja fuera las humanidades privando así a la mayoría del acceso a un conocimiento que queda en manos de una minoría que alcanza a ese conocimiento por otros medios. Los neurocirujanos son una élite (en absoluto negativa) pero la neurocirugía no será elitista si está al alcance de cualquier enfermo que la necesite o de cualquier estudiante que quiera adentrarse en ese territorio difícil y exigente de la medicina.