Primera Página es la sección de opinión de eldiario.es Cantabria. En este espacio caben las opiniones y noticias de todos los ángulos y prismas de una sociedad compleja e interesante. Opinión, bien diferenciada de la información, para conocer las claves de un presente que está en continuo cambio.
Extrañas mezclas de colores
Cuando mis dos hijos eran pequeños, con periódica frecuencia ambos solían plantearme un debate que no por revisado y repasado terminaba de cerrarse. Sostenía cada uno de ellos que el otro era mi hijo favorito, argumento que llevaban a extremos más radicales con ocasión de rabietas puntuales. Supongo que, cuando a uno le negaba una petición poco razonable, procuraba establecer supuestos agravios comparativos con el otro para fundamentar así su demanda y aportar pruebas fehacientes de la acusación.
Al final llegué a la inmodesta conclusión de que yo debía ser un buen padre, ya que si cada uno de ellos veía en el otro al favorito, con ello me estaban diciendo también por separado que, en realidad, no privilegiaba a ninguno de los dos.
Al hilo de este recuerdo, me ha llamado la atención que Partido Popular y Podemos se hayan opuesto -cada uno por su lado- a la aprobación de los presupuestos generales de Cantabria e, imitando a mis hijos, ambas formaciones hayan recurrido a similares argumentos. Tal como publicaba eldiario.es, las quejas son muy parecidas: que si los presupuestos están “sobredimensionados”, que si “no son realistas”, que si “traerán recortes”… en fin, ya sabemos que la política siempre hace extraños compañeros de cama, pero es que en este caso es una verdadera perversión morbosa.
La gama cromática es tan caprichosa que azul y morado forman un matiz violeta, casi púrpura. Si consultan el significado que se le atribuye generalmente este color se quedarán tan perplejos como yo: “Es un símbolo de la eternidad, de ahí que también se relacione con la teología y la magia. Es el color de la fe”. Ya ven lo que pasa al mezclar colores; como decía aquel ministro: los experimentos, en casa y con gaseosa.
No conozco a fondo los presupuestos, así que no puedo juzgar con el suficiente criterio si las críticas de populares y podemitas están justificadas, pero lo que sí sé es que, sin presupuestos, es imposible gobernar con un mínimo de recorrido. Claro que para sacar adelante estas cuentas, regionalistas y socialistas han necesitado añadir otro color a su propia paleta: el naranja.
Aquí, la mezcla que se produce entre el rojo socialista, el rojiblanco regionalista con tonos verdes y el naranja ciudadano, produce un marrón en cuyo significado será mejor que no profundicemos.
De cualquier forma debemos valorar desde una óptica positiva estos cruces de apoyos, rivalidades e intereses, porque, en realidad, representan también la complejidad de nuestra propia región y el Parlamento de Cantabria resulta en el crisol de todas esas ideologías. De modo que pactos y diálogos son ahora instrumentos sine qua non para gobernar y, si lo trasladamos a la esfera de lo cotidiano, lo son también para convivir con un mínimo de sosiego.
Por cierto, para solucionar el conflicto aquel que preocupaba e indignaba a mis hijos sobre cuál de los dos es el favorito, les dije que entregaría un sobre lacrado a un notario y solamente a mi fallecimiento podría abrirse para desvelar, al fin, quién de los dos tenía razón. Hasta entonces… permanecerá el misterio.
Cuando mis dos hijos eran pequeños, con periódica frecuencia ambos solían plantearme un debate que no por revisado y repasado terminaba de cerrarse. Sostenía cada uno de ellos que el otro era mi hijo favorito, argumento que llevaban a extremos más radicales con ocasión de rabietas puntuales. Supongo que, cuando a uno le negaba una petición poco razonable, procuraba establecer supuestos agravios comparativos con el otro para fundamentar así su demanda y aportar pruebas fehacientes de la acusación.
Al final llegué a la inmodesta conclusión de que yo debía ser un buen padre, ya que si cada uno de ellos veía en el otro al favorito, con ello me estaban diciendo también por separado que, en realidad, no privilegiaba a ninguno de los dos.