Primera Página es la sección de opinión de eldiario.es Cantabria. En este espacio caben las opiniones y noticias de todos los ángulos y prismas de una sociedad compleja e interesante. Opinión, bien diferenciada de la información, para conocer las claves de un presente que está en continuo cambio.
La fobia invisible
Ocurrió este jueves, quizá ya lo hayan visto. Un neonazi sevillano, acompañado por otros dos que graban, se acerca a un chico que está tomando algo en una terraza de Bilbao: “Hombre, tú, 'Gabilondo', ¡arriba España!”. Mientras, los acompañantes ríen. “¿Tú eres proetarra?” y sin esperar respuesta, con actitud de quien está acostumbrado a hacerlo, le arroja en la cara cerveza, al tiempo que comienza a golpearle; primero un tortazo, seguidamente una patada y un puñetazo, mientras el agredido huye. En unos angustiosos segundos, el musculado ultra le persigue hasta que el chico se introduce en el bar. Más risas de los presentes. “¡Asqueroso! ¡Proetarra!”. Y con el suceso aparentemente concluido, el vídeo se corta.
La mayor parte de los medios, como ha ocurrido con el asesinato la semana pasada de un joven en Málaga a manos de dos neonazis, tratarán de despolitizar el origen de la agresión, vinculándola a la rivalidad futbolística, como ha hecho el ministro del Interior. El sujeto, que tiene la suerte de ser sevillano y no alsasuarra, y de dedicarse a golpear a semejantes en lugar de las teclas de un tuit, entre otros muchos antecedentes cuenta con una condena por agresión homófoba el pasado año, pero está en libertad, viviendo en sociedad. En principio, según declaraciones de la Policía autonómica vasca a EiTB, había quedado sin cargos, al no haber denuncia ni actuación de oficio, porque no se considera un delito de odio. Sin embargo, a nadie se le escapa que a ese joven le ha pegado un nazi simplemente por su aspecto y origen vasco; lo que ocurre es que tal cosa no está tipificado como lo que es.
Pero eso no quiere decir que la vascofobia o catalanofobia no existan o que sólo se den casos aislados de gente extremista. Quizá agresiones así lo sean, aunque recuerdo que había quien iba “a cazar vascos” a Noja, o sacar a un chaval de un linchamiento en la champanada santanderina por llevar la camiseta del Athletic. Pero puede ser que mi experiencia no sea representativa por vivir en el oriente de Cantabria, donde el sentimiento de estar siendo colonizados ha derivado en una cierta animadversión, mientras los responsables encima lo rentabilizan. De cualquier forma, bastan las redes sociales para contrastar lo que muchos vascos o catalanes (o sus coches) han experimentado cuando se han desplazado por la “piel de toro”: que existe una fobia hacia ellos, su cultura e identidad, ante la que no saltan alarmas, porque está tristemente normalizada.
Pero no crean que es algo de ancianos educados en la dictadura, no. Hace años, en una clase “normal” de un instituto público cántabro, estudiando la Guerra de Sucesión, llevé unos textos para comentar y en uno aparecía una expresión en catalán que intenté leer. Un alumno interrumpió para preguntar por qué leía “en ese dialecto”, levanté la vista para explicarle y era impresionante el gesto de asco que tenían bastantes alumnos. Gesto de asco. Por escuchar pronunciar en catalán. Con otras lenguas no ocurre nada parecido. Desde entonces hago la prueba todos los años, con variaciones, y simplemente puedo decir que asusta ver las reacciones.
En las aulas que yo conozco, el machismo o el racismo están, al menos en lo más evidente, camino de ser superados. La homofobia sigue por desgracia en su “sentido común”, pero ya hay una conciencia de que está mal. Sigue habiendo una cantidad ingente de prejuicios hacia la inmigración, aunque también la sensibilidad de combatirlos. Obviamente queda mucho por hacer en todos estos aspectos hacia una sociedad tolerante con la diversidad, pero al menos está identificado el problema y se van tomando medidas para solucionarlo. El odio visceral hacia identidades culturales que se salgan de la establecida por el nacionalismo español, sin embargo, se incuba día a día, sin que parezca importar a nadie.
No crean que lo aprenden en las aulas, por más que fuera deseable que la cacareada educación para la diversidad incluyera la propia realidad nacional y se formara al profesorado para ello. Esa fobia la aprenden de más arriba, de la clase política, de los telediarios, de espacios de socialización como es el fútbol, de la Justicia, de la estructura del Estado.
Cuando odias a alguien que no conoces por el hecho de ser de un determinado sitio, estás asumiendo principios fascistas (no tiene otro nombre). Cuando equiparas ser vasco (no digamos ya euskaldun) con “proetarra” estás asumiendo una lógica falaz que ha aplicado incluso la Audiencia Nacional. Y cuando te crees con derecho a agredir a una persona por ello y grabarlo, es que además de haber asumido esa fobia te sabes impune con su práctica en España. Recordemos que el año pasado un seguidor del Deportivo fue asesinado sin que se haya hecho nada parecido a justicia.
Pero bueno, también es que en las aulas de Cantabria hay un problema serio de autoodio, de reírse “del de pueblo” por conservar ciertos rasgos culturales autóctonos. Y cómo vamos a enseñar a apreciar lo de otros si no hemos aprendido a valorar lo propio.
Ocurrió este jueves, quizá ya lo hayan visto. Un neonazi sevillano, acompañado por otros dos que graban, se acerca a un chico que está tomando algo en una terraza de Bilbao: “Hombre, tú, 'Gabilondo', ¡arriba España!”. Mientras, los acompañantes ríen. “¿Tú eres proetarra?” y sin esperar respuesta, con actitud de quien está acostumbrado a hacerlo, le arroja en la cara cerveza, al tiempo que comienza a golpearle; primero un tortazo, seguidamente una patada y un puñetazo, mientras el agredido huye. En unos angustiosos segundos, el musculado ultra le persigue hasta que el chico se introduce en el bar. Más risas de los presentes. “¡Asqueroso! ¡Proetarra!”. Y con el suceso aparentemente concluido, el vídeo se corta.
La mayor parte de los medios, como ha ocurrido con el asesinato la semana pasada de un joven en Málaga a manos de dos neonazis, tratarán de despolitizar el origen de la agresión, vinculándola a la rivalidad futbolística, como ha hecho el ministro del Interior. El sujeto, que tiene la suerte de ser sevillano y no alsasuarra, y de dedicarse a golpear a semejantes en lugar de las teclas de un tuit, entre otros muchos antecedentes cuenta con una condena por agresión homófoba el pasado año, pero está en libertad, viviendo en sociedad. En principio, según declaraciones de la Policía autonómica vasca a EiTB, había quedado sin cargos, al no haber denuncia ni actuación de oficio, porque no se considera un delito de odio. Sin embargo, a nadie se le escapa que a ese joven le ha pegado un nazi simplemente por su aspecto y origen vasco; lo que ocurre es que tal cosa no está tipificado como lo que es.