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Primera Página es la sección de opinión de eldiario.es Cantabria. En este espacio caben las opiniones y noticias de todos los ángulos y prismas de una sociedad compleja e interesante. Opinión, bien diferenciada de la información, para conocer las claves de un presente que está en continuo cambio.

Fracasar mejor

“Ever tried. Ever failed. No matter. Try again. Fail again. Fail better”.

Javier Fernández Rubio

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Una de las frases más enigmáticas, y por lo tanto más interpretadas, la pronunció Samuel Beckett bastante después de haber recibido el Premio Nobel. “Fracasa mejor” escribió en alguna parte de 'Rumbo a peor', título de una obra que es enigmático de por sí y no menos interpretable.

Los chicos del emprendimiento se han hecho con ella, sin embargo. Es tan buena que hasta hay camisetas, tatuajes, tazas de desayuno y pósteres con el “Fracasa mejor” de marras. Obviamente, quien esperó a Godot tanto tiempo para nada no destacó por su optimismo (mucho menos empresarial), ni hubiera visto entre tanta taza decorada un canto a la resilencia del emprendedor que, como el toro, se crece ante el fracaso y resetea.

No sé si Richard Branson lee a Becket o solo tazas con frases de Beckett, que no es lo mismo, pero el magnate siempre sonriente, siempre resiliente con su conglomerado de 360 empresas del Virgin Group, es uno de los adalides de este optimismo y ha adoptado la frase.

Es una pena que la taza del desayuno de Branson no sea del tamaño de un caldero porque el texto de Beckett podría leerse entero, aunque le produciría un poco de desencanto (no demasiado porque hay que tener mucho 'feeling groovy' y protegerse de cenizos y aguafiestas). Dice así:

_Fracasa otra vez._

_Otra vez mejor. _

_O mejor, peor._

_Fracasa peor otra vez._

_Aún peor._

_Hasta enfermar del todo._

_Vomita del todo._

Con tanto nihilismo a ver quién desayuna, pero hay otra manera de ver el asunto, simplemente si nos apeamos de la semántica ortodoxa, nos ponemos a jugar con las connotaciones y le damos otro sentido a las palabras 'éxito' y 'fracaso'.

Ahora que la universidad española imparte grados de instagramer e influencer, no genera ninguna turbulencia en nuestra sociedad propuestas para introducir en el sistema educativo conocimientos de economía financiera para que los escolares vayan manejándose y empiecen desde pequeñitos a ponerse ellos solos las cadenas. No tan traumático como fue introducir en su momento la sexualidad en las aulas ni dejar que la Religión deje de puntuar en el expediente académico. La economía financiera es cosa seria y la de especulador es hasta una profesión respetable, pese a que se le suela dar otros nombres y solo esté reservada a unos pocos elegidos (con apellidos más de las veces). De lo que se trata es del éxito, claro está. Pero el éxito basado en la riqueza voraz conduce al fracaso vital y colectivo. Éxito y fracaso pueden ser sinónimos.

Beckett habla de la inevitabilidad del fracaso, pero hay un fracaso que no es tal y es el que reniega del crecimiento sin freno. ¿Le gusta la mecánica y ha montado un taller de coches? ¿Qué hace entonces todo el día rellenando papeles y echando las mañanas en los bancos? ¿Tiene un coche en perfectas condiciones y acaricia la idea de hipotecarse para comprar un último modelo? ¿Su periódico tiene lectores suficientes como para sostenerse pero aspira a ganar nuevos públicos? ¿Ha capitalizado el paro y alquilado a precios astronómicos un local en pleno centro de Santander sabiendo que acabará cerrando a los seis meses? ¿Y si se limitara a conservar su pequeño taller, mantener su coche, no alterar su línea editorial y tener un pequeño negocio en un barrio alejado de Beverly Hills? ¿Es que necesita 'más'? ¿Qué está dispuesto a sacrificar por ese 'más'? Puede que no sea el más popular en el tomacopas de moda un viernes noche y le tachen de fracasado pero seguro que, fracasando así de bien, será más feliz y se habrá ahorrado unos cuantos quebraderos de cabeza.

Oscar Matzerath, el protagonista de 'El tambor de hojalata', decide dejar de crecer cuando cumple tres años. Él rechaza el mundo de los adultos, como un Peter Pan del siglo XX. La sociedad no tiene más remedio que internarlo en un psiquiátrico porque puede consentir que Oscar vaya a la guerra y mate, pero negarse a crecer es insoportable para ella. Toda oposición al crecimiento es tachada de inmoral. A su modo, Oscar es un fracasado, no quiere ser como 'ellos', no quiere crecer, cree que la fuerza está en lo pequeño, también la belleza, y nadie puede convencerle con argumentos irrefutables de que crecer sea mejor. Oscar es un fracasado, entonces, pero tiene un tambor, un instrumento que encandila a todos los niños. ¿Por qué iban a querer más?

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