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Los futbolistas en el acorazado Potemkin

La imagen de los futbolistas profesionales mejor pagados de este país posando en torno al presidente de la AFE, Luis Rubiales, con cara de  proletarios oprimidos a punto de sacudirse el yugo de los tiranos, me pareció tan patética que resultó fácil subirlos a bordo del acorazado Potemkin como si se estuvieran sublevando ante la marina imperial del Zar.

En 1925, el Soviet Supremo decidió celebrar el vigésimo aniversario de la revolución social -precursora de la revolución bolchevique- con el rodaje y producción de una película titulada El acorazado Potemkin. La historia estaba basada en un hecho real acaecido en 1905 en el puerto de Odesa, cuando los marineros del Príncipe Potemkin -un buque de guerra de la armada imperial rusa- se vieron envueltos en una serie de incidentes que terminaron en un motín contra los oficiales.

La película fue realizada por el cineasta Serguei Eisenstein y narraba las vicisitudes de la marinería del Potemkin, continuamente maltratados y humillados por sus oficiales. Hartos de soportar la crueldad de sus mandos, los marineros, acaudillados por un artillero llamado Grigory Vakulinchuk se rebelan después de soportar el último abuso: son obligados a comer carne podrida.

Por las caras de Piqué y compañía, bien podría parecer que la Liga de Fútbol Profesional les había obligado a comer carne podrida, pero si hubiéramos echado un vistazo al aparcamiento del lugar en el que se celebró la rueda de prensa, nos hubiera costado seriamente calcular el coste del seguro de los vehículos allí estacionados.

No pongo en duda que individuos tan bien pagados como éstos tengan también sus reivindicaciones y probablemente sería justo discutir el derecho que los actores de este circo tienen sobre las ingentes cantidades de dinero que produce. Pero verles clamar contra la injusticia y llamar al pueblo a las barricadas se antoja una broma de mal gusto, sobre todo en una época en la que éstos privilegiados ganan más dinero que nunca frente a los continuos recortes que sufren en sus sueldos y en sus derechos sociales quienes se pusieron ese mismo día frente al televisor para escuchar sus reivindicaciones.

El motín del Potemkin se inició arrojando a los oficiales por la borda, pero los ciudadanos de Odesa se pusieron de su parte, ya que conocían de sobra las mezquindades que habían sufrido los marineros. Unos y otros pagaron bien caro después su desafío, ya que la marina imperial no tardó en reaccionar enviando otros buques de guerra para restablecer el orden.

Aquí, en cambio, los ciudadanos hemos vuelto la espalda a la convocatoria de huelga de los futbolistas y hasta el más fanático aficionado sabe que las cosas han pasado de castaño a oscuro. Y más aún ahora, con la liga ya decidida, de modo que la acción reivindicativa de los huelguistas no despertará el más mínimo interés por parte de los hinchas.

Habrá quien me hable de solidaridad, pero mal pueden pedir ayuda quienes jamás apoyan al más debil. Es posible que la Asociación de Futbolistas tenga razón en alguna de sus peticiones, pero nunca amenazaron con parar la Liga cuando sus compañeros del Racing llevaban más de un año sin cobrar, como aquí bien sabemos. Y aún más, aquella noche en la que los jugadores racinguistas se negaron a disputar aquel partido de vuelta de la Copa del Rey no vi a Iniesta a Ramos a Piqué ni a Casillas, con cara compungida, amenazando con no jugar su correspondiente partido con el Madrid o el Barça por un mínimo sentido de la solidaridad. ¿Y los jugadores de la Real Sociedad? Pues bien, miraron a los racinguistas retirarse del terreno de juego con absoluta indiferencia,  pusieron cara de que aquello no iba con ellos y permanecieron en el campo como si hubieran venido a recoger margaritas. Total, ellos cobraban. Como me decía esta semana un futuro periodista: “Nunca he visto a un jugador de Primera tras la pancarta del 1 de mayo”.

La respuesta zarista a los incidentes de Odesa fue contundente, enviando al ejército para masacrar a la población, aunque la marina termina solidarizándose con el Potemkin en lo que se verá –a posteriori- como una revuelta social fallida, pero también como un claro antecedente de la posterior revolución bolchevique, que tardará en llegar apenas unos años.

Aquí la revolución de los millonarios tendrá una repercusión muy limitada, unos escasos planos de televisión, algunas palabras rimbombantes y poco más. En realidad, la huelga ya la desconvocaron el sábado entre el Barcelona y el Real Madrid, dejando la Liga para el interés del Eibar, el Deportivo o el Granada; es decir, los que no le importan a nadie.

La imagen de los futbolistas profesionales mejor pagados de este país posando en torno al presidente de la AFE, Luis Rubiales, con cara de  proletarios oprimidos a punto de sacudirse el yugo de los tiranos, me pareció tan patética que resultó fácil subirlos a bordo del acorazado Potemkin como si se estuvieran sublevando ante la marina imperial del Zar.

En 1925, el Soviet Supremo decidió celebrar el vigésimo aniversario de la revolución social -precursora de la revolución bolchevique- con el rodaje y producción de una película titulada El acorazado Potemkin. La historia estaba basada en un hecho real acaecido en 1905 en el puerto de Odesa, cuando los marineros del Príncipe Potemkin -un buque de guerra de la armada imperial rusa- se vieron envueltos en una serie de incidentes que terminaron en un motín contra los oficiales.