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Libertad para los ríos
Las pasadas navidades me tocó pasar la noche de reyes lejos de mi familia. Así que mis amigos vinieron a cenar a casa y pusimos en un mueble de la entrada todos los regalos del amigo invisible. A mí me regalaron un puñado de preciosas y enormes conchas arrastradas por el agua del mar hasta la playa de El Sardinero y que mi amigo recogió para mí. También iba dentro del paquete un ejemplar de 'Brañaflor', libro de relatos y leyendas de Cantabria escrito por Manuel Llano: un eco de la cultura que resiste a morir, como las olas que aúllan desde las caracolas.
En el libro una de las historias que aparecen es la de las Mozas del Agua, que “tenían en la frente una estrella del color de las nubes cuando el sol se va”, iban descalzas y vestían con capas de hilos de plata y de oro. Todas las mañanas, las Mozas salían de los ríos y de las fuentes, y al pisar la tierra, nacían flores. Cuando salía el sol, volvían a su refugio bajo el agua.
Cuenta la leyenda que si alguien llegaba en el momento en el que las Mozas del Agua se recogían y agarraba una de las flores, sería dichoso de por vida. Dicen, también, que la noche más corta del año la Moza salía del agua acompañada del Mozo, y que juntos sembraban joyas en el monte para las pastoras, y que cuando estas las encontraban, adquirían el poder de curar con el agua todas las enfermedades de sus rebaños.
Sin embargo, se quejan los mayores de que ya no salen las Mozas. Será por lo mal que tratamos a los ríos, construyendo presas para impedir que lleguen al mar y sean libres. Esta misma semana, el pasado día 14 fue el Día Internacional de Acción contra las Presas y por los Ríos, el Agua y la Vida. La idea de celebrar este día surgió en 1997, en Brasil, durante el Primer Encuentro Internacional de Damnificados por las Represas. Precisamente hoy hace justo dos semanas que asesinaron a una mujer en Honduras, Berta Cáceres, por defender un río sagrado para su comunidad de la construcción de una presa, por evitar ser una damnificada más de la construcción de las represas.
Y lo consiguió, por eso le otorgaron en 2015 el Premio Goldman de Medio Ambiente. Cuando mataron a Berta, hirieron a otro hombre, Gustavo Castro, que estaba con Berta salvando la Tierra de quienes siembran muerte, y cuya vida corre ahora serio peligro, por lo que varias asociaciones ecologistas están recogiendo firmas solicitando al Gobierno hondureño su protección. Ayer asesinaron a otro hombre, compañero de Berta en la lucha contra las presas y en defensa de los ríos.
Yo creo que las Mozas del Agua ya no salen porque tienen miedo, y porque si salieran, ya no crecerían flores bajo sus pies, sino que probablemente hasta explotaran bombas que acabarían con ellas, como acaban con la vida de inocentes en Siria. O quizás, en una de estas, se quedaron encerradas en el fondo de alguna presa y ya no pueden salir. Porque aunque todas estas historias lleguen desde la orilla de otros ríos, en la misma Cuenca Hidrográfica del Ebro hay gentes, como Los 8 de Yesa, que también recuerdan que antes salían mujeres del agua en la noche mas corta del año, solo que allí les llaman moras, y que ahora se enfrentan a penas de hasta seis años y medio de cárcel por defender su pueblo de caer sepultado bajo un embalse sin sentido, por evitar que lo único que salga del agua sea la torre de una iglesia. ¿Cuánta gente ha perdido ya sus casas, sus leyendas y sus recuerdos bajo el agua de un pantano?
Y es que detrás del agua de los ríos, se esconde mucho más. Como los sedimentos que llegan al mar a través de los ríos y que las olas arrastran hasta las playas dándonos arena, el agua con la que regamos las plantas que comemos, el agua que beben los animales y que bebemos nosotros... El agua es vida, mucha vida y nadie puede detenerla. Y los ríos son, también, mucha cultura. Por las Mozas del Agua, por Berta Cáceres, por las gentes de antes que entendían la vida mucho mejor que quienes manejan la economía hoy en día, y por seguir teniendo playas en las que recoger conchas, el 14 de marzo, hoy y siempre defendamos los ríos, el agua y la vida.
Las pasadas navidades me tocó pasar la noche de reyes lejos de mi familia. Así que mis amigos vinieron a cenar a casa y pusimos en un mueble de la entrada todos los regalos del amigo invisible. A mí me regalaron un puñado de preciosas y enormes conchas arrastradas por el agua del mar hasta la playa de El Sardinero y que mi amigo recogió para mí. También iba dentro del paquete un ejemplar de 'Brañaflor', libro de relatos y leyendas de Cantabria escrito por Manuel Llano: un eco de la cultura que resiste a morir, como las olas que aúllan desde las caracolas.
En el libro una de las historias que aparecen es la de las Mozas del Agua, que “tenían en la frente una estrella del color de las nubes cuando el sol se va”, iban descalzas y vestían con capas de hilos de plata y de oro. Todas las mañanas, las Mozas salían de los ríos y de las fuentes, y al pisar la tierra, nacían flores. Cuando salía el sol, volvían a su refugio bajo el agua.