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OPINIÓN | 'Pesimismo y capitalismo', por Enric González

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La existencia está marcada por dos cosas: el azar y la voluntad. Todo esto, claro, si partimos de la base de que el futuro no es algo escrito sino algo que se construye, algo que va ocurriendo, sin que esté determinado de antemano qué va a suceder. El determinismo, creo, sólo tiene sentido si hablamos de la muerte, porque del fin nadie se escapa. Pero en el espacio temporal que media entre la inevitable nada de la que venimos y la ineludible nada a la que vamos lo que hay, creo, es una existencia llena de azares en la que podemos intentar intervenir a través de la voluntad y de las acciones que se derivan de ella. Hay ciertas normas, es cierto, como la de la gravedad, pero los itinerarios vitales pienso que son de naturaleza fundamentalmente azarosa: dónde nacemos, quiénes son nuestros padres, dónde vivimos, a quién amamos, en qué trabajamos, qué nos gusta, cómo es nuestro cuerpo o de qué salud gozaremos a lo largo de nuestra existencia.

Azar, voluntad. No sabría decir qué es más importante. La voluntad es la que nos permite ser libres, o tener la ilusión de serlo, porque nos empuja a tomar decisiones, entre ellas la de cómo afrontar las cosas que nos suceden. Podríamos decir que a través de la voluntad se llena de sentido la existencia (si no pudiésemos intervenir en lo que nos ocurre a través de nuestras acciones, o si no pudiésemos decidir nuestra actitud, la vida sería algo vacío). Pero la voluntad por si sola no determina un itinerario vital. El azar, esa cosa desordenada y loca, es fundamental aunque dé un poco de rabia reconocer que algo tan importante como nuestra vida dependa en buena medida de cosas que no dependen de nosotros.

En nuestra sociedad se da mucha importancia a tenerlo todo bajo control, así que se presenta la voluntad personal como la reina y responsable de los éxitos y de las desdichas. Y eso no es del todo cierto porque el azar tiene mucha importancia en cómo nos va la vida. Para bien y para mal. Nuestras circunstancias son azarosas y, además, están determinadas por las voluntades imprevisibles de los otros, unas voluntades que nos son ajenas y que nos afectan. Es decir: nuestro azar personal tiene también sus responsables. No todo consiste en algo tan gratuito como que nos parta un rayo por la mitad o nos caiga encima un meteorito, detrás de nuestro azar a veces hay personas tomando decisiones. Nadie parte de cero, ni es totalmente responsable de su desgracia, ni se hace por completo a sí mismo. Se parte de lo que se parte y luego, con una voluntad que tiene que mucho que ver con nuestra circunstancia (de alguna manera, por tanto, viene dada), se hace lo que se puede. Y ya.

La existencia está marcada por dos cosas: el azar y la voluntad. Todo esto, claro, si partimos de la base de que el futuro no es algo escrito sino algo que se construye, algo que va ocurriendo, sin que esté determinado de antemano qué va a suceder. El determinismo, creo, sólo tiene sentido si hablamos de la muerte, porque del fin nadie se escapa. Pero en el espacio temporal que media entre la inevitable nada de la que venimos y la ineludible nada a la que vamos lo que hay, creo, es una existencia llena de azares en la que podemos intentar intervenir a través de la voluntad y de las acciones que se derivan de ella. Hay ciertas normas, es cierto, como la de la gravedad, pero los itinerarios vitales pienso que son de naturaleza fundamentalmente azarosa: dónde nacemos, quiénes son nuestros padres, dónde vivimos, a quién amamos, en qué trabajamos, qué nos gusta, cómo es nuestro cuerpo o de qué salud gozaremos a lo largo de nuestra existencia.

Azar, voluntad. No sabría decir qué es más importante. La voluntad es la que nos permite ser libres, o tener la ilusión de serlo, porque nos empuja a tomar decisiones, entre ellas la de cómo afrontar las cosas que nos suceden. Podríamos decir que a través de la voluntad se llena de sentido la existencia (si no pudiésemos intervenir en lo que nos ocurre a través de nuestras acciones, o si no pudiésemos decidir nuestra actitud, la vida sería algo vacío). Pero la voluntad por si sola no determina un itinerario vital. El azar, esa cosa desordenada y loca, es fundamental aunque dé un poco de rabia reconocer que algo tan importante como nuestra vida dependa en buena medida de cosas que no dependen de nosotros.