Primera Página es la sección de opinión de eldiario.es Cantabria. En este espacio caben las opiniones y noticias de todos los ángulos y prismas de una sociedad compleja e interesante. Opinión, bien diferenciada de la información, para conocer las claves de un presente que está en continuo cambio.
Ñus
Las redes sociales permiten que cualquier persona tenga un canal, un medio, para decir lo que hace, lo que piensa, lo que le gusta o le deja de gustar o cómo le salen las croquetas. Cada perfil es un medio de comunicación al servicio del individuo. Todos podemos ahora alzar la voz, o la vocecilla, para compartir públicamente lo que pensamos, lo que sentimos, lo que nos indigna, lo que nos conmueve o lo que deseamos que los demás sepan de nosotros. Y todos, por supuesto, podemos ser expertos en algo.
Un buen amigo dice que las redes sociales son mitad maravilla mitad pesadilla. Yo añadiría que en las redes sociales somos como las pescadillas, casi siempre enroscados sobre nosotros mismos. Las redes sociales tienen esa cosa extraña de ensalzar al individuo (todos los individuos pueden decir) y, al tiempo, agrupar a los individuos (hasta que su individualidad desaparece) en grandes grupos de gustos, creencias e ideas.
Las redes sociales están llenas de bancos de peces o de manadas de ñus que a la señal adecuada comienzan a correr despavoridos arrasando con todo lo que se encuentran por delante. Tengo la mía propia, no se crean. Están también los elefantes, que van a lo suyo y no se meten con nadie, las hienas, los felinos solitarios, los perros complacientes y las aves que planean sin que nadie se dé cuenta allá en lo alto. Un ecosistema que tiene más de salvaje que de civilizado.
En las redes sociales el mundo es más mentira que el mundo que nos encontramos por la calle, que ya es decir. Porque cada vez que nos narramos, nos inventamos y mejoramos (vamos, que mentimos, nos mentimos y adornamos la realidad). Porque a todos nos gusta exhibirnos guapos y felices incluso en nuestras desgracias. Porque hay un tufillo raro tras cada muestra pública de un afecto privado. Porque hasta cuando no se publica nada pero se mantiene activo un perfil se está queriendo decir algo.
Las redes sociales deforman nuestra percepción del mundo porque facilitan la creación de guetos ideológicos y estéticos. En esas burbujas confortables es fácil que cuando leamos algo nos sintamos identificados, y qué gustirrinín nos da eso de estar de acuerdo con lo que leemos. Es más fácil, también, que cuando decimos algo nuestro entorno nos refuerce y acaricie así nuestra vanidad. Ay, pero qué pasa cuando decimos algo y ese algo que decimos se cuela por una grieta (porque nada es estanco ni privado en las redes sociales) y sale al exterior y alguien se molesta. En ese momento hay que estar preparados para que nos pase por encima una manada de ñus. Es el mundo que no tiene nada que ver con nosotros. Y esa estampida se parece, me temo, un poco más a la realidad.
Las redes sociales permiten que cualquier persona tenga un canal, un medio, para decir lo que hace, lo que piensa, lo que le gusta o le deja de gustar o cómo le salen las croquetas. Cada perfil es un medio de comunicación al servicio del individuo. Todos podemos ahora alzar la voz, o la vocecilla, para compartir públicamente lo que pensamos, lo que sentimos, lo que nos indigna, lo que nos conmueve o lo que deseamos que los demás sepan de nosotros. Y todos, por supuesto, podemos ser expertos en algo.
Un buen amigo dice que las redes sociales son mitad maravilla mitad pesadilla. Yo añadiría que en las redes sociales somos como las pescadillas, casi siempre enroscados sobre nosotros mismos. Las redes sociales tienen esa cosa extraña de ensalzar al individuo (todos los individuos pueden decir) y, al tiempo, agrupar a los individuos (hasta que su individualidad desaparece) en grandes grupos de gustos, creencias e ideas.