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OPINIÓN | 'EREs: Punto final a una ignominia', por Javier Pérez Royo

Nunca más las obras por encima de las personas

Hay historias que hacen ciudad, hay personas que traspasan los límites del tiempo y perduran en el imaginario de todos durante décadas. La historia de Amparo Pérez, que estos días se cumple el segundo aniversario de su muerte, es una de ellas. El homenaje, allí donde estaba su hogar, el pasado 18 de febrero, plantando árboles, plantando vida; es la mejor manera de recordarla.

Amparo peleó hasta el final contra algo más que perder una casa que había llenado de recuerdos e historias, peleó hasta el final. Peleó por la dignidad ciudadana, combatió como pocos la defensa de sus derechos y dignificó a una sociedad, que a veces parece dormida, para levantar la voz contra una injusticia.

Una mujer que en 2015 se convirtió en el retrato de una crisis económica, social y política pero también moral que está asolando las estructuras y cimientos de una sociedad que llevamos construyendo desde hace más de 40 años. Una mujer que puso rostro y voz a una política urbanística depredadora.

La muerte alzó a nuestra vecina a un gran paradigma moral. Un ejemplo de lucha y dignidad frente a todo lo que no puede volver a suceder en Santander. El urbanismo es el instrumento más importante con el que cuenta un ayuntamiento para combatir la desigualdad. Hagamos que sea así, hagamos una ciudad más integrada y mejor que no deje a nadie en el camino.

La anulación por parte del Tribunal Supremo del Plan General de Ordenación Urbana de 2012, ha abierto un nuevo escenario para el desarrollo de la política urbanística en Santander. Y a su vez, ofrece una nueva oportunidad para establecer un diseño que se ajuste a las necesidades reales de la ciudad.

La elaboración de un nuevo Plan General, nos da la oportunidad para rectificar los errores cometidos, pero, sobre todo, para diseñar un planeamiento realista, sostenible, integrador y legal, en el que prime, por encima de todo, el interés y el bienestar de los santanderinos.

Acariciemos el recuerdo de Amparo en nuestra memoria. No como el día en el que murió una vecina más de nuestra ciudad, sino como el día en que todos morimos con ella, como el día en el que nuestra dignidad ciudadana languideció un poco más. Su recuerdo debe estar siempre vivo, porque esos días de febrero de 2015, Amparo nos ayudó, con su ejemplo de honestidad, a levantarnos todos juntos para construir una sociedad más justa y más igual, más solidaria y más libre en Santander. Para no olvidar nunca que las obras jamás pueden volver a pasar por encima de las personas.

Hay historias que hacen ciudad, hay personas que traspasan los límites del tiempo y perduran en el imaginario de todos durante décadas. La historia de Amparo Pérez, que estos días se cumple el segundo aniversario de su muerte, es una de ellas. El homenaje, allí donde estaba su hogar, el pasado 18 de febrero, plantando árboles, plantando vida; es la mejor manera de recordarla.

Amparo peleó hasta el final contra algo más que perder una casa que había llenado de recuerdos e historias, peleó hasta el final. Peleó por la dignidad ciudadana, combatió como pocos la defensa de sus derechos y dignificó a una sociedad, que a veces parece dormida, para levantar la voz contra una injusticia.