Los sucesos de Reinosa constituyen el punto álgido de la resistencia obrera en Cantabria frente al desmantelamiento del sector industrial en la comunidad y su consiguiente desplome económico. La reconversión industrial española tiene su origen en 1981, cuando un moribundo Gobierno de UCD diseñó un “proyecto de modernización” destinado a liberalizar la economía en España.
La victoria del PSOE en las elecciones de 1982, por una amplísima mayoría absoluta, permitió al equipo económico del Gobierno encabezado por Miguel Boyer y Carlos Solchaga dirigir una política de rigor presupuestario y reajuste económico que impuso la devaluación de la peseta, el adelgazamiento y reforma del sector público, la contención salarial y el control del gasto social, lo que llevó a la pérdida de puestos de trabajo y al paulatino enfrentamiento con los sindicatos, especialmente con CCOO, proceso que desembocó en la convocatoria de huelga general de 1988.
Aplazada por los gobiernos anteriores, la reconversión fue violenta y lesiva para la clase obrera. Salvo la nacionalización de la red eléctrica de alta tensión, a partir de 1986 el Gobierno del PSOE comenzó a privatizar las sociedades públicas constituidas fundamentalmente a lo largo de la dictadura.
En enero del mismo año y siendo España un país de pleno derecho en la Comunidad Económica Europea, el Ejecutivo central no dudó en favorecer la economía empresarial bajando el salario real y reduciendo plantillas con la consigna de cambio y modernización en el anquilosado sistema productivo español. Europa sirvió de pretexto para la aplicación de recetas neoliberales.
Cantabria pierde su vigor industrial
El desarrollo de la industria en Cantabria se articuló, entre finales del siglo XIX y principios del XX, siguiendo el eje costero Este-Oeste y a lo largo del corredor del Besaya (desde Reinosa hasta Torrelavega pasando por Los Corrales de Buelna).
En el caso de la comarca de Campoo, durante el primer tercio del siglo XX se establecieron la Naval, la Constructora Nacional de Maquinaria Eléctrica y la Farga, además de crearse un buen número de pequeñas empresas.
Tras la crisis de los años treinta, estas factorías alcanzaron su máximo desarrollo en el periodo comprendido entre 1967-1978, coincidiendo con la política desarrollista llevada a cabo en todo el Estado. Sirva como ejemplo la mencionada apertura de casi 500 pequeñas empresas y la creación de más de 10.000 puestos de trabajo.
Ya en la década de los ochenta, la crisis junto a la reconversión industrial y las inversiones de capital en el sector terciario, muy especialmente dirigidas hacia el turismo, provocaron un gran cambio en las bases que hasta entonces habían sostenido la economía regional, aumentando el paro en casi 15.000 trabajadores.
Es en este contexto en el que CENEMESA se vio afectada por las reducciones de plantilla, que finalizarían en una huelga general convocada en Reinosa en diciembre de 1986. En marzo de 1987 es Forjas y Aceros la empresa implicada, con un expediente que contemplaba 59 prejubilaciones y 404 rescisiones de contratos.
Toda la comarca campurriana resultó afectada por estas decisiones empresariales a las que se unió la enorme torpeza de algunos políticos y la durísima represión llevada a cabo por la Guardia Civil.