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Vivir la cuarentena en el mundo rural: “Aquí no ha llegado el coronavirus y vamos a preservar nuestro castillo”

“Yo creo que somos los que mejor lo llevamos de toda España”, relata entre risas Javier Campo, alcalde de Tresviso, uno de los pueblos que, probablemente, más acostumbrado esté al confinamiento voluntario. Su municipio de 15 habitantes es uno de esos lugares excepcionales que todavía quedan en la Cantabria rural donde el aislamiento es prácticamente su pan de cada día. A pesar de eso, “la gente se lo está tomando muy en serio porque es una cosa muy seria”, advierte.

Sobre la comida y los acopios compulsivos que se han visto estos últimos días en los supermercados, el alcalde confiesa que en Tresviso nadie compra al día. “Tenemos ese entrenamiento porque estamos acostumbrados a estar aislados todo el año, así que compramos comida para 15 días y no hay más preocupación”, indica tranquilo.

Por otro lado, está Secundino Caso, alcalde de Peñarrubia (350 habitantes), un municipio donde “no se mueve nadie” durante la cuarentena, pero sus vecinos sí preguntan con preocupación. “Trato de decirles que aquí no ha llegado el coronavirus y que vamos a preservar nuestro castillo”, explica.

Y no le falta razón porque, según los datos, el mundo rural es el menos afectado, al contrario de las grandes ciudades, donde el ir y venir de personas ha facilitado la propagación de la enfermedad. Algo que también pudo ocurrir en Peñarrubia, aunque al final se quedó en nada. “Hay vecinos que han venido a pasar la cuarentena, y hubo un rumor de que una gente que vino de Bilbao podía tenerlo, pero al final era un catarro común”, asevera.

Pero si hay alguien que está sufriendo el 'no confinamiento', por incompatibilidad con su trabajo, son los ganaderos. Amalia vive en Pujayo (una localidad de Bárcena de Pie de Concha con 76 habitantes) con su marido y sus dos hijas. Ella regenta el bar del pueblo mientras que su marido tiene a su cargo 120 vacas. “Yo he cerrado el bar así que quería ayudarle, pero no podemos ni ir juntos en el coche. Lo que sí hacemos para preservar el aislamiento de mis hijas y el mío es que mi marido se desvista en el garaje y se duche nada más entrar”, relata.

Ella lleva aislada desde el viernes, cuando decidió cerrar el bar antes de que se decretase el estado de alarma “por responsabilidad”. “En un pueblo hay muchísima gente mayor y tienes todavía más responsabilidad. Yo estoy en contacto con mucha gente y con dinero… Era un peligro”, señala casi aliviada.

Sus hijas (de 7 y 9 años), en palabras de Amalia, lo han entendido bastante bien, aunque la mayor confiesa sentir miedo. “Cuando abro las ventanas para ventilar me pregunta si el virus puede entrar por ahí… Creo que esto está calando en todo el mundo”, advierte. Donde sí se pronostica que vaya a calar del todo es en la economía, pero Amalia prefiere no centrarse en eso. “Nos va a costar salir, pero ahora mismo la salud es lo primero”, justifica.

Cuarentena en pueblo vs. cuarentena en ciudad

“Creo que no estamos concienciados de las cuarentenas ni en los pueblos ni en las ciudades”, explica tajante Antonino Díez, alcalde pedáneo de Entrambasaguas-La Lomba, en la Hermandad de Campoo de Suso. Sin embargo sí expresa que en los pueblos hay menos control y se puede ir con más facilidad a actividades permitidas como comprar el pan.

“Con lo que sí se está concienciando la gente es con mantener las distancias de seguridad y no pararse hablar”, indica. Algo en lo que discrepa Amalia, la vecina de Pujayo, que prefiere salir de casa lo mínimo posible para no pasar por el trago de no pararse a hablar: “En una ciudad puedes pasar más desapercibido, pero aquí todos nos conocemos”, indica.

Juan Luis Ruiz, alcalde de Celada Marlantes (Campoo de Enmedio), cuenta cómo los diez vecinos que viven en esta localidad llevan “bien” el aislamiento. “Estamos acostumbrados porque cuando hay nevadas importantes, nos tiramos 14 días aislados”, comenta. Para él también es más fácil hacer cuarentena en un pueblo que en una ciudad “porque en el mundo rural no tienes la necesidad imperiosa de ir y venir”, explica. Sin embargo, para lo que tienen que desplazarse es para realizar sus compras, ya que hasta Reinosa -donde se encuentran los supermercados más cercanos- hay 10 kilómetros, por lo que han aprendido a realizar compras de forma semanal. Y ahora con más razón.

En el caso del alcalde de Peñarrubia, admite que el aislamiento es más fácil de llevar en un pueblo que en una ciudad, aparte de por el jardín con el que cuentan la mayoría de los vecinos, por las actividades que puedes realizar: “Sales a buscar leña, vas a dar de comer a los animales, tienes la huerta pegada a casa…”, apunta.

Algo que comparte Pedro Fernández, vecino de Pesquera de 84 años, ya que, en su opinión, esta situación es más fácil de llevar en un pueblo pequeño. “En una ciudad hay una burrada de gente… En una capital si sales a la calle, por fuerza te tienes que arrimar al resto para andar”, explica en contraposición a lo que ocurre en su pueblo, donde son “muy pocos” y se ven “de Pascuas a Ramos”.

Asimismo, Fernández es el encargado de explicar cómo esta situación es algo extraordinario, incluso para alguien con más de ocho décadas: “Cumpliré 85 años el seis de abril y nunca jamás me he tenido que enfrentar a una situación así… He visto algunas gripes malas, pero al lado de esto nada de nada”, concluye.