“Lo único que pido es que no se pasen la pelota de unos a otros”

La capital cántabra amanecía este jueves barruntando fiesta. Las casetas invaden Santander, los banderines envuelven las calles y las banderas se apropian de los balcones, engalanados para dar rienda suelta a una nueva Semana Grande.

La mañana ha sido, sin embargo, muy distinta en la rotonda de Tetuán. Una grúa se instaló al pie del edificio que se derrumbó este pasado miércoles, y ayuda a los bomberos en la labor de recogida de los escombros. Escombros que Pilar González ha decidido ya dejar de mirar. Sentada en un banco de los alrededores, con los ojos clavados en el suelo, se encuentra quien fue la última vecina en ser desalojada del edificio.

“No me dio tiempo a nada. Cogí unos documentos de mi padre, porque ha muerto hace poco, y un joyerito que tengo”, cuenta a este diario. Pilar González iba acompañada de un bombero y únicamente quedaban ellos dos en el edificio cuando escucharon un crujido “estremecedor”, señal definitiva que obligaba a abandonar el inmueble. En cuanto el bombero y la vecina cruzaron la calle, el bloque se vino abajo.

“El tercero izquierda, ves que hay un mueble, una vitrina en la pared. Esa es mi casa”, explica Pilar señalando los restos de su salón que ha quedado al descubierto. Entre las ruinas y el polvo se entierran 42 años irrecuperables de su vida. Una colección de dedales que completaba desde joven; sus caprichos, como un mantón de manila que se compró en Andalucía; el vestido novia de cuando su hija se casó y, lo que más le emociona, perder “fotos y más fotos”. De mayor o menor valor económico, ha sido testigo de cómo se desvanecen aquellos recuerdos que, al fin y al cabo, han forjado su persona.

Pilar González trata de encontrar la parte positiva del asunto y es que ella se encontraba en su casa de verano en el momento del aviso del desalojo. Junto a su marido, Benjamín Gándara, tienen una casa en Suesa, localidad perteneciente a Ribamontán al Mar, donde pasan parte de sus vacaciones y que ahora será su “nuevo hogar”.

Los vecinos

En el edificio había cinco plantas, cada una de ellas con tres viviendas. Los pisos que han sufrido la peor parte en esta tragedia son los que se ubicaban en la parte izquierda del bloque, auque todos los propietarios han tenido que pasar la noche en sus segundas viviendas, quienes disponían de ella, en casas de familiares y amigos o realojados en el Centro de Acogida Princesa Leticia.

“En el bloque hay vecinos muy mayores, ¿qué va a ser de ellos?”, indica Pilar haciendo un gesto con su cara, que se dirige hacia un anciano que observa las ruinas. “También hay gente muy preparada, hay un ingeniero civil que informará del estado técnico del edificio, y la presidenta de la comunidad que está reunida con la alcaldesa”, afirma al tiempo que reclama que “por lo menos me lo dejen como estaba”.

“A mí me da miedo el tema burocrático porque es tiempo y esto no es cuestión de tiempo”, manifiesta Pilar, quien también adelanta que los vecinos se han organizado para exigir justicia y encontrar un techo donde cobijarse.

Este mediodía se reunían con la alcaldesa un grupo de afectados junto con la presidenta de la comunidad y la administradora. El objetivo de la cita es encontrar a los culpables, que estos asuman las consecuencias de sus actos y solucionen el problema. “Lo único que pido es que no se pasen la pelota de unos a otros y el caso vaya de despacho en despacho”, sentencia Pilar González, quien necesita que el asunto se solucione “cuanto antes y de la mejor manera posible”.