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Valdecilla, cuando el sueño de una España moderna cabía en un hospital

El pasado 30 de marzo, el presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, inauguraba el llamado Nuevo Hospital Valdecilla en Santander. Lo inauguraba sin abrir sus puertas, pero presumía de que la construcción de las tres nuevas torres de este histórico centro hospitalario supone “una potente palanca de innovación y modernización”.

Hace 86 años, un 24 de octubre de 1929, se producía un acto similar. Se inauguraba la Casa de Salud Valdecilla sin que aún estuviera abierta al público y sin que su financiador, Ramón Pelayo de la Torriente, marqués de Valdecilla, pudiera asistir.

Hoy, cuando la desmemoria es una epidemia de difícil control, se puede conocer con detalle la lucha encarnizada en los primeros años del Hospital entre unos pioneros con el sueño de una España moderna y Europea y la versión más conservadora del país amarrada a los hábitos y convencida de la superioridad de la religión sobre la ciencia. Una historia coral y compleja que se puede rememorar en la exposición 'Valdecilla: La Semilla (1929-1939)', que estará abierta todo el mes de mayo en el centro CASYC de la Fundación de Caja Cantabria en Santander.

El sueño comenzó mucho antes de que se presentara la pesadilla de 1898 o de que su peor versión se confirmara con la Guerra Civil que dejó a España con politraumatismo en 1939. Quizá comenzó en 1875. También en Cantabria. Concretamente en la casa del científico Augusto González de Linares en el Valle de Cabuérniga, donde se sentaron las bases de la pionera y krausista Institución Libre de Enseñanza (ILE).

El ILE fue el precedente del que se desgajaron todas las instituciones que permitieron la Edad de Plata de la Ciencia Española, un momento mágico que se inauguró, fundamentalmente, con la creación en 1907 -y con el impulso de la ILE- de la Junta para Ampliación de Estudios e Investigaciones Científicas, presidida por el premio Nobel de Medicina Santiago Ramón y Cajal. El árbol de instituciones que debían regenerar una España atrasada, vapuleada en su ego colonial y paralizada por melancolía se completó con dos nuevas instituciones “palanca de innovación y modernidad”: La Residencia de Estudiantes para las artes y la Casa de Salud de Valdecilla para las ciencias médicas.

La exposición 'Valdecilla: La semilla' arranca, de hecho con un texto de otro cántabro precursor, el Doctor Madrazo, que ya había sembrado la inquietud de la modernidad en su tierra y que anhelaba una nueva generación capaz de “enseñar a otros, a muchos, lo que a mi no me enseñaron en casa y tuve que peregrinar para aprender”. Ahora, la memoria de estos precursores está disponible para nuestra generación.

¿Por qué en Santander?

La Casa de Salud de Valdecilla responde a un momento histórico. Santander había sido sorprendida por la explosión del vapor Cabo Machichaco en 1893, que dejó 590 muertos y, al menos, un millar de heridos. La ciudad se dio cuenta de que su viejo hospital, el San Rafael (actual sede del parlamento autonómico), no tenía el músculo suficiente. Lo que sucedió en los primeros treinta años del siglo XX es que se pasó de la idea “de hacer un nuevo hospital a crear un hospital moderno”, como explica el comisario de la exposición, Mario Corral. Y para ello se encontró al músculo financiero, el del indiano Ramón Pelayo, marqués de Valdecilla, que había vuelto a Cantabria en 1920, y un conjunto de científicos entre los que destacaba Gregorio Marañón, Pío del Río Hortega o el primer gerente de la Casa de Salud, el también cántabro Wenceslao López Albo.

Pelayo es la imagen de esta exposición en una foto en blanco y negro en la que destacan unas flores coloreadas en amarillo. Es el necesario puente entre el pasado y el presente. La visita del marqués coincidió con la extinta Fiesta de la Flor y en la imagen sonríe adornado con unas mimosas de las que hoy aún flanquean la entrada del Pabellón de Anatomía Patológica del Hospital.

La exposición reúne documentos fascinantes, únicos, y permite intuir el diseño conceptual de la institución por parte de López Albo, basado en tres fuentes de formación y conocimiento: el Instituto Médico de Posgraduados, la biblioteca, y la escuela de Enfermería. Precisamente allí, en la Escuela de Enfermería, es donde concentró todos sus esfuerzos María Luisa Gómez, marquesa de Pelayo y sobrina del marqués de Valdecilla, para echar al traste el sueño modernizador. El sistema laico y disciplinado de la Escuela horrorizaba a la muy conservadora marquesa que aprovechó el estado de enfermedad de su tío para dar un golpe en la mesa e imponer ya en septiembre de 1930 a las Hermanas de la Caridad, y a sor Bastos al frente, como gerentes y responsables de toda la Casa de Salud, subordinando a los científicos a su pío criterio. Fue el fin precipitado de un principio esperanzador.

La exposición recoge el entusiasmo de los primeros meses, la creación y divulgación científica, la congelación de ese impulso entre finales de 1930 y 1936, y el breve paréntesis de modernidad retomada entre el triunfo del Frente Popular en las elecciones y la entrada de las tropas golpistas con el general Dávila el 26 de agosto de 1937.

López Albo, el entusiasta neurocirujano atraído de nuevo a Santander esta vez por el diputado socialista Bruno Alonso, alcanzó en esos meses de República a retomar las riendas de la Casa de Salud, a fundar la Colonia Jardín Ramón Pelayo para enfermos mentales en Solares, y a abrir la Escuela Libre de Medicina o Facultad de Medicina con sus 150 primeros alumnos.

Después… después toda sombra…. el intento de la marquesa de quitarse de en medio el costoso ‘capricho’ de su tío regalándoselo a Franco, el ‘rescate’ público en 1969, el traspaso a la Seguridad Social en 1972, la recuperación de parte de la memoria perdida durante la transición democrática, el derrumbe de la fachada noroeste en 1999, la construcción durante 14 años del Nuevo Valdecilla que ahora concluye con un polémico contrato de 759 millones de euros con el que –en un curioso déyà vu- se cede a la constructora Ferrovial la gestión de los servicios no médicos…

Arqueología de papel

La pasión del comisario de la exposición, Mario Corral, por la memoria del ahora Hospital Universitario Valdecilla y de Cantabria es contagiosa. 'Valdecilla: La semilla' se ha gestionado sin presupuesto pero con una potente munición documental. En sus vitrinas está el primer número de la revista del hospital, el discurso inaugural de López Albo que fue censurado ya en 1930, un documento con el intento de incautación por parte de los trabajadores de los servicios ya “externalizados” entonces con una empresa de origen alemán (Jacobo Schneider S.A., el embrión de Otis), las normas para la vigilancia de presos en el hospital en 1937 o las instrucciones para purgar los servicios médicos de “rojos”, un certificado médico con el sello del campo de concentración de La Magdalena, libros censurados…

A lo que ya acumulaba Corral, bibliotecario del Instituto de Investigaciones de Valdecilla (IDIVAL), se han sumado documentos hallados hace apenas dos meses en un sótano de un viejo almacén, donde reposaban, enfermos de olvido, los archivos de la Casa de Salud Valdecilla hasta 1970. Todo un tesoro aún por esculcar.

La exposición estará abierta hasta el 29 de mayo, de 19 a 21 horas, y todos los jueves a las 19:30, el terapeuta contra la desmemoria, el comisario Mario Corral, se encarga de hacer una visita guiada al sueño de unos cuantos visionarios con saber y al triunfo de unos pocos con poder. La historia –aunque desconocida- pone a cada uno en su lugar.